DESARROLLO
COGNITIVO INHERENTE EN LA ESTRUCTURA DEL DIAGRAMA PROYECTIVO.
Para
poder plantear un desarrollo del diagrama en cuanto a un proceso
propio de la psicología cognitiva, el modelo que mejor explica las posibilidades del diagrama es el de equilibración de
estructuras, planteado por el psicologista Jean Piaget. Así, con la
formalización que realiza Piaget de los esquemas lógicos en el
desarrollo cognitivo, profundizamos en los mimos resultados que
ofrece el esquema del método proyectivo, puesto que la metodología
simbólica de uno no interfiere en las equilibraciones estructurales
del otro y viceversa. En este sentido, la trascendencia que plantea
el diagrama proyectivo refiere a un proceso evolutivo de todo el
universo conocido (biológico, conductual, físico, etc.), incluyendo
el propio proceso cognitivo in situ.
Para
empezar debemos tener en cuenta siempre que el diagrama proyectivo
plantea una simetría obvia, una parte fundamental de la figura, que
se sostiene dentro del mesocosmos de manera intrínseca para denotar
un binomio de causas. A diferencia de los diagramas que demuestran
actividad cognitiva, representativa del ser autoconsciente, este
binomio simétrico funciona simplemente como la posibilidad de
interacción entre procesos bioquímicos y atómicos, algo que ya
está explicado en la entrada sobre el diagrama en la realidad
evolutiva, y que podríamos denominar la posibilidad de cambio o mutabilidad. Sin embargo, esta simetría una vez desarrollado el
proceso cognitivo para el ser vivo intelectual, representará la
función específica de los tres mundos que interfieren para el
desarrollo general, al ser observados tras la síntesis que permite
la geometría proyectiva. Esto queda reflejado en el primer ciclo
antropológico con el diagrama del “ser autoconsciente”, en donde
vemos separados por dicha función, el punto que supondrá el M3 del
propio M1, a pesar de su pertenencia, dejando una clara división
diametral en el M2 del ser pensante, esto último tampoco se excluye
en los diagramas previos que también plantean un incipiente M2. Pero
este primer esquema primitivo, presupone que el desarrollo del ser
autoconsciente pasa por una especialización neuronal, algo difícil
de precisar en un órgano tan moldeable, evidenciando la
especialización del conocimiento acumulado, una vez ha sido rebasada
la barrera de la “autocognividad”. En este enclave, de poderosa
relevancia para el cambio o mutabilidad de los primeros homínidos,
las apreciaciones cognitivas se limitan a representaciones
simbólicas, que se hacen patente en soportes pero de una forma muy
intuitiva y necesaria para la supervivencia. El desarrollo de los
primeros instrumentos, convertidos en una verdadera artesanía, ya
suponen un M3 inicial con una diferenciación cognitiva acentuada,
respecto a la apariencia directa de la realidad física. Es el inicio
de los mitos, los rituales, y del proceso de cambio mediante el cual
el hombre transforma su entorno generando su propia entropía
natural. Ocurre entonces, que el proceso inicial de especialización
intrínseca de este mundo transita a lo que muchos han denominado la
abstracción, en tanto a las representaciones significativas sobre
objetos determinados asimiladas por los siguientes taxones evolutivos
que llevan hasta el hombre moderno, pasando además, del propio
instinto natural a la clara intuición.
A
partir de aquí, la agrupaciones entre individuos que se forman
gracias al poder de la experiencia del conocimiento, queda reflejado
en el segundo ciclo del diagrama, con el “ser socioantropológico”,
correspondiente con las primeras abstracciones y sus progresivas
asimilaciones y adecuaciones, en donde pasamos de las primeras
representaciones simbólicas a trasladarnos a la posibilidad de
contar por adición, o aplicar distintos atributos a los materiales
en los diferentes procesos de abstracciones: empíricas primero y
reflexivas después. En este punto, la necesidad de conocer antes de
ser engañado, es un potente motivador para la supervivencia, pues
depende de ello el sustento en las primeras industrias, las del
trueque.
Para
el planteamiento de la abstracción reflexiva, según el punto de
vista de Jean Piaget, observamos dos procesos generales que encauzan,
dentro de la psicología cognitiva, la asimilación y la adecuación.
Entre ambos, se demanda en este modelo un equilibrio de las
estructuras esquematizadas, desde las más elementales hasta las que
ofrecen una cantidad mayor de obstáculos para su modelización. Al
llegar a este punto, podemos observar que el proceso de simetría que
comenzó siendo una función de mutabilidad directa del entorno y de
las necesidades lógicas que se derivan de los procesos de causas
naturales, pasa a ser un proceso de mutabilidad mucho más directa
del conocimiento que adquiere el propio hombre, gracias a su función
psicológica. Por lo tanto, a partir de ahora esta línea en los
procesos generales de la proyectividad, dependerá más de la
actividad cognitiva que de los cambios directos del ecosistema que
obligan a un proceso de evolución. En este sentido, es claramente el
hombre quien regula el medio para adecuarlo a sus necesidades y no al
contrario. Y ahí reside la causa fundamental para precisar el cambio
en el último ciclo del diagrama, con el “ser psicosocial”.
EL
POR QUÉ DEL CAMBIO EN LA EQUILIBRACIÓN DE LA ESTRUCTURA DEL
DIAGRAMA.
La
cuestión de modificar el entorno no sólo para adecuarlo a las
necesidades de supervivencia (necesidad lógica primaria y natural),
sino también para poder comprenderlo mejor (necesidad lógica
secundaria intelectual), representa claramente ese “por qué” que
servirá de base para el gran cambio en el desarrollo del diagrama.
En un inicio, estas dos motivaciones pueden suponer grandes motores
para la clara ventaja en la evolución cognitiva frente al sistema
natural de la mutabilidad genética. Sin embargo, a medida que
profundizamos en el conocimiento de nuestro entorno, precisamos de un
mayor desarrollo de este en nuestro favor, lo que nos empuja
irremediablemente a la dependencia de nuestro propio entorno estable,
como si de una atalaya se tratase, desde donde poder observar en
derredor. Esta especie de autoaislamiento del entorno más
impredecible por un entorno más preciso, regulado ahora sí por
sistemas de todo tipo, precisa a la larga de una comprensión propia,
pues desarrolla tal y como podemos ver en el modelo de
reequilibración maximizadora de Piaget, interacciones de tipo tal,
que se alejan progresivamente con cada nuevo ciclo (o subsistemas) de
la realidad, propiciando una mayor facilidad para la formalización
de símbolos intrínsecos del metalenguaje del hombre. Hablamos
entonces de las ciencias exactas y más concretamente de las
matemáticas puras. Por lo que pasaríamos de abstracciones empíricas
con observables a este tipo de abstracción reflexiva propias del M3,
y que parte de sucesivos ciclos en la psique autoconsciente.
Esto
nos lleva a la conclusión de que la estabilidad que proporciona un
entorno concreto y su propia autoequilibración general produce un
mayor grado de desarrollo en la reequilibración maximizadora del
individuo cognitivo, a modo de regulación local. Del mismo modo,
estaríamos afirmando la siguiente proposición demostrativa:
la entropía cognitiva depende directamente de la entropía del
entorno a observar.
Esto es lo mismo que decir, a mayor entropía externa, se produce una
mayor perturbación de la estructura cognitiva, por lo que se precisa
mayor entropía cognitiva para la adecuación y la asimilación, es
decir, para la reequilibración debido a la nueva interacción.
Mientras que a mayor equilibrio cognitivo preceptivo, se produce una
mayor fuerza negentrópica y por tanto, el impacto que supone la
perturbación en el ciclo anterior de la estructura cognitiva es
menor, y menor es la entropía cognitiva necesaria. De ahí se deriva
por ejemplo, la precisión (o predecibilidad) de un conocimiento,
planteada por Karl Popper en su metáfora de “las nubes y los
relojes”.
Finalmente,
el concepto de equilibración entre el objetivismo y el subjetivismo,
en el tercer ciclo del diagrama proyectivo, regulado previamente por
el entorno social establecido, se sustenta por una clara función de
simetría que parte del equilibrio de la realidad del M1, planteado
por tanto como el culmen evolutivo en un entorno regulado para el
individuo que reflexiona sobre nuevos problemas cada vez más
intelectuales e intrínsecos al modelo de ecosistema propio.
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