3. NO TODA BAJA ES PREVISIBLE:
La lluvia dibuja una figura, un volumen informe. Pero aún
falta tiempo de espera. El músculo se yergue y permanece de espalada a la
pared, para prevenirse del personal de seguridad. Cada cierto intervalo, dedica
rápidos vistazos al interior, para cerciorar que la botella se mantiene
intacta. Entonces pasan unos cuarentaicinco minutos, cuando de manera fortuita
el obnubilado objetivo vuelve en sí, al oír la puerta de entrada. La inoportuna
muchacha ha vuelto a la escena y se aproxima a su copa vacía. La llena con el
líquido de la botella y acude, en completa desnudez, con las dos a la cama. Los
ocupantes beben tragos largos del líquido envenenado. Y eso supone un gran
imprevisto. Pasado un instante, ambos caen dormidos.
- Ya solo debes entrar para cerciorar las muertes.
–Acierta el cerebro.
El músculo accede una vez más al interior y se aproxima
sin demora hasta la cama. En el lateral la botella volcada pierde parte de su
contenido. El rebelde permanece tumbado con la boca y los ojos bien abiertos,
mientras que la muchacha yace recostada sobre el cuerpo desnudo de este.
Ninguno de los dos emite respiración. El cerebro supone que la chica debió ser
una muerte innecesaria. Pero el músculo debe comprobar sus constantes. Así
pues, sostiene la delicada muñeca de la joven, cuando esta despierta en un
violento estertor. Se levanta sobre sus brazos. En un arrebato parece luchar
por no perder ese hálito de vida que le pertenece pero que se le escapa. Por lo
que deja caer plomizo el cuerpo y con una mano temblorosa se agarra con fuerza
un pecho desnudo. Entonces, dirige una desorbitada mirada que atraviesa los
pensamientos del músculo y se clavan en los del cerebro. Su respiración se
vuelve agonizante y su cuerpo se ralentiza agonizante. Hasta que queda completamente
inmóvil, con la boca entreabierta y un hilo de sangre que escapa de su orificio
nasal. El agente sale de un silencioso brinco por la ventana, dejándose llevar
en una caída de más de seis metros y un manto de lluvia. El golpe queda amortiguado
por el traje que activa un dispositivo de absorción en todas las piernas, unos
músculos supletorios ocultos bajo la parte superficial y que se rellenan de una
pasta líquida.
En ese instante final, la lluvia sigue cayendo de forma
desconsolada. Pero acabado el trabajo supone más bien un alivio para la
asociación.
- La noche ha sido dura, agente. –Declara el cerebro
temiendo la desconexión inminente.- Creo que debería tomarme unas vacaciones.
- ¿Es por la baja innecesaria? ¿La joven prostituta?
- Sí. Sé que me miró. Antes de morir, ella me atravesó
con sus ojos. –Balbucea nervioso.- Estoy convencido que se percató de que yo
estaba ahí, observando desde la sombra impunemente. Su dolor te atravesó y
llegó hasta mí… A lo mejor el ordenador debía haber tomado unos minutos de
prevención…
- No sé qué contestar a eso… –Se lamenta el músculo.- Lo
que sí te puedo asegurar, es que a veces también las emociones se trasmiten en
los procesos de telepatía, durante el enhebrado. Suele ocurrir en aquellos casos
de enorme compatibilidad empática.
- ¿Crees que no conozco todos esos efectos secundarios?
Pero entonces, ese pavor solo puede significar que se trata de tu primera
muerte.
- Sí, ha sido la primera vez... Nunca antes había matado
a un inocente. Las bajas son siempre tipos malos a los que la madeja ya se ha
encargado de juzgar. En nuestra mente, les damos un enfatizado sentido de
peligro para la seguridad mundial.
Ambos hablan buscando consuelo psicológico en el dialogo
interno. El ordenador central mantiene la conexión abierta unos minuto más para
zanjar ciertas discrepancias técnicas de meta cognición. Entonces, toma la
determinación de que ninguno de los dos, cerebro o músculo, parecen ser
conscientes de que se sigue moderando su diálogo.
- Puede que el ordenador central no haya previsto nunca
una baja innecesaria. Tal vez también sea su primera vez…


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