domingo, 28 de febrero de 2016

Relato: Sueño perpetuo. Capítulo IV

Unas formas nítidas se presentan raudas para ocupar el espacio de un habitáculo vacío, sin puertas ni ventanas. Una esfera que se muta a elipse manteniendo su falta de contenido. Luego, todo se complica gradualmente en una serie de mayores volúmenes en la apariencia de tubos y cables, superficies y texturas. Todo ello, representando alguna extraña maquinaria tecnológica. A veces esta tecnología se vuelve a simplificar en telas o meras superficies de distintas materias atornilladas entre sí. Pero siempre existe una desconexión clara entre la forma y su propio contenido sobre la psique. Y es que estos objetos, por llamarlos así, denotan materia real y forman por tanto, artefactos ya conocidos para la mente humana. Sin embargo, quedan como referencias perdidas en un océano de artilugios sin una existencia palpable, verdadera para la mente de quien los contempla. La desconfianza ante este flujo constante de piezas sin rumbo, hora amenazantemente afiladas, hora sin vértices ni aristas, persiste hasta persuadir de como la realidad de tales extensiones de materia prima, trabajadas laboriosas y artificialmente, están ahí para ser tocadas, usadas, pero sin descubrir de qué modo o manera. Entonces la desconfianza muta en confusión. La realidad en ficción. Los estímulos llegan en oleadas incesantes de inquietudes perturbadoras sin una resolución posible. Si la curiosidad desestructurada es la motivación, en esta situación la experiencia motivacional es un pecado, transportando la visión a ninguna parte. Al horror al vacío. Pero un vacío repleto de nada existencial.     
- Aún no es tu fin, divagas.
- ¿Quién eres tú?
- Comprendo. Ahora el protocolo me obliga a informarte de lo siguiente: La sensación de hambre, frío o el simple dolor pueden influir en los sueños. Y es por eso que se hace complicado aceptar mentalmente ciertas emociones cuando no se cumplen unas mínimas condiciones necesarias para la psicosomática. Esa complejidad queda excluida en los estadios oníricos. Creer que caes al vacío, cuando de forma paradójica permaneces tumbado y en reposo. Pensar en la presencia física cuando permaneces en un estado de absoluta abstracción. Responde. ¿A caso reconoces estas causas?
- No sé de qué me habla…
- Pues debo continuar. Por su parte, la corporación ha desarrollado un proceso conocido como la “Metempsicosis artificial” que sintetiza todas estas reglas de la lógica natural en los estadios de sueños profundos, aplicando la tecnología para superar a la propia computación emocional de las personas. Entonces se hace sencillo invertir los polos de lo real y lo imaginario. Y el campo de la neurología aplicada se expande hasta el punto en que los sentidos se hacen ajenos, las emociones extrañas y las intenciones contradictorias. En ese paradigma, nadie te puede asegurar cuál es tu propio deseo o qué y dónde está el engaño de la sociedad del “conocimiento colmena”. ¿Se pregunta alguna vez si de verdad es usted mismo quien decide? ¿Y si no fuera así?
- Entonces es...
- Entonces es la existencia sin significado, siempre a un paso de la muerte.

EPÍLOGO:

Así se dijo en los intensos sueños proyectados, con la idea de hacer saber al torturado que su vida pendía de un hilo, y que ese hilo estaba siendo tejido a medida que perdía la capacidad de comunicarse. Poco a poco se pierden la coordinación de elementos abstractos, la semántica, los recuerdos, las emociones… Aquí no importa en nada el cansancio físico. Pues son los estadios de sueño profundo los que trabajan en los cuerpos biológicos de aquellos que son atrozmente procesados.     

domingo, 21 de febrero de 2016

Relato: Sueño perpetuo. Capítulo III

En seguida, parece amanecer ya que todo queda iluminado con una bonita luz blanquecina. Esa falsa idea inicial tan solo llega para romper las barreras emocionales, penetrando como una espada bien afilada para luego salir y dejar al aire una herida mortal. Entonces, allí en pie sobre una escarpada caída vertiginosa, nada se presenta salvo la sensación de que el día cambia a gris aciago. El clima torna aunque tan solo sea por una falsa percepción, con olas que se levantan empicadas como muros de más de diez metros de altitud. Aquí nada puede hacer un pequeño bote contra tan virulenta marejada. Es igual a utilizar un avión de papel frente a un agujero negro. Una esperanza perdida por la lógica apórica de la situación. Una isla sí parece un bonito refugio ante una catástrofe tan evidente y desproporcionada. Pero las islas se presentan en forma de vaga excusa para querer vivir más allá, querer seguir avanzando ilusoriamente. Esto se debe a que este trozo de tierra pronto se torna en un problema para la mente. Es un engaño para el sistema de referencias. Un laberinto inventado que se reproduce sobre la marcha. Eso quiere decir que a medida que la visión transcurre, la propia voluntad del laberinto quiere superar todos los mismos límites. Es una entelequia infinita. Las paredes crecen con celeridad a ambos lados, en cada ángulo que cortan verticalmente, surgiendo nuevos planos del suelo al igual que plantas. Se mofan de quien pretende atravesar la infinitud de un mundo indomable. Entonces todo vuelve al terreno de lo imposible. De lo milagroso. Y una vez más, una salida se ilumina con tal intensidad al final de un enorme pasillo que su flujo y luminiscencia neutralizan la mente. En ese instante, cualquier persona preferiría permanecer al borde de un barranco antes que en la seguridad de un suelo tan firme pero al mismo tiempo traicionero. Por ello, la luz se vuelve tenue, no molesta a la visión, permitiendo ver como un atardecer sobre el basto horizonte se alimenta de una enorme bola rojiza que va menguando en un arco. Luego resta en una diminuta pestaña. Y finalmente la luz mortecina de la bola blanca permanece y deja una ambigua seguridad. Ahora todo se funde en gris, en una falsa neutralidad, que tan sólo llega para romper las barreras emocionales, penetrando como una espada bien afilada. Pues al borde de aquel indómito barranco se ven las nubes de la desesperanza para luego traer las olas de la angustia, salvadas por una pequeña esperanza aislada. Y por último, los inabarcables caminos de la desesperación hasta la oscuridad densa de la mente. Es difícil reconocer los bucles.
- No has muerto. Solo divagas.
- Lo sé, las victorias son duras de alcanzar. No es tan fácil dejarse morir cuando se está consciente. Alcanzar al ser finado con la virtud de la cordura es casi imposible y solo se acepta la muerte cuando esta es inmediata y tajante o tu mente grita basta. Mientras tanto, el cuerpo lucha, esgrime mil artimañas para que resistas. Te dice que no eres dueño de tu propio final. ¿Cómo puede ser eso verdad?
- La biología humana es muy compleja. Aún no conocemos nada semejante.
- Sí, encima eso. No sólo debo luchar contra la voluntad de mis torturadores sino que además tengo que enfrentarme a la angustia caprichosa, propia de mi existencia.
- Es curioso como cambias tus argumentos cuando te vas acercando a ciertos patrones limítrofes. Ya sabes que es lo habitual en los que sufren estos castigos. Por el contrario, es de agradecer que cada individuo sea un mundo en sí y que sus reacciones difieran tanto, a pesar de nuestras enormes similitudes genéticas.
- Has de saber que nada de lo que hayas experimentado antes, te prepara para lo que se te viene encima. Un error y…
- No me asustas, tengo mi conciencia tranquila. Sin embargo, me alegra oír esas palabras de tu boca. Estas si forman parte inherente de las posibles experiencias que siempre desconocemos en nosotros mismos, ya sabes la negación, la locura, la muerte…
- Sobre tu falsa seguridad no opino lo mismo.            
- Eso son solo reminiscencias del sueño, percepciones que perduran en el inconsciente. Además, tu opinión personal no es de mi incumbencia. Pero veo que aún expones argumentos con facilidad, mantienes ciertas facultades cognitivas que te permiten resistir al dolor antes de dejarte llevar del todo.
- ¿Y qué? La única forma de aceptar estas circunstancias como un mal cumplido, sería conociendo si mi sentencia es reprogramable.
- ¡Ah, la esperanza en el error ajeno! ¡Haciendo siempre acto de presencia como un ángel cegador! Pero no te confíes a tal demonio.
- ¿Eso es una pista…?
- Eso es una advertencia, si sigues entregándote a tu naturaleza innata.
- No es verdad. Mi naturaleza solo me ayuda a aceptar mi final como algo orgánico a lo que debo transitar como obsolescencia programada, pero no me prepara para el sufrimiento perpetuo.  
- Estamos rondando con demasiada insistencia los mismos hilos que nos conducen a determinados círculos peligrosos. Cambiemos de tema y háblame sobre algo del pasado.
- En el pasado fui vanidoso, de eso estoy seguro.
- ¿Por qué insinúas eso?
- Porque de no ser por la sed de conocimiento nadie se embarca en tales empresas. Ahora recuerdo con nostalgia el “mare tenebrorum”, y la curiosidad como brújula y motor para seguir indagando más y más allá. Y de manera persistente más allá…
- Puede ser, a veces la curiosidad se convierte en un pecado dionisiaco. De eso estamos curados los que formamos parte de esta distinguida sociedad.
- Sí, eso mismo creía yo. Pero siempre están las normas y el impulso irrefrenable de incumplirlas que a su vez se torna en un agravio descaro ante el intento de equilibrar los flujos de la información.

- Eres persistentemente ingenioso. Creo que insistes demasiado así pues, tendrás que esperar hasta el siguiente sueño.

domingo, 14 de febrero de 2016

Relato: Sueño Perpetuo. Capítulo II

No existen las fronteras. Eso parece apetecible pero en exceso la amplitud produce vértigo. Parece mentira como condicionan la mente los espacios abiertos y vacíos, el terror de una frontera infinita, sin límites definidos. La mente no responde a estímulos. El tedio es una nefasta condición para regular nuestros miedos, pues sin ocupar nuestro campo visual, la mente está perdida en lo anodino. El marco perceptivo avanza, a veces rápido, a veces lento. A veces se detiene. Se toma su tiempo. Pero el paisaje no cambia. ¿Qué es lo que hace pensar que se avanza entonces? No es posible tener una percepción de velocidad tan precisa si no hay referencias. Entonces se denota que los campos de la imagen son páramos blancos, dunas de yeso y cal que se extienden hasta perderse en la lejanía. Allí no hay más que sombras que juegan a ser puntos en los que reposar la vista de tanta monotonía cromática. Además, los grises de dichas sombras no solucionan más que el problema de una ficticia percepción del movimiento, ya que estos se extienden con igual persistencia por todo lo que se ve. No existe más que la blancura de un marco inmaculado y sus propias sombras. Como si todo estuviera falazmente equilibrado. Tan equilibrado que no es necesario la perturbación pues es lo inalterable en sí lo que perturba la propia psique. Eso vuelve a dar miedo, a intimidar al que observa. La profundidad de campo sin demoras es como la potencia sin control. Es como la multitud sin contención. Es como un todo sin nada en concreto. Así se construyen las tautologías, pues son fruto de la pura abstracción y no pueden tomar forma real. Entonces se hace sencillo perder la conciencia en un estado profundo de divergencia. Solo se puede volver al negro del que se partía. Volver a la oscuridad perpetua.
- No has muerto aún. Que más quisieras.
- ¡No lo aguanto más!
- Sí que puedes. Y si no fuera así tus visiones serían otras, créeme.
- Sigo esperando a que alguien me ofrezca un condicionante.
- Ya pero ese es tu propio engaño. La mente puede agarrarse a cualquier cosa antes de sucumbir.
- Entonces esperáis en serio que pierda la cordura. Eso me suena a…
- Yo no he dicho tal cosa y si lo hubiera insinuado tan solo, habría abandonado mi puesto en seguida. 
- Sí lo sé, aunque no lo recuerdo bien, pero sé que en la corporación no se perdona el error. Compartir datos, información condicionante, en mitad de un castigo no puede ser posible.
- ¿Y quién te puede asegurar que no soy otra persona, alguien que ha sustituido en seguida al primer oyente? A lo mejor está siendo juzgado por su error, en este preciso instante. En cualquier caso, tú jamás lo sabrás.
- Conozco ese peligroso juego, al menos así lo recuerdo. Y empiezo a estar cansado. Algún día, todos conocerán vuestra manera de proceder. Y esta “sociedad privada del conocimiento compartido” se verá comprometida por querer hurgar en los sueños ajenos.   
- Veo que empiezas a adentrarte en sentimientos de ira. Puede que tu límite esté más cerca de lo que parece.
- Puede ser. Demasiados años caminando por entre las mentes ajenas y ahora desconozco por completo mi propia condición. Es la vida de un mal mentalista. El chiste que sirve de escarmiento a quien quiere saber más de lo que merece.
- Sea como fuere tu existencia aún no ha acabado. Tendrás que esperar al siguiente sueño.
- Al final acabaré amando casi tanto la muerte como el dormir cuando se sufre de insomnio.

domingo, 7 de febrero de 2016

Relato: Sueño Perpetuo. Capítulo I

Gracias a una trémula luz la oscuridad da paso a la suave penumbra. Esta luz se hace casi innecesaria, debido a la sobria imagen que presenta. Una simple pared blanca, sin mayor ornamentación. Por contra, sin esta débil iluminación no se proyectaría una inmediata sombra consiguiente. Dibujada sobre la pared vacua, blanca, pero con esas rugosidades que las paredes tienen, molestos óbices de la materia prima sobre una superficie que debería ser suave a la par que homogénea. En lo que respecta a la sombra, esta no tiene una forma definida, pues su superficie parte de la base de la pared y se pierde indefinidamente en el límite superior de la misma. Por momentos, se dibuja en forma de una oscura puerta, estirada y estrecha, sobre la blancura del muro. Esta adquiere volumen, quiere ser puerta y como tal parece que se abre a petición de cualquiera que quiera pasar a través de ella. Sin embargo, no hay picaportes, manecilla o bisagras. Es una puerta fantasma, una simple sombra. De repente, un golpeteo seco se enmudece al otro lado del muro, sacudiendo la sombra. La inmaterialidad de esta queda comprometida por la apariencia completa de una verdadera puerta de madera. Por su sonido irregular, la llamada se hace sin celeridad. Tampoco espera que haya demora. La sombra se torna entonces más y más profunda y la pared queda atrás. La persona al otro lado no pasa al interior, sino más bien la visión profundiza en la entrada dibujada a modo de marco hacia algo nuevo y desconocido. Pero eso sólo logra profundizar en la estrecha oscuridad de su interior. Todo se vuelve de nuevo negrura y ningún sentido percibe nada especial.
- No has muerto. Que más quisieras.
- Lo sé, no había ninguna luz al final del túnel…
- Un gracioso.
- ¿Estáis jugando de nuevo a ser dioses, dentro de mis estadios de sueño profundo?
- Esas son las normas.
- Ya, sé que esto no es un club de lectura, a pesar de su peculiar comitiva.
- Veo que no eres consciente de lo que ocurre. De tu castigo, quiero decir.
- Ahora lo recuerdo. Ya sabes que si no dibujáis algunos aspectos de la realidad, el soñador pierde la noción de su espacio con cada inmersión. ¿Eras tú entonces quien llamaba?
- Ya sabes que no. La puerta está ahí para ser impenetrable. Es solo una sombra. Distintas formas de torturas. Recuerda que estás en un sueño castigo.
- Que mala sombra… Aún no se lo que me espera, pues al igual que la penumbra que se ciñe sobre la silueta de la pared, nunca he estado al otro lado de los que participan en este macabro ejercicio.
- Por otro lado, y como viene siendo costumbre, tu cuerpo será conservado para ser perpetrado en sueños como el cuerpo de una ramera barata.
- Ya veo.
- Has empezado a olvidar las cosas pero aún no has topado con la demencia, la más temida de nuestras enfermedades…
- ¿Todavía no habéis encontrado solución a ese virus infranqueable?
- Eso no es de tu incumbencia.
- ¿Al menos me recordarás cuál fue mi descuido?
- Sabes que no. Las sentencias son inapelables y nadie puede desobedecerlas. Y aunque fueran erróneas, ¿quién puede ir en contra de una imposición si para cuando todo esté comenzado, nada podrá ser refutado?
- Si, ahora también recuerdo eso. No me pareció mala idea el imponer un consejo que asegure cada norma que se establece, pues es de vital importancia el cumplimiento de la ley, para cualquier tipo de colectivo. Sin embargo, no estoy de acuerdo con la cantidad de consejos que han proliferado desde entonces.
- Empiezas a recordar demasiadas cosas. Además, tú no estás aquí para discutir las normas. De eso ya se encargan otros. Es obvio que a todos nos parecen horrorosas las medidas adoptadas cuando estamos en el punto de mira, esperando a que todo se acabe. Y no digamos si se trata de un sueño perpetuo.  
- ¿Sueño perpetuo? ¿Y no hay ninguna manera de saber si mi sentencia es reprogramable?

- No he dicho que tu castigo lo sea. Y no voy a pecar de ingenuo en mi turno. Prueba suerte con el siguiente.