domingo, 18 de diciembre de 2016

Diálogo: Barman, café y puro.

- Buenas, ¿qué tal?
- Hola. Lo tuyo era un cortado, ¿no?
- Si, muchas gracias. Nunca había acudido a una sesión de este tipo. Es que últimamente ando un poco perturbado por las noches.
- Sí, claro pero siéntate, por favor.
- Lo siento, estoy nervioso. Llevo unas semanas con una especie de sueño recurrente, algo desconcertante.
- Esos me fascinan. He leído mucho al respecto y necesitaría saber mucha información de ti antes de lanzar un veredicto: valorar tu personalidad, conocer tu situación, y… Relátame el sueño primero.
- A ver, te explico. En este sueño vivo en mi pueblo de toda la vida, allí conozco a todos y todos me conocen a mí.
- Eso suena a la rutina.
- Ya, nunca salgo del sitio y jamás he rebasado sus límites. Hasta que cierto día sin más, se creó un puente que me empujaba a cruzarlo sin remedio. Y al final de este puente se dibuja una enorme puerta que parece cerrada.
- ¿Estás abierto a nuevas experiencias? ¿Quiero decir algo fuera de lo habitual?
- Tal vez mi nuevo trabajo, un ascenso reciente.
- ¿A sí? Cuéntame más.
- Hace unos meses que he accedido a un puesto de encargado en una importante empresa. Las relaciones con la gente del trabajo no son nada malas, más bien lo contrario. También me han comentado que en breve haríamos un viaje de empresa, para presentarme en mi nuevo cargo.
- Definitivamente va a ser eso. Al parecer el viaje de negocio te genera esa sensación de nuevas experiencias. Quiero saber más.
- Si claro, y lo más curioso empieza ahora. A medida que voy cruzando el puente observo en el otro extremo la puerta cerrada, que comienza a abrirse sin dejar ver nada del otro lado.
- Que incertidumbre. Me parece que hay miedo a realizar este viaje.
- Aun no he acabado. Cuando estoy justo en medio del puente, y la puerta completamente abierta, salta en mi camino una especie de criatura horrorosa. Un grotesco ser lleno de garras, colmillos, babeando, con ojos amarillentos y amenazantes. Parece una de esas criaturas verdes que salen en los cuentos de hadas, duendes, seres del bosque… ¿cómo se llaman?    
- ¿Tal vez te refieres a un trol? ¿En la mitología habitan los puentes?
- Exacto, se parece a las descripciones de los trol de los cuentos infantiles.
- A menudo este tipo de aberraciones aparecen en los sueños para hacer patente alguna carencia, temor o duda que nos aflige en la vida real. Estoy convencido que de pequeño te contaban cuentos en los que aparecían ese tipo de personajes.
- Si, es verdad.
- Seguro que le marcó oír hablar de ellos cuando era un niño.
- Tienes razón, pero los había olvidado conscientemente. Nunca he vuelto a recordar aquellos cuentos a no ser que me lo proponga.
- No te preocupes, es tan solo un recurso de nuestro subconsciente.  Ahora me gustaría hacerte una pregunta, ¿existe algo que te preocupe del viaje?
- Bueno... Hay una persona. Es la directora, la encargada de supervisar mi trabajo. Hace unos días que empezamos una relación y ambos preferimos mantenerla en secreto.
- ¿Y esa mujer está casada?
- No, es soltera. Además, me han contado que ha mantenido relaciones con otros compañeros de la empresa.
- Bueno, todo eso es normal. Las mujeres empresarias pueden adoptar posturas más liberales en las relaciones personales, pero no tiene por qué existir un problema en ello. Como diría Freud, al final el poder se reduce al sexo y aquí, por supuesto da igual el género.
- Tal vez tengas razón. Sé de buena tinta que también mantiene un escarceo con el director general.
- Esta bien, eso puede llegar a suponer una amenaza para el subconsciente… aunque en realidad tampoco creo que sea un obstáculo para continuar cruzando el puente. Tal y como tú has dicho, a esa mujer le gustan las relaciones abiertas.
- ¿Y he mencionado que quiero mucho a mi esposa e hijos?
- A lo mejor deberías haber empezado por ahí.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Terror en corto.

LOS PRIMEROS DEL BOSQUE:
Durante el Japón feudal, vivían un leñador y su familia en un frondoso bosque al pie del monte Fuji, manteniéndose al margen en las disputas entre clanes vecinos. Quisiera el destino para esta historia, que un grupo de borrachos armados con catanas huyeran al territorio que habitaba esta familia. Cuando el leñador se percató de la situación decidió ocultar a su familia bajo el suelo de la casa, junto a las reservas para el invierno. Luego recibió a los intrusos. Estos samuráis sin amo en seguida comieron las pocas existencias de la casa y descontentos, no dudaron en matar al solitario ermitaño. El hombre temiendo por su vida juró que ciertos espíritus del bosque duplicaban los víveres, cada vez que alguien consagraba un poco de sake en la entrada de su casa. Durante la noche los hijos del leñador vaciaron el plato de sake, dejando alimento de la forma que había indicado su padre. De este modo, salvaron su vida. Viendo como su credibilidad aumentaba el leñador se atrevió a ir un paso más allá. Entones, juró que otros espíritus del bosque, más poderosos todavía, proveían de riquezas, cada vez que un samurái consagraba un arma en la entrada de su casa. Durante la noche los hijos del leñador, nuevamente se hicieron con las pocas armas depositadas, dejando baratijas rapiñadas a guerreros caídos. Sin embargo, el gesto los puso en cólera, descontentos por la recompensa. Entonces, el leñador vio la oportunidad y juró una vez más, que otros espíritus del bosque, aún más poderosos todavía, proveían de muchas más riquezas, cada vez que un hombre entregaba todas sus pertenencias. Esa noche, los hijos del leñador se hicieron con las armas y no dejaron nada a cambio. Aquellos ronin ebrios por el sake dormían sin percatarse de que el leñador y sus hijos, los espíritus del bosque, atravesaban las paredes para huir con el botín, mientras otros samuráis vagabundos llegaban a la casa encantada en busca de sangre para sus catanas.  

UNO POR NOCHE:
Quisiera el caprichoso destino que dos náufragos de muy distinta condición quedaran a la deriva por la inmensidad del océano atlántico, tras el naufragio de “La esperanza”, un velero esclavista que partió del centro de África. Uno de ellos era Tamango, un individuo enorme, de piel de ébano, acostumbrado al canibalismo en su lugar de origen. El otro era Institor, un tratante español sin escrúpulos. Esta situación entre ambos hombres los mantenía abocados a permanecer juntos, soportándose mutuamente, pues Institor no tenía medios para matar a Tamango, más fuerte y ágil, pero el africano tampoco se atrevía a acabar con la vida de su acompañante, pues él no sabía pilotar aquella enorme máquina marina. Con el paso de los días, Tamango empezó a acuciar el hambre. Así pues, no se le ocurrió otra cosa que cortar un miembro del español por cada noche transcurrida. Institor amaneció un día sin piernas. Otro sin brazos. Hasta que un día quedó hecho un macabro tocón con muñones donde antes había extremidades. El turbado español interpeló una última vez a la enorme figura de ébano, gritándole que había perdido el juicio y que a su muerte él jamás podría regresar a casa. A lo que el negro respondió con sinceridad que no era el sentido común quien devoraba el alimento que le correspondía, sino su propia naturaleza.      

                    

domingo, 4 de diciembre de 2016

Relato vitalista: Una fortaleza inquebrantada

Dos emperadores, Gleipnir y Fenris, se disputaban una fracción de tierra en pleno centro de Europa cuando decidieron reunirse a petición de Gleipnir, el asediado, tras cinco años de la contienda. Los soldados de Fenris que acechaban con insistencia, aun sufriendo bajas mantenían el ánimo firme gracias al aislamiento de sus oponentes. Mientras tanto, los fieles de Gleipnir en el interior lograban soportar la contienda por la astucia del rey y a la infinidad de pasajes secretos que comunicaban con el exterior. A pesar de todo, eran mayores las pérdidas para los defensores, cuando el mandatario extranjero fuera llamado y conducido por palacio, hasta la misma sala de conferencias. Entonces, Fenris observó con detenimiento cuanto le rodeaba y al encontrarse con su homónimo fue invitado a sentarse a la mesa, junto a sus hombres leales, dando comienzo el parlamento.
- Me sorprende vuestra petición de tregua y más aún que hayáis permitido mi entrada a este bastión. -Y añadió.- Sabéis que poseo grandes estrategas que podrían estudiar los puntos débiles de tu fortaleza con un solo vistazo…
- Mis motivos son suficientes y creo que para ti los serán también, después de haberos expuesto mi petición. Mas sobra mencionaros que esta infinita contienda se alarga en demasía, convirtiéndose en una necedad para ambos.
- Estoy de acuerdo en lo que decís pero debéis saber que mi posición es bien distinta, pues mis guerreros están dispuestos a dar la vida por su señor y este, por la causa.
- Jamás dudaría de tal actitud por vuestra parte o la de tus hombres, los cuales se aprecian belicosos en todo este tiempo. Sin embargo, yo también tengo a mis órdenes valerosos guerreros de los que se oyen narrar infinidad de hazañas.
En ese instante, entraron a la sala varios hombres completamente pertrechados con lustrosos jubones de hierro, entre los que se encontraban Pimor y Nobilis. Y todos en aquella sala reconocían verdaderamente historias sobre estos dos héroes en el campo de batalla. Y junto al monarca del castillo también se sentó otro hombre que observaba con curiosidad todo lo que acontecía. Este hombre era Peritus y a diferencia de los demás permanecía cubierto con ricos ropajes pero desprovisto de armadura. Era pues, el hombre en la corte para el rey, hombre de confianza para su señor, un rostro surcado por una enorme sabiduría. Por contra, en esta ocasión el rey le había privado de la intención de sus planes.
- Hablemos de lo que nos concierne, que no es sino poner fin al endemoniado conflicto. La primera forma de hacerlo, supone grandes pérdidas para ambos. La segunda, por el contrario, es más loable, pues llegando a un acuerdo mutuo justificaríamos una mutua retirada. Mas, ¿estáis dispuesto a un acuerdo?
- Creo que mi disposición al dialogo queda demostrada desde el punto en que aquí me expongo. Pero quedad conforme en que no lo pondré fácil.
- Entonces me gustaría mostraros un manuscrito, de mi puño y letra, que pongo sobre la mesa con absoluta confianza en todos los puntos.
El rey Gleipnir mostró el pergamino enrollado que su adversario que desplegó y leyó con atención. Tras unos segundos de tensión contenida y rictus serio, el conquistador Fenris miró a su oponente y respondió.
- Creo que vos pedís con exigencia para ser la parte vulnerable. Mas no me parecen ser estas severas imposiciones. –Y a pesar del comentario, seguidamente sentenció el monarca.- Estaré dispuesto a firmar si de este modo acabáramos con la locura de la guerra. –Y la pluma recorrió el pergamino con trazo firme y seguro. - Tras esto, debiéramos sellarlo con un gran banquete.
- Estimad el tiempo que requiere mi reino para recuperar su esplendor, y yo mismo os ofreceré mi palacio para tan honrosa celebración.
Después de dos años de trabajo, en el que se dio luto a los muertos y alimento a los vivos, se hizo llamar al rey vecino que no dudó en disfrutar de la fiesta de palacio por una paz duradera. Con esta enorme pitanza se reafirmó la tregua que Gleipnir y Fenris habían firmado tiempo atrás. Y por fin, después de varias semanas, los hombres del rey invitado abandonaron las estancias del castillo, junto a su señor, convencidos de la gran victoria. Toda la corte de los dos reinos parecía sentirse conforme con este final. Todos menos Peritus. Pues el viejo sabio, consejero del rey, se sentía lo suficientemente intrigado como para interrumpir la serenidad de su amo y señor, por conocer más que los demás. No había sido hasta entonces, que se habían ausentado en la tarea de reconstrucción de la fortaleza.
- Señor si me permitís, vuesa merced, os ruego poder formular una pregunta.
- Adelante, viejo Peritus. –Respondió el rey Gleipnir.
- ¿Qué exigisteis en el tratado, que con tanta prestancia se resolvió la que parecía ser una imposible guerra?
- Sobre el manuscrito quedó patente que nuestro hoy aliado, retiraría sus tropas del asedio con diligencia, para acceder a una paz inmediata. Y al cambio recibiría los servicios de un aliado eterno y una paz duradera.
- Perdonad mi insistencia, mi señor, pero, ¿y eso es todo? -El consejero permanecía incrédulo al aclarar luego.- Todos conocen el orgullo y arrogancia del rey Fenris, ¿cómo es posible que este acceda a tal acuerdo?
- Nuestro antaño enemigo accedió a firmar tan raudo por el mismo motivo, por el que fue invitado. -Entonces Gleipnir dibujó una leve mueca.- Pues de este modo contempló con sus propios ojos la situación de nuestras fuerzas, a pesar del tiempo que había pasado asediándola. Un revés para el orgullo del rey.
- Y si no es demasiada mi indiscreción, ¿cuál fue este revés?
Y el rey Gleipnir sabiendo que Peritus era hombre importante en la corte, del que nada escapaba, se dispuso a revelar cuanto deseaba conocer, fraguando una mayor confianza. 
- Yo mismo mandé antes de su llegada, limpiar las calles por las que pasaría, aquellas por las que iba a ser conducido limpié de cadáveres y escombros. Luego, hice llamar a entrar en la sala a los nobles que aún mantenían la compostura. Me aseguré que estuviesen presentes con sus mejores galas, dejando al resto reorganizar a las tropas. Estas se repartieron en trabajos displicentes por toda la fortaleza. También mandé poner en primera plana los regimientos de mejor condición física, junto a ciudadanos bien pertrechados. Al resto, los maltrechos, agotados o hambrientos, los mandé ocupar todas las restantes calles de la fortaleza. –El rey Gleipnir concluye con sorna.- Y si a eso le sumas la fama de este bastión infranqueable, tendrás razones de peso suficientes para firmar el final de cualquier contienda que hayas comenzado contra mi reino.  
- Ahora lo veo todo claro, mi señor. –Respondió Peritus.- Si me lo permitís, vuesa enorme figura es comparable a la de grandes estrategas como lo fueran Cesar, Rómulo, Semíramis o Trajano.

- Viejo curioso, te revelaré algo aún más curioso, pues hice uso a mi manera de aquel antaño dicho que rezara: “A enemigo que huye puente de plata”.