Suave manto glacial, brillando tan opaco,
meciendo cantos azules color ópalo,
e hilando enfiladas las perlas blancas.
Así a un fino y delicado paso,
un puente de plata, elevado camino,
que desciende dibujando líneas curvas,
y recodos que finan en lánguidos sinos.
Y nada he adelantado sin regresar
al ascenso del vértigo imaginado,
por las redondeces de matices rosados
que reposan altas sobre cumbres menudas.
Ancha es la vaguada
de silueta fértil,
un punto natural de cálida estrechez.
Y allí queda dividido el corazón
por tomar decisión, ante tal vicisitud
abierta desde la oculta bifurcación;
por detenerse en su cara opuesta
para contentar la mirada excitada.
Ya sea perenne la figura siniestra
que se elevada sobre una tersa diestra,
revelando hermosos
rupes esculpidos.
Ya sea perenne el día, que el tiempo
empeñado sobre el
camino descrito,
se gasta como apostando lo debido.
Sobre el terreno.
Un sonido entró por mi ventana,
un dulce argot, tan de mañana.
Aun queriendo avisar de madrugada,
llegó más tarde de la hora señalada
por toparse la luz todavía cerrada.
Un sonido entró sin decir nada,
mas que el alba ya se izaba.
Canto mañanero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario