“He podido vislumbrar un
atisbo más allá de la frontera. Me he enfrentado al que acecha en la entrada.
Los temores infundados, los mismos miedos humanos. De todo esto he aprendido
algo. Y es que estaba equivocado de manera rotunda en un detalle antropológico.
La locura no reside de forma dogmática en aquel que permanece en la entrada,
sin atreverse a continuar pero viviendo en una aparente felicidad, tal que declararía
Nietzsche. No está reservada esta fruta podrida de la conciencia finita del
hombre, a quienes son timoratos y cautos. También es mérito compartido con los
que se obcecan en continuar esta carrera sin descanso. Hombres que se dejan
arrastrar por emociones dionisiacas en la corriente del saber, sin un ápice de
lo apolíneo, abyectos en la búsqueda en la inmensidad del conocimiento. Estos
son hombres que no limitan su mirada, que no desvelan su fijación por la
verdad. Es entonces, cuando se alcanza ese estadio que definimos como locura y
que otros vislumbraron con anterioridad y de manera sutil.”
“Poe, bajo un momento de
inspiración absoluta y dueño de sus propios desvaríos, habló así sobre este
hecho y desde una perspectiva de observador al afirmar: “Vengo de una raza
notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres
me llaman loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o
no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo
profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimos
exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen
muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche. En sus grises visiones
obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que
han estado al borde del gran secreto. De un modo fragmentario aprenden algo de
sabiduría propia […]. Penetran, aunque sin timón, ni brújula, en el vasto
océano de la luz inefable, […].”
“En otro momento, Freud
ponía nombre señalando con fundamentos, este mismo estadio del intelecto. El
psicoanalista alemán lo analizó en profundidad, denominándolo con el término
técnico, el Traumarbeit. Observado desde su perspectiva sobre el subconsciente,
llegó a la conclusión de que esta especie de sueños diurnos o conocimientos
profundos y acumulados en el subconsciente, son la conciencia viva que se
enriquece en nuestras fases oníricas y amplían los horizontes del intelecto
general, pero que solo se manifiestan a los sentidos, durante nuestras fases de
sueños nocturnos.”
“Como conclusión, esta
especie de locura es tal vez similar a cualquier manía. Puede quedar en
tránsito. O puede perdurar hasta los estertores de una vida, como nos relata
Cervantes en su Quijote. Y por el contrario, es un desorden aparente, pues bajo
ese manto de caos, al igual que ocurre en el resto del universo, se esconde un
estricto orden. ¿Que nos hace pensar que aquello que engloba una realidad
universal no se manifiesta en todos sus aspectos posibles? Que el universo sea
un todo de infinitos encadenados, de rebotes y reflejos de eones pasados,
debería darnos ciertas pistas sobre lo que podemos encontrar en el conjunto que
se esboza en cada una de nuestras obras. Esa relación de efectos que obliga a
toda manifestación del ser humano a creer en una especie de encadenado entre
todas las realizaciones de orígenes artificiales, también nos obliga a ser
escépticos al caer en el desvarío. En ese caos con aires de estricto orden.
Hasta el mundo de las ideas de Platón tiene sus límites, sus normas y sus
reglas. En resumen su orden universal.”
“Dejarnos llevar por lo
dionisiaco es tal vez una locura."
"Pero también, lo es
vivir en una realidad aparente.” 
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