Y
al pasar los años, Rasiq cumplió con sus obligaciones como
consejero y maestro fabulador, amenizando las noches del emir y de
sus lejanos invitados. En una ocasión el poderoso califa quiso
supervisar la gestión de la ciudad, todo un honor para un súbdito
entregado como era el emir. Este poderoso gobernante venía
acompañado de un enorme séquito, y parte de su gran familia, pues a
todos llegó la fama del joven consejero. La ciudad se engalanó para
la bienvenida con un despliegue de soldados en un espectáculo único,
celebrado por todos los habitantes.
Para
cuando el califa accedió al palacio del emir, pudo contemplar con
sus propios ojos lo que en realidad quería corroborar. El emir había
amasado en secreto grandes riquezas y además, había extendido su
poder de influencia hasta las ciudades colindantes. Sospechándolo,
el califa había seguido con recelo su actividad durante los últimos
años. Por ello, su visita no significaba sino una medida para
prevenir su poder en el trono. Durante los días en que se prolongó
la visita, el califa campó a sus anchas por los dominios y observó
que el emir jamás se despegaba de su consejero. Así pues, una noche
mandó llamarlo a su presencia. Rasiq no sabía cómo dirigirse al
poderoso califa pero sospechaba con cierto resquemor el motivo de la
audiencia. Y cuando entró a los aposentos más lujoso del palacio
contempló la hermosura de Sahrazad, la menor de las hijas, joven de
piel fina como la seda y largos cabellos de rizos azabaches. También
los ojos de la joven se posaron sobre el consejero, y le parecieron
profundos como el mismo cielo de la noche. Fue entonces, que Rasiq
supo cómo debía actuar para conseguir la mano de aquella belleza,
salida del mismísimo desierto. En cuanto el califa le pidió que
amenizara la noche con una de sus historias, el maestro fabulador se
esmeró en sorprenderlo gratamente.
“Oh,
gran califa, vos que guardáis tanta sabiduría en el interior, oíd
la historia que os narro porque responderá al deseo de vuestra
visita. Pasaba el rato la rana muy cerca de la charca, allí donde se
reúne las criaturas del Altísimo. En ese preciso instante, escuchó
una incisiva voz que le decía detrás del oído: Soy el que disfruta
volando siempre cerca de los demás, pero vos, ¿qué hacéis por
aquí? A lo que la rana respondió a la voz invisible: Busco la
placidez de la charca y aplacar el hambre. La voz aguda se rió de
forma descarada y acto seguido apuntó: Yo no tengo ese problema
porque mi alimento esta siempre donde se encuentran los demás. Y sin
dudarlo un momento, la rana se dejó llevar por su instinto,
desplegando su pegajosa lengua al cielo y capturando un sabroso
mosquito, el cual se disponía a desangrar la piel del animal.”
El
califa oyó las palabras y quedó asombrado de la perspicacia y
sabiduría del consejero. Así que tomó represalias sobre el
gobernante de la ciudad, pues era su posición una amenaza para los
hombres de leyes. Después, quiso entregarle a Rasiq la mano de
Sahrazad, a petición de la misma. Con este enlace el califa
mantendría bajo su control el dominio de las tres ciudades vecinas.
A continuación, se decretó la fiesta para celebrar el enlace del
nuevo señor de aquellos lares. Y en la primera noche, cuando el
marido quiso tomar a su esposa, este la tranquilizó como mejor
sabía, con una breve historia en la intimidad.
“Caminando
por el bosque un leñador salió a un claro a descansar, pues en
aquel lugar la brisa le pareció más agradable. De repente, oyó una
voz que provenía de la rama más alta de un árbol. Asustado por la
extraña presencia saludó al árbol por si este le respondía. Pero
la voz insistía lamentándose por no tener un lugar donde anidar. Al
fijarse mejor el hombre descubrió que aquella esquiva voz provenía
de un hermoso pájaro medio oculto, con plumaje de colores vivos,
unas alas llamativas y una hermosa cresta sobre la cabeza. La extraña
ave revoloteó torpe y nerviosa por las distintas ramas, hasta que se
presentó a una distancia prudencial ante el hombre, y dijo ser la
hija de un acaudalado señor del desierto. Luego, le contó que había
huido sin remedio debido a los hombres que anhelaban hacerse con su
peculiar transformación por pura codicia. El leñador recordó que
tenía guardado un poco de alimento y le construyó un nido que colgó
de la rama más alta. Acto seguido, indicó a la supuesta mujer
maldita que avisaría a su padre lo más pronto posible. El ave muy
agradecida esperó noticias de aquel considerado humano, en la
seguridad del refugio. Y días más tardes, este regresó junto a
varios soldados de palacio. Tras volver juntos a su tierra natal, la
joven pidió a su padre el favor de permanecer cerca del leñador y
recompensarlo sabiamente, pues este era el único hombre que la había
creído, salvándola de una muerte segura. El leñador se quedó en
el palacio al cuidado del pájaro tan especial. Y al primer amanecer,
la muchacha despertó con su antiguo cuerpo y junto al humilde
leñador. Ambos amantes se casaron y tuvieron una vida próspera.”
Y
al finalizar la historia, Sahrazad sintió la curiosidad de saber qué
fue lo que impidió al leñador hacerse con el ave y así obtener una
gran suma de dinero. A lo que Rasiq respondió que desde un primer
momento aquel hombre supo ver una hermosa mujer tras la figura alada.
Así pensó que esta había sido maldita por la envidia suscitaba su
belleza.”
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