Antes de
proseguir la narración me tomo un obligado respiro. Al fijar la mirada en la
habitación, puedo contemplar como permanece iluminada tan solo por unas velas y
un pálido rayo de luna, hablando de manera titilante sobre tiempos mejores, de
la ostentación, y de riquezas que ahora parecen ocultas bajo un manto de polvo
blanco y múltiples trampas arácnidas. Pero mis compañeros esperan atónitos.
Luego debo continuar, pues también puedo apreciar como mi respiración se va
apagando.
- “El dieciséis de Agosto de 1933 el
gato se enfrentó a un golpe de calor y como consecuencia, a una inmediata
parada cardiaca. Un año después a un ataque al corazón y por el contrario,
Magujo siempre salía airoso de todas aquellas desgracias. Su vida se iba
consumiendo de forma inevitable pero su resistencia felina le dotaba de aquella
sorprendente habilidad que lo hacía casi inmortal.”
“Tres años después Hitler declaró su
intención de invadir Polonia. Evidentemente serví a mi país de la mejor manera
que supe. Y como ambos sabrán, tras un año debí regresar del conflicto con
honores. A pesar de que mi posición me permitió acudir a la guerra en la
sección de inteligencia, apartado de todo enfrentamiento directo, al poco
tiempo fui víctima de uno de los bombardeos alemanes en Londres, una terrible
explosión que me dejó gravemente herido. Lo que muy pocos saben es que en el
hospital de guerra experimenté una extraña sensación, algo único que nunca he
revelado ¡Puedo asegurar con total certeza que volví de la muerte! Pocos días
después y en un tiempo casi extremo me recuperé parcialmente de mis heridas por
lo que me condecoraron y decidieron que la guerra se había acabado para mí. Y
de regreso a casa encontré al gato muy desmejorado. Su antaño vigor y energía
estaban mermados hasta el punto de que ya no era el mismo animal.”
- En
aquel periodo yo me hice cargo de Magujo durante tu ausencia y en ningún
momento aprecié nada fuera de lo común. El animal se comportaba como el resto
de los de su especie. Tan solo le diferenciaba de los demás, una sana y
adorable obsesión por la atención humana. Pero eso solo demuestra que había
recibido un trato excepcional por tu parte, querido.
- “Está bien, veo que aún no veis lo que aquí
sucede. Si sumáis los casos en los que Magujo ha superado la muerte y mi
experiencia en la guerra hace un total de seis las situaciones en las que
mascota y amo nos hemos visto al borde de la desaparición.”
-
¿Insinúas que el extraño animal te ha cedido una de sus vidas? –Espeta Lucio.-
¿Sabes que científicamente es imposible si quiera, que un gato supere siete
veces la muerte? Como médico huelga decir que todo lo que has contado tiene un
posible razonamiento lógico. La primera vez, era muy probable que el gato se
zafara de entre las fauces de la bestia de alguna remota manera, desde luego no
permaneciste allí para cerciorarte. La siguiente situación, seguramente se
debiera como consecuencia a un fenómeno alérgico del animal, por algún alimento
del cual se recuperó tras un ligero descanso. Para la tercera anécdota que has
contado, hay una explicación simple y es que con el agua caliente el animal se
recuperó al instante de la hipotermia del aljibe. Las otras dos son meras
situaciones de superación animal. La naturaleza en casos extremos puede ser
sorprendente reveladora e incluso en los seres humanos. Y eso es exactamente lo
que te ocurrió a ti con las heridas de guerra. No existe otra explicación.
- “Tal vez tengas razón y aun así amigo Lucio,
querida Margaret, ahora siento que le debo algo a mi adorable felino. Pues mi
tiempo ha expirado a pesar de todo. Me inunda una fuerte necesidad de
descansar, dejar este pesado cuerpo y marcharme, quien sabe hasta cuándo.”
-
Querido, ¿qué es lo que te pasa? ¿Por qué deseas con
tanto anhelo la muerte? Si es verdad que pudiste escapar una vez, ¿por qué no
resistes de nuevo?
- “Esta vez no, ya he dicho que se lo debo a
él.”
Mis
fuerzas abandonan lentamente mi cuerpo y a pesar de todo, intento dirigir una
fugaz mirada a la ventana. Habría esperado ver aparecer una figura a contra luz
con dos esferas negras y un hermoso brillo en su interior, pero no me hace
falta, pues ya puedo oír, como si estuviese a mi diestra, los maullidos de
Magujo desde el jardín.
- “Doctor sé que parece imposible pero ese
gato de la ventana se parece mucho al viejo Magujo, ¿no es así?” –Entonces
Margaret mira fijamente a la ventana y Lucio hace exactamente lo mismo. Sus
semblantes desfigurados no caben en su asombro.
- No
puede ser. –Dice el doctor.
Ambos ven
lo mismo que yo en otras ocasiones, dos puntos reflectantes iluminados por
colores diferentes que hacen referencia inequívoca al peculiar animal.
Además,
hay otra cosa en la que también tenía razón, desde el principio, ya no hay
tiempo para despedidas. Es la hora de marchar y devolverle a mi viejo amigo lo
que le pertenece por derecho propio.

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