domingo, 19 de marzo de 2017

Rasiq el fabulador: Un ave del paraiso

Y al pasar los años, Rasiq cumplió con sus obligaciones como consejero y maestro fabulador, amenizando las noches del emir y de sus lejanos invitados. En una ocasión el poderoso califa quiso supervisar la gestión de la ciudad, todo un honor para un súbdito entregado como era el emir. Este poderoso gobernante venía acompañado de un enorme séquito, y parte de su gran familia, pues a todos llegó la fama del joven consejero. La ciudad se engalanó para la bienvenida con un despliegue de soldados en un espectáculo único, celebrado por todos los habitantes.
Para cuando el califa accedió al palacio del emir, pudo contemplar con sus propios ojos lo que en realidad quería corroborar. El emir había amasado en secreto grandes riquezas y además, había extendido su poder de influencia hasta las ciudades colindantes. Sospechándolo, el califa había seguido con recelo su actividad durante los últimos años. Por ello, su visita no significaba sino una medida para prevenir su poder en el trono. Durante los días en que se prolongó la visita, el califa campó a sus anchas por los dominios y observó que el emir jamás se despegaba de su consejero. Así pues, una noche mandó llamarlo a su presencia. Rasiq no sabía cómo dirigirse al poderoso califa pero sospechaba con cierto resquemor el motivo de la audiencia. Y cuando entró a los aposentos más lujoso del palacio contempló la hermosura de Sahrazad, la menor de las hijas, joven de piel fina como la seda y largos cabellos de rizos azabaches. También los ojos de la joven se posaron sobre el consejero, y le parecieron profundos como el mismo cielo de la noche. Fue entonces, que Rasiq supo cómo debía actuar para conseguir la mano de aquella belleza, salida del mismísimo desierto. En cuanto el califa le pidió que amenizara la noche con una de sus historias, el maestro fabulador se esmeró en sorprenderlo gratamente.
Oh, gran califa, vos que guardáis tanta sabiduría en el interior, oíd la historia que os narro porque responderá al deseo de vuestra visita. Pasaba el rato la rana muy cerca de la charca, allí donde se reúne las criaturas del Altísimo. En ese preciso instante, escuchó una incisiva voz que le decía detrás del oído: Soy el que disfruta volando siempre cerca de los demás, pero vos, ¿qué hacéis por aquí? A lo que la rana respondió a la voz invisible: Busco la placidez de la charca y aplacar el hambre. La voz aguda se rió de forma descarada y acto seguido apuntó: Yo no tengo ese problema porque mi alimento esta siempre donde se encuentran los demás. Y sin dudarlo un momento, la rana se dejó llevar por su instinto, desplegando su pegajosa lengua al cielo y capturando un sabroso mosquito, el cual se disponía a desangrar la piel del animal.”
El califa oyó las palabras y quedó asombrado de la perspicacia y sabiduría del consejero. Así que tomó represalias sobre el gobernante de la ciudad, pues era su posición una amenaza para los hombres de leyes. Después, quiso entregarle a Rasiq la mano de Sahrazad, a petición de la misma. Con este enlace el califa mantendría bajo su control el dominio de las tres ciudades vecinas. A continuación, se decretó la fiesta para celebrar el enlace del nuevo señor de aquellos lares. Y en la primera noche, cuando el marido quiso tomar a su esposa, este la tranquilizó como mejor sabía, con una breve historia en la intimidad.
Caminando por el bosque un leñador salió a un claro a descansar, pues en aquel lugar la brisa le pareció más agradable. De repente, oyó una voz que provenía de la rama más alta de un árbol. Asustado por la extraña presencia saludó al árbol por si este le respondía. Pero la voz insistía lamentándose por no tener un lugar donde anidar. Al fijarse mejor el hombre descubrió que aquella esquiva voz provenía de un hermoso pájaro medio oculto, con plumaje de colores vivos, unas alas llamativas y una hermosa cresta sobre la cabeza. La extraña ave revoloteó torpe y nerviosa por las distintas ramas, hasta que se presentó a una distancia prudencial ante el hombre, y dijo ser la hija de un acaudalado señor del desierto. Luego, le contó que había huido sin remedio debido a los hombres que anhelaban hacerse con su peculiar transformación por pura codicia. El leñador recordó que tenía guardado un poco de alimento y le construyó un nido que colgó de la rama más alta. Acto seguido, indicó a la supuesta mujer maldita que avisaría a su padre lo más pronto posible. El ave muy agradecida esperó noticias de aquel considerado humano, en la seguridad del refugio. Y días más tardes, este regresó junto a varios soldados de palacio. Tras volver juntos a su tierra natal, la joven pidió a su padre el favor de permanecer cerca del leñador y recompensarlo sabiamente, pues este era el único hombre que la había creído, salvándola de una muerte segura. El leñador se quedó en el palacio al cuidado del pájaro tan especial. Y al primer amanecer, la muchacha despertó con su antiguo cuerpo y junto al humilde leñador. Ambos amantes se casaron y tuvieron una vida próspera.”
Y al finalizar la historia, Sahrazad sintió la curiosidad de saber qué fue lo que impidió al leñador hacerse con el ave y así obtener una gran suma de dinero. A lo que Rasiq respondió que desde un primer momento aquel hombre supo ver una hermosa mujer tras la figura alada. Así pensó que esta había sido maldita por la envidia suscitaba su belleza.”

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