lunes, 9 de diciembre de 2013

Cuento Macabro: El monstruo de la ropa sucia.

El monstruo de la ropa sucia es un mero eco en aire, un rumor en el inconsciente colectivo. Se trata de un ser sin forma y a la vez, una forma sin definir que apenas ha hecho mella en la superficie del intelecto humano, mediante nuestra mitología popular, para evitar llamar la atención del hombre. Su figura y comportamiento son por tanto, completamente desconocidos. Es muy probable que alguna madre haya amenazado con esta figura errante a su hijo desobediente, en la candidez de un hogar. Es posible que la masa etérea que lo componen, que ha viajado a través del tiempo y el espacio hasta nuestra conciencia, haya sido sometida por el dulce néctar de la imaginación sin fisuras, de la mente de un pequeño. Ahí se siente cálido y vibrante como las cuerdas de un arpa bien afinadas. Es entonces, cuando cobra forma al igual que la música, siguiendo las notas discordantes de las sinapsis neuronales. La amenaza de la madre se canaliza en la mente de su hijo, dando rienda suelta al desenfreno del menor.
Por el contrario, he de aclarar que sus inicios fueron turbios, oscos y agrestes, exactamente igual que cada vez que nace la vida en todos esos lugares donde se dan las condiciones apropiadas. Más, quien estaba allí para juzgarlo, si ni tan siquiera el tiempo o el espacio, conocen de su ausencia. En aquel momento, el hombre no era hombre para darle nombre y sin embargo, fue en la tierra movido entre la realidad y el mundo del inconsciente donde su presencia sería animada, empujada y empatizante con aquellos ocupantes de este joven planeta. Fue atraído en otros tiempos por las incesantes ondas sonoras que viajan a través del espacio y atraviesan su ubicación, a veces en una forma gaseosa, otras en pura energía electromagnética. Después, descubrió que el aire funcionaba como el medio idóneo para fluir entre sus ocupantes. Con el paso de las vidas terrenales, ha adoptado todas las lenguas del ser humano, apropiándose de esta manera, de su único apelativo conocido: el monstruo de la ropa sucia.
Es vital saber que solo necesita la invitación desde su lugar santo, allá donde confluyen las ideas que en ocasiones le dan una forma corpórea, y la imaginación de un niño para hacerse realidad. En ese preciso instante, aquellos que le han nombrado bajo un tono amenazante y ante la presencia de un joven, maldicen, se lamentan y claman al cielo volver al momento en que decidieron dejarse llevar, pronunciando las palabras exactas que coparon su atención. Es entonces, cuando el producto del universo entrópico en evolución forma parte de los vivos, siguiendo siempre las pautas y deseos de los pequeños del hogar, para finalizar lo que ellos mismos nunca se atreverían a realizar. A caso, ningún muchacho le ha dado jamás por imaginarlo con una forma afable y cariñosa. Es que ninguno ha decidido guardarse de esos sentimientos que matan la conducta humana y dejan salir al ente.
Este terrible dilema se debe únicamente, al contexto en el que es utilizado su nombre por los padres ofuscados, en tonos inquisitivos o repletos de amenazas. Eso repercute en la decisión final de sus efebos creadores. Es igual la cultura, el lugar etnográfico o las raíces ancestrales. Siempre es dominado por el mismo estado de ánimo, embargado por los mismos sentimientos. Siempre es avisado por la misma sed de venganza. La crueldad de los niños, inherente en el hombre, pero inhibida por la moral de los adultos, es el fino hilo en el que se deleita y balancea nuestro mayor temor. A lo mejor cierto día, un niño bien intencionado oirá la invitación para este primigenio del tiempo, no cederá ante sus deseos de culpabilidad que recaen sobre sus progenitores y ese día, pensará en algo distinto, algo que dará forma a un ser con una nueva característica fundamental. Una criatura que cambie las directrices de su destino.
Tal vez algún día. Tal vez.
Mientras tanto, intenten no pronunciar su nombre cerca de un pequeño cerebro deseoso de darle forma. Eviten este tipo de amenazas o de este modo, aténganse a las consecuencias.                    

                  



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