Gracias
a una trémula luz la oscuridad da paso a la suave penumbra. Esta luz se hace
casi innecesaria, debido a la sobria imagen que presenta. Una simple pared
blanca, sin mayor ornamentación. Por contra, sin esta débil iluminación no se
proyectaría una inmediata sombra consiguiente. Dibujada sobre la pared vacua,
blanca, pero con esas rugosidades que las paredes tienen, molestos óbices de la
materia prima sobre una superficie que debería ser suave a la par que
homogénea. En lo que respecta a la sombra, esta no tiene una forma definida,
pues su superficie parte de la base de la pared y se pierde indefinidamente en
el límite superior de la misma. Por momentos, se dibuja en forma de una oscura
puerta, estirada y estrecha, sobre la blancura del muro. Esta adquiere volumen,
quiere ser puerta y como tal parece que se abre a petición de cualquiera que
quiera pasar a través de ella. Sin embargo, no hay picaportes, manecilla o
bisagras. Es una puerta fantasma, una simple sombra. De repente, un golpeteo seco
se enmudece al otro lado del muro, sacudiendo la sombra. La inmaterialidad de
esta queda comprometida por la apariencia completa de una verdadera puerta de
madera. Por su sonido irregular, la llamada se hace sin celeridad. Tampoco
espera que haya demora. La sombra se torna entonces más y más profunda y la
pared queda atrás. La persona al otro lado no pasa al interior, sino más bien
la visión profundiza en la entrada dibujada a modo de marco hacia algo nuevo y
desconocido. Pero eso sólo logra profundizar en la estrecha oscuridad de su
interior. Todo se vuelve de nuevo negrura y ningún sentido percibe nada
especial.
- No
has muerto. Que más quisieras.
- Lo
sé, no había ninguna luz al final del túnel…
- Un
gracioso.
-
¿Estáis jugando de nuevo a ser dioses, dentro de mis estadios de sueño
profundo?
-
Esas son las normas.
-
Ya, sé que esto no es un club de lectura, a pesar de su peculiar comitiva.
-
Veo que no eres consciente de lo que ocurre. De tu castigo, quiero decir.
-
Ahora lo recuerdo. Ya sabes que si no dibujáis algunos aspectos de la realidad,
el soñador pierde la noción de su espacio con cada inmersión. ¿Eras tú entonces
quien llamaba?
- Ya
sabes que no. La puerta está ahí para ser impenetrable. Es solo una sombra.
Distintas formas de torturas. Recuerda que estás en un sueño castigo.
-
Que mala sombra… Aún no se lo que me espera, pues al igual que la penumbra que
se ciñe sobre la silueta de la pared, nunca he estado al otro lado de los que
participan en este macabro ejercicio.
- Por
otro lado, y como viene siendo costumbre, tu cuerpo será conservado para ser
perpetrado en sueños como el cuerpo de una ramera barata.
- Ya
veo.
-
Has empezado a olvidar las cosas pero aún no has topado con la demencia, la más
temida de nuestras enfermedades…
-
¿Todavía no habéis encontrado solución a ese virus infranqueable?
-
Eso no es de tu incumbencia.
-
¿Al menos me recordarás cuál fue mi descuido?
-
Sabes que no. Las sentencias son inapelables y nadie puede desobedecerlas. Y
aunque fueran erróneas, ¿quién puede ir en contra de una imposición si para
cuando todo esté comenzado, nada podrá ser refutado?
-
Si, ahora también recuerdo eso. No me pareció mala idea el imponer un consejo
que asegure cada norma que se establece, pues es de vital importancia el
cumplimiento de la ley, para cualquier tipo de colectivo. Sin embargo, no estoy
de acuerdo con la cantidad de consejos que han proliferado desde entonces.
-
Empiezas a recordar demasiadas cosas. Además, tú no estás aquí para discutir
las normas. De eso ya se encargan otros. Es obvio que a todos nos parecen
horrorosas las medidas adoptadas cuando estamos en el punto de mira, esperando
a que todo se acabe. Y no digamos si se trata de un sueño perpetuo.
- ¿Sueño
perpetuo? ¿Y no hay ninguna manera de saber si mi sentencia es reprogramable?
- No
he dicho que tu castigo lo sea. Y no voy a pecar de ingenuo en mi turno. Prueba
suerte con el siguiente.
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