lunes, 21 de abril de 2014

Relato: De hombres y demonios. Cap. 5

      
            De hombres y demonios:
“He podido vislumbrar un atisbo más allá de la frontera. Me he enfrentado al que acecha en la entrada. Los temores infundados, los mismos miedos humanos. De todo esto he aprendido algo. Y es que estaba equivocado de manera rotunda en un detalle antropológico. La locura no reside de forma dogmática en aquel que permanece en la entrada, sin atreverse a continuar pero viviendo en una aparente felicidad, tal que declararía Nietzsche. No está reservada esta fruta podrida de la conciencia finita del hombre, a quienes son timoratos y cautos. También es mérito compartido con los que se obcecan en continuar esta carrera sin descanso. Hombres que se dejan arrastrar por emociones dionisiacas en la corriente del saber, sin un ápice de lo apolíneo, abyectos en la búsqueda en la inmensidad del conocimiento. Estos son hombres que no limitan su mirada, que no desvelan su fijación por la verdad. Es entonces, cuando se alcanza ese estadio que definimos como locura y que otros vislumbraron con anterioridad y de manera sutil.”
“Poe, bajo un momento de inspiración absoluta y dueño de sus propios desvaríos, habló así sobre este hecho y desde una perspectiva de observador al afirmar: “Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres me llaman loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimos exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche. En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. De un modo fragmentario aprenden algo de sabiduría propia […]. Penetran, aunque sin timón, ni brújula, en el vasto océano de la luz inefable, […].”
“En otro momento, Freud ponía nombre señalando con fundamentos, este mismo estadio del intelecto. El psicoanalista alemán lo analizó en profundidad, denominándolo con el término técnico, el Traumarbeit. Observado desde su perspectiva sobre el subconsciente, llegó a la conclusión de que esta especie de sueños diurnos o conocimientos profundos y acumulados en el subconsciente, son la conciencia viva que se enriquece en nuestras fases oníricas y amplían los horizontes del intelecto general, pero que solo se manifiestan a los sentidos, durante nuestras fases de sueños nocturnos.”
“Como conclusión, esta especie de locura es tal vez similar a cualquier manía. Puede quedar en tránsito. O puede perdurar hasta los estertores de una vida, como nos relata Cervantes en su Quijote. Y por el contrario, es un desorden aparente, pues bajo ese manto de caos, al igual que ocurre en el resto del universo, se esconde un estricto orden. ¿Que nos hace pensar que aquello que engloba una realidad universal no se manifiesta en todos sus aspectos posibles? Que el universo sea un todo de infinitos encadenados, de rebotes y reflejos de eones pasados, debería darnos ciertas pistas sobre lo que podemos encontrar en el conjunto que se esboza en cada una de nuestras obras. Esa relación de efectos que obliga a toda manifestación del ser humano a creer en una especie de encadenado entre todas las realizaciones de orígenes artificiales, también nos obliga a ser escépticos al caer en el desvarío. En ese caos con aires de estricto orden. Hasta el mundo de las ideas de Platón tiene sus límites, sus normas y sus reglas. En resumen su orden universal.”
“Dejarnos llevar por lo dionisiaco es tal vez una locura."
"Pero también, lo es vivir en una realidad aparente.”     

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