UNUS PRO OMNIBUS ET OMNES PRO UNO:
Una
vez pasados cuatrocientos mil años para el hombre, este se reconoce
parte, sabiéndose igual a la piedra del camino. Entonces se enfrenta
a su destino: hora el árbol del bosque; hora el bosque de este mismo
árbol. El individuo narra la verdad de su vida en un suspiro y la
enmarca en aquel cúmulo de circunstancias. Es eso lo que le permite
proyectarse sobre el resto, percibir el sentido, para el cual han
hecho falta cuatro mil siglos de dudoso equilibrio. De dimes y
diretes en los que aún puede errar el camino.
LA NADA EQUIVALE AL INFINITO:
Buscaba
el genio en su infinito, soñando que encontraba un nuevo
sentimiento. Buscaba como dentro de sí mismo sin dar con fondo,
límite, ni sentido. De tanto buscar quiso topar, por abandono, con
la muerte. Mas ésta viendo que buscaba sin siquiera reparar en ella,
predijo un mal destino para el genio. Buscaba el genio en el
infinito, allí donde todos coinciden pero nadie perdura más de lo
debido.
Está quien hizo frente a tan horrible sino,
por
combatir el miedo del finado olvido,
al
recurrir a forma: “amor cuasi divino”.
Para
estos púgiles que bruñen su coraza
se
transmuta la muerte, a conceptual melaza,
enfrentando
opuestos, como formas opacas.
“La
destrucción o el amor”, es cese o cuna;
Alquimia de contrastes.
AUTOR INVITADO:
“Quiero
amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero
ser tú, tu sangre, esa lava rugiente,
que
regando encerrada bellos miembros extremos
siente
así los hermosos límites de la vida.”
Vicente
Aleixandre.
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