De
seguro que la teletransmisión ya rondaba la hora. Eso suponía lo de
siempre.
-
Lo se Cadmión. Sé que aquí soy libre de hacer lo que me venga en
gana pero de vez en cuando también quiero rodearme de activos.
-
Perión, tu cargo requiere
de una gran responsabilidad… y no podemos ofrecérselo a
cualquiera. Lo comprendes,
¿verdad? -Entona una metálica voz desde un altavoz oculto.- Imagina
qué ocurriría… si descuidáramos el suministro eléctrico de todo
el sector… -El
interlocutor transforma el semblante para mostrar un falso rostro de
espanto.
-
No me vengas con esas. Aquí todo es automatizado y estoy harto de
tener que matar las horas sin hacer absolutamente nada. -Aprieto el
puño indignado.
-
Óyeme Perión, como tu
amigo te aconsejo que continúes en tu puesto. -Torna
su tono condescendiente.- Y
como tu jefe, te aviso de que en el Consejo todos conocen tus
continuos abusos… no quiero decir más. Abandonar tú puesto de
mala manera sería una pésima idea, sabes que podrías acabar en
prisión… -Un diminuto
dedo acusador me señala desde la pantalla del interfono. Cadmión ya
conoce de mi mal carácter e inconformismo y es por eso que, a pesar
de todo, no dejo de percibir cierta inseguridad en todas sus
palabras.
-
¿Cómo? ¿Después de treinta años de leal servicio a esos
bastardos? Mis abusos con el suministro negativo no son motivos
suficientes para meterme entre rejas. Debería huir del distrito para
contarle a todos lo que se cuece en esta prisión, hacerles saber
cómo utilizáis a personas vivas… ¡Inactivos o como leches
queráis llamarlos vosotros! ¿Qué imagen daría el Consejo
entonces? ¿Eh? ¡Responde! –Mis amenazas alcanzan un volumen que
sé que rayan la impertinencia.
Al
esgrimir estos argumentos, asciendo unos peldaños por encima del
poder de mi interlocutor a pesar de su posición administrativa
directamente superior.
-
Sabes que no podrías dar
dos pasos sin que… eso solo empeorarías las cosas Perión…
-Muestra ahora un perfil
conciliador.
-
Cadmión me tenéis harto… siempre con vuestras normativas en forma
de amenazas. ¡Todo lo arregláis igual! -Gesticulo con desdén,
mientras mantengo el tono hostil que me ha hecho dominar en la
conversación hasta el momento.
-
Viejo amigo, solo te pido
que aguantes unos cuantos años más y luego se te ofrecerá una
cláusula de prejubilación con pequeñas restricciones, ya sabes…
política de privacidad, internamiento fraccionado voluntario…
-
¡Ya! -Espeto- ¡Eso mismo llevas diciendo desde hace siete años! Y
la verdad Cadmión, estoy cansado de que juguéis conmigo de esta
manera. -Su embaucadora oferta me parece tentadora y a pesar de ello,
se de buena tinta que solo se trata de una sutil estratagema laboral.
-
Tranquilízate Perión,
mañana me paso por tu puesto, con un poco de exquisita pornografía
y lo último en vídeo cascos neuronales. ¡Te aseguro que vas a
alucinar en colores! -
Sobre el reducido plasma se distingue la cara sonriente de Cadmión,
como si supiese la fórmula exacta para contentarme.
-
¿Si… oye… y que tal… es la sensación…? ¿Qué trasmiten
esos nuevos cascos? –Respondo rindiendo mi ánimo a la evidencia,
pues sé que ha pulsado el interruptor adecuado en algún lugar de
mis preferencias mentales. Entonces toda mi ira se esfuma y dejo
salir una humildad casi rastrera, aflorada por el gran interés en
esas últimas palabras que han sonado a música celestial.
-
Ya lo probarás mañana,
viejo amigo. Lo acaba de presentar la corporación Iwata en el
mercado y solo te adelanto una cosa, han logrado suprimir el efecto
de fatiga que causaban los antiguos vídeos cascos, tras varias horas
de uso. -Termina de
cubrirse de gloria ahora que ha logrado someterme.
-
Está bien Cadmión, mañana nos vemos. Pero quiero que sepas que no
olvido mi clausula…
-
Tranquilo Perión. Nos vemos
mañana y lo hablamos.
El
plasma se vuelve de inmediato opaco. Durante unas breves milésimas
de segundos, se aprecia la silueta de la última imagen de Cadmión
en la pantalla. Y repentinamente, comienza a parpadear la luz que
indica “desconexión de inactivos”, proyectando un destello
amarillo sobre toda la penumbra establecida en la opresiva oficina y
mi taza de sucedáneo caliente. Examino en el plano principal, encima
del monitor, un led rojo que se ilumina y muestra el lugar exacto, en
un mar de leds colocados estratégicamente en los distintos sectores
del suministro eléctrico. Pulso sobre la amarillenta luz oscilante
que se apaga y pasa de esta manera un rápido parte de incidencia
mediante un correo electrónico, al centro de producción y control
de psicoenergía.
-
También es coincidencia… -Sostengo a la vez que salgo con
celeridad.
A
mi derecha me espera “Susi”, mi viejo roadseater. Tan vieja como
yo.
Durante
años he recorrido infinidad de veces, las desoladas galerías
atestadas de cadáveres, aunque en el Consejo prefieran llamarlos
inactivos. Los miles de individuos que pueblan este distrito dormitan
en un estado de sueño REM inducido, para producir el grueso de la
energía eléctrica que alimenta el sector, mediante el
electromagnetismo humano. Muchos de estos inactivos son recogidos de
entre las calles de las zonas más empobrecidas de la megalópolis.
Se trata de delincuentes, prófugos, terroristas y en definitiva,
inadaptados sociales. Otros, la gran mayoría, provienen del exterior
y también se les denominan “infectados”. Una vez limpios de toda
bacteria de mutación, son especialmente aptos para ofrecer el mismo
servicio que una “pila humana”, sólo que estos producen el
grueso de la energía de carga negativa que se destina al componente
armamentístico. Otro ramal del uso de este tipo de
electromagnetismo, es una síntesis ilegal del mismo torrente
eléctrico de la carga negativa, conocida como la psicoenergía
negativa. Sobre el cerebro, funciona como cualquier opiaceo,
suministrado a través de vídeos cascos neuronales con ajustes en el
software. Esta inyección de psicoenergía transformada, produce un
falso estado psicosomático de alteración del subconsciente. Y
entonces, es como abrir las puertas del cielo, navegar inmerso en
inagotables océanos de sueños lucidos, repletos de fantasías
ilusorias. Algunos estudiosos lo comparan a dejar salir todo el
potencial oculto a nuestra conciencia, solo que esto modifica
claramente el carácter de quienes la consumen. Y por supuesto, su
abuso es letal. Quedas literalmente frito.
-
Está es la zona de alarma… “INACTIVOS
GAMMA: PSICOENERGÍA NEGATIVA.”
-Leo sobre un cartel que en seguida dejo atrás.
Los
innumerables años en este distrito, me conducen intuitivamente hasta
el lugar exacto, sin apenas necesidad de indicaciones o de una luz
ambiente. Por supuesto que reina una inmensa oscuridad, pues es una
manera sencilla de ahorrar energía eléctrica que además, los
inactivos nunca reclaman. Por contra, el foco móvil de mi pequeña
“Susi” arroja algo de claridad por donde circulo, suficiente para
mí.
-
Número 0010… número 0010… ¡ahí esta! –Dirijo el foco para
que señale desde el techo del vehículo sobre un nicho de vidrio
colocado a cinco metros del suelo. Entonces, descubro como el
supuesto nicho abierto deja escapar una cascada de líquido viscoso y
verde, a través de una hendidura ancha. –Hay que joderse… está
abierto de veras. Lo habitual es una falsa alarma….
De
repente, resuenan unos pasos torpes, algo mas adelante. Redirijo
raudo el foco y al fijar la luz se dibuja la silueta de una extraña
figura humana que arrastra sus pies, tambaleándose. A medida que
avanza, va dejando el mismo rastro viscoso y traslucido de su ataúd.
Luego, se detiene a escasos metros. Es en ese instante, cuando
aprecio unos ojos sombríos que se confunden con la oscuridad
ambiente, mientras el resto del cuerpo desfigurado está
completamente bañado en una amarillenta palidez, lo que resalta de
algún modo todos sus huesos de forma exagerada. El inactivo deja
caer la cabeza a la derecha, como un perro hambriento que husmea para
rastrear el aroma de un jugoso trozo de carne. Acto seguido, abre la
boca y emite un enorme gemido inteligible.
-
¡GrrrrrrhhhAAaaaal…! ¡OooooOOOrrrRR…! ¡Grrrrrrhhh!
La
criatura muestra una vez más su enorme boca al desencajarse la
mandíbula inferior, destrozándole por completo el rostro. Las
enormes fauces babeantes revelan a la luz del foco varias hileras de
incisivos escalonados, que apuntan directos hacia el monoplaza.
-
¡¡AAAAAAARRRRRRRHHHHHH!! -Un último berrido salvaje emerge de lo
más profundo de su esófago, redoblando en su garganta para
sacudirse de forma espeluznante en mis oídos.
La
aberración esquiva la luz del foco con un enorme salto, fundiéndose
en la profundidad de la negrura y unos milisegundos después, cae
sobre el techo de mi roadseater de forma precipitada. El foco queda
apagado del improvisado pisotón. Pero el impacto sobre el vehículo
me devuelve en sí. Como un acto reflejo, llevo el pie sobre el
acelerador con ímpetu. Y tras un breve chirrido de las ruedas, Susi
sale disparada con un suave traqueteo, mientras deja atrás el sonido
amortiguado que delata la caída del infectado. En seguida, se dibuja
una salida en mi mapa mental de la zona. Sin embargo, el problema
supone encontrar esa misma salida en medio de esta horrible
situación, en la que se ponen a prueba mis verdaderos conocimientos
sobre el maldito distrito, ¿conseguiré alcanzar la salida en la más
absoluta oscuridad? Hasta el momento, recuerdo que este tramo es
continuado y sin obstáculo, pero también sé que a cien metros de
distancia aparecerá una bifurcación que divide el camino. Susi debe
girar entonces a la izquierda. ¿Seré capaz de calcular el momento
exacto en el que debo maniobrar con pericia? Como solución, decido
sincronizar el control de los mandos del vehículo mediante un
recuento mental y realizar así una maniobra a ciegas en los últimos
metros de distancia.
-
Veinte, diecinueve, dieciocho… -Comienzo la cuenta atrás y mi
corazón se acelera vertiginosamente.– …diecisiete, dieciséis,
quince… -Pero en ese instante llega la duda.– ¿Eran realmente
cien metros…? ¿O de lo contrario eran doscientos? –Me pregunto
en voz alta.
Es
curioso como nunca antes he sido consciente hasta ahora de mi
pasividad frente a la lobotomía a la que me he estado sometiendo con
mis continuos abusos. Mis intentos por recordar la distancia exacta
me devuelven una única verdad, comprender que es demasiado tarde.
Esa dichosa carga negativa a abotargado mis recuerdos y todo queda
borroso, en una nube de terror. No es justo que mi vida penda de un
recuerdo maltratado.
-
Maldita seas Cadmión, finalmente te saldrás con la tuya…