lunes, 10 de febrero de 2014

Cuento macabro: Trastorno de un maníaco. Part. 1

Este texto fue hallado entre los restos de un archivo, en una antigua ruina de la primera construcción destinada al cuidado de personas seniles o edad avanzada. Posteriormente, este mismo centro pasó a convertirse en un sanatorio mental. La procedencia exacta de dicho texto incompleto queda en incógnita, a la espera de mejores pruebas tras la reconstrucción de una parte del documento original, además de la aparición de algunos datos que no son mencionados en la narración. Su posterior publicación no pretende arrojar luz sobre ningún caso de desaparición, tal y como se interpreta en su contenido. El documento fue tratado por los investigadores de manera anecdótica y con gran escepticismo, debido al carácter del lugar en el que se encontró dicho manuscrito.


Parte 1:
Al escribir estas palabras, no quisiera ofender a puristas en la materia. No deseo contradecir a los analistas de la historia que entre tantos estudios racionales, a veces se pierden en divagaciones y explicaciones que más tienen que ver con el mito que con la verdad absoluta de los hechos, muchas veces encubierta por poderes fácticos, otras por intereses. […] No deseo que se me tilde de loco por lo que aquí se narra pero ante el posible cese de mi existencia, no me queda mayor consuelo que narrar lo sucedido, arrojando luz sobre la oscuridad.
¿No es mayor verdad que la sangre no da la vida, sino que durante mucho tiempo, fue simple y llanamente el símbolo de la vitalidad? ¿Es posible que alguien haya podido datar en tal caso, sucesos semejantes a los narrados por charlatanes o creadores de mitos y cuentos? ¿A caso ha sido alguno de estos, testigo directo de acontecimientos tales como extracciones de sangre por seres a los que denominamos muy erróneamente vampiros? A no ser por supuesto, que se acuda en los anales de la historia a la persona que dio origen a toda esta pantomima, el emperador Vlad, que no pasó de ser un mero antropófago que amainaba sus ansias de poder con la práctica del canibalismo, tal cual podría hacer el más común de los mortales. Antes de continuar debo aclarar sin embargo, que la historia no se aleja de la verdad al señalar a este curioso personaje como un auténtico vampiro. Y por el contrario, aquí terminan las similitudes entre lo que muchas veces se ha narrado y la autenticidad sobre tales personajes, mitificadas por los miedos más profundos de la misma humanidad hacia su propio congénere. […] Debería, apuntar cual es la acertada naturaleza de los vampiros, dotados de un poder sobrehumano, casi divino. Pero esto quedará reflejado en su momento sobre este espantoso suceso, a modo de vivencia personal.
Comenzaré pues, como toda historia por el principio, cuando Mauricio era una persona cabal y vivía entre nosotros, refiriéndome claro está a nuestra residencia, en nuestra casa familiar. Ambos nos hospedábamos con mis padres y mi hermana pequeña. Sin embargo, su presencia se convertía en un obstáculo para los que compartíamos este espacio común, a medida que se sucedían los días. En poco tiempo, tomamos entre todos la decisión de buscar un lugar donde pudieran dispensarle los cuidados necesarios. Yo había comenzado por entonces mis estudios superiores y ocupaba las tardes en la ardua tarea de localizar dicha residencia. En un principio, algunos centros me parecieron correctos y por el contrario, no eran dignos del nivel económico de Mauricio, dueño de un envidiable caudal. […] pude encontrar un hermoso centro a las afueras de la ciudad. Un lugar bastante ostentoso, sufragado por individuos anónimos que mantenían aquella hermosa residencia como un paraíso donde acabar sus días, entre personajes de su mismo nivel económico.
Para conocer el centro con mayor detalle y profundidad me entrevisté con el gerente, alguien a quien recuerdo más por su grosero aspecto que por su nombre. Este mostraba en todo momento un trato correcto y distendido. En seguida, se dispuso a mostrarme amablemente todas las instancias de la enorme construcción, un pequeño palacete, digna de un señorío. Lo que más llamó mi atención fue comprobar como aquel extravagante personaje parecía desplazarse con mayor gracilidad entre las sombras, huyendo muy discreto de la luz directa. Aun con todo, no quise prestar interés a aquel detalle que de ser así, hubiera esclarecido de forma tajante lo que más tarde me revelarían los hechos. El hombre disimulaba […] con una elocuente muestra de educación y cortesía.
En este lugar, las habitaciones eran amplias y ricamente decoradas bajo una arquitectura maravillosa. La abundante vegetación florecía y crecía con esmero cuidado, por todos y cada uno los rincones. Las innumerables pérgolas adecentaban la fachada y servían en ocasiones de parapeto, contra la entrada de un gran caudal de luz al interior del edificio. A pesar de su hermosura, este significativo aspecto le confería al centro un aura lúgubre y sombría, una prolongada penumbra. Tras algunos minutos, quedé convencido de que aquel lugar podía estar hecho a la medida de Mauricio que apreciaría seguro todos sus detalles, puesto que había sido un gran amante de la botánica, durante el pasado.
[…] pretendía conocer de primera mano a algunos pacientes para comprobar si el trato con los residentes era acorde a la excelente educación y el exquisito gusto. Entonces, el gerente me presentó a un par de distinguidos señores, de edades muy avanzadas. Se hospedaban allí desde hacía bastante tiempo pero aún conservaban sus facultades mentales. En seguida, aprecié en sus gestos que mantenían cierto aire de juventud, a pesar de sus rostros poco lozanos. Tenían la tez marcada por innumerables pliegues y se desplazaban con dificultad, sobre una silla de ruedas o con la ayuda de un bastón respectivamente. Sus miradas, mantenían ocultas un contradictorio vigor y fortaleza, más dignos de alguien de mi edad que de gente próxima a abrazar a la muerte. […]

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