lunes, 26 de mayo de 2014

Cuento macabro: El trimorfo.

Para comenzar este relato, primero debo aclarar una breve cuestión necesaria para entender esta magnífica crónica. La leyenda del trimorfo proviene de antaño, de tiempos en los que se adoraba de manera abierta a otros dioses y diferentes culturas formaban una gran amalgama. Cada cual elegía a que dios rezar y aunque ciertas deidades predominaban sobre otras menos favorecidas, proliferaban credos de distinta índole y procedencia reunidos en un mismo lugar. En aquel marco insólito, la escultura del trimorfo se representaba como una figura sin forma definida. Según se cuenta, llegaba gente de todos los puntos de la geografía con la intención de pedirle consejo. Una de estas estatuas, situada en un bosque a las afueras de una vieja aldea, juzgaba las intenciones de los demandantes. A continuación, respondía cobrando la forma de una de las tres representaciones que habitan en su interior. En ese preciso instante, el trimorfo tomaba el aspecto de Astaroth, el señor de la mentira. En otras ocasiones se manifestaba Belzebuth, señor de la guerra y los conflictos. Y solo en contadas veces, aparecía la forma de Lucifer.
Pues bien, para ser exactos, mi historia se inició en una aldea cercana al bosque en cuyo lugar permanecía oculta una de las mencionadas esculturas muchas guerras después. La tempestad que había azotado durante días la vaguada del valle, hacían imposible continuar el viaje a peregrinos que como yo, deseaban visitar Compostela, tierra santa para los hombres de la península y un lugar de peregrinaje obligado para toda la cristiandad de Europa. Por estos motivos, me dirigía a una taberna tan raudo como me lo permitían mi fardo y la embadurnada capota que me protegía del viento, en un enclave digno de mención en manuscritos paganos, de estantes secretos, en bibliotecas monacales. Tras despojarme del peso en la entrada, pedí una jarra de vino añejo y un poco de queso seco, ocupando la mesa más cercana a la única ventana de aquel antro lujurioso. Este asiento en concreto, tan privilegiado, me proporcionaría de seguro algún material para utilizar en próximos encuentros con peregrinos y borrachos del camino. No pasaron ni diez minutos, cuando llegó tras de mi un joven de actitud desconfiada. Llamó mi atención su rostro de pícaro oculto bajo el abrigo, muy probablemente curtido en el recelo de la calle. Se secó la frente con el borde de su capa. Y para saciedad de mi propia curiosidad, pidió mesa muy próxima a mi sitio sin saber que tenía quien le observaba. Por último, comenzó a beber de manera desconsolada.
Un instante después, entró en la posada otro individuo. Este nuevo visitante dejaba al descubierto un semblante aún más atormentado. Su aspecto demacrado y rostro desencajado, reflejaban el pavor tras el encuentro con el mismísimo diablo. También pidió una jarra de vino, buscando con la mirada al que parecía ser un allegado. Una vez sentados a la misma mesa, ambos comenzaron una conversación tan peculiar que jamás olvidaré.
- Al fin llegáis, hermano. ¿Qué tal vuestro encuentro con la estatua? -Preguntó en tono de suspicacia el primero en entrar.
- Bastante tormentosa. Al menos, puedo apreciar que no soy el último. -Dijo el recién llegado y a continuación, miró con recelo en todas direcciones.- Cuando la hallé, le hice una cuestión sobre mi porvenir. Más olvidé ofrendar como es debido en este caso. Entonces y sin saber por qué, la amorfa piedra sobre su pedestal tomó al aspecto de un gusano gigante, repleto de púas como puños. Luego, me contestó las siguientes palabras: “Esta misma noche, perderás la vida a manos de quien en verdad no te ama”.
Los dos hermanos quedaron en silencio y fijas sus miradas. Parecían que aquellas palabras una vez pronunciadas, resonaron con diferente eco a sus respectivas entendederas. De repente, una vez más el primero en llegar tomó la iniciativa, sacó un puñal sin vacilar y atravesó el pecho de su compañero de mesa. En un ambiente de exaltada confusión, alguien vociferó, dando aviso a la guardia que por suerte rondaba cerca. Acto seguido, dos soldados se llevaron raudos al asesino y el tendero despachó el cuerpo del otro. Por consiguiente, no tuve más remedio que desplazarme hasta el lugar del arresto si quería dar así, conclusión a esta crónica bizarra.
Accedí a los calabozos en calidad de uno de esos frailes espirituales que hacen voto de pobreza, proporcionando la extrema unción a los enfermos y cercanos a la muerte en aquel maldito lugar. Al final de la noche y tras muchos padres nuestros, apareció una tercera persona, alguien a quien de manera sencilla ligué con el suceso. Este parecía tener una edad intermedia entre el menor de los muchachos fallecido en la taberna y el que andaba preso. El visitante se acercó de forma directa hasta la jaula donde retenían al pájaro de su hermano y le dijo así:
- Hermano, ¿qué ha sucedido? He estado en la taberna, lugar donde nos citamos y me han narrado lo acontecido. -Luego, continuó con semblante preocupado.- ¿Qué te llevó a atentar contra nuestra querida familia? ¿Y pudiste quizás, encontrar a la estatua?
- Es difícil de explicar. Más, te diré que fui el primero en hallar a la que llaman trimorfo y regresar hasta la posada. Al contemplar los tesoros que amasaba junto al pedestal, sin ser vigilados más que por su figura inerte, decidí cambiar mis pocas cuestiones por un bolsillo repleto de monedas. En ese preciso instante, y sin saber por qué, la estatua tornó en forma de un pequeño demonio, cornudo y sátiro. Luego, me dijo de la siguiente manera: “Veo que has decidido optar por el oro que se encuentra a mis pies. Empero, soy generoso y me apiado de tu alma. Te daré un consejo sin reclamar nada a cambio. Debido a la codicia, uno de tus hermanos matará por sus caudales.”
El muchacho en libertad, se dio cuenta al instante del error de su hermano. Entonces, decidió contarle su propia experiencia, por si le servía en algo.
- Yo, que también estuve ante el trimorfo, le pedí consejo, le ofrendé su correspondiente parte y tomó en seguida la forma de un niño con un cántaro entre sus manos. Entonces, pronunció las siguientes palabras: “Sólo quienes logran el dominio absoluto de sus propias vidas, son dueños de su destino.”
Ahora bien, querido lector, una vez acabada esta crónica yo os pregunto: ¿cuál es a cada una de las tres figuras que se manifiestan ante los tres hermanos?



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