Mascan
dátiles con queso un anciano y su pupilo, bajo el Sol amenazante del desierto.
Repite el joven hambriento, que a pesar de la escasez de las reservas, alzando
una vez más la mano aprovecha que el viejo observa impasible las dunas.
- ¿Ves los
granos que se desplazan con el soplido del viento? -Pregunta de repente el
anciano.
- Si,
maestro. –Responde el muchacho, mientras esconde un trozo de queso en la boca.
- Entonces,
puedes apreciar cómo se acumulan y se superponen unos con otros esos mismos
granos, hasta formar enormes dunas, casi infranqueables.
- Así es, mi
maestro.
- Pues de la
misma manera el hombre sabio se hace fuerte y grande.
El muchacho,
mira con recelo el semblante de su maestro sin saber exactamente qué quiere
decirle. Entonces, el viejo que se percata de la actitud desconcertante del
joven, repara en los dátiles y le insiste de forma pausada.
- La duna se
hace grande a base de pequeños granos de arena que se acumulan con el tiempo.
Debes crecer por tanto, administrando las pequeñas dadivas de la vida. No
abarques más de lo necesario en cada momento o el viento, el mismo que hizo
crecer esa duna, convertirá al instante en arena aquello que es inestable.
- Maestro,
¿insinúas que me has visto comer, no habiendo dátiles suficientes?
- Querido
novicio, en estos momentos solo debes saber que si terminas con todas nuestras
reservas en un mismo día, tu vida no crecerá más allá de este inhóspito
desierto.
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