Campos de
brumas en ciernes;
sendas
combadas por riscos.
Comprende
el color del abismo
y ostenta
título de perpetuo.
Pérfida
piel de opulencia,
rezuma
sabor, olor y presencia.
Más, no
perdura en simiente,
no actúa
de confidente.
Se oculta
a conciencia el origen,
es un
canto en cuerpo de esfinge.
Saber de
campos con brumas,
es tramar
de sendas funestas.
El engaño.
A veces
ligera y concisa,
directa o
llena de aristas.
Prolongada
hasta el último hálito,
en forma
de fiesta divina.
Recogida
en un sólo suspiro,
con
sensación de frugal desatino.
Es la
flor de salida,
regada en
llantos de vida.
El árbol
de la huida,
firmado
con surcos de hábitos.
Los más
timoratos rehúyen,
lloran,
sucumben y mueren.
Empero,
quienes sufren,
luchan
pero ríen, viven.
Todos
bailan sus propios motivos,
y juntos
llegan al mismo destino.
La vida, la muerte.
(Morir es vivir y viceversa).
¡Cómo
mientes granuja!
¡Cómo te
ríes del mundo!
Indicas
con sendas agujas,
señalando
con cada segundo,
silvas
los ritmos divinos,
marcas
los pasos indefinidos.
El
reloj.
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