Dos viajeros llegaron a un pueblo en busca de
fortuna. Sabían de la existencia de prósperos comercios en aquel lugar, ya que
el centro suponía un antaño cruce de caminos concurridos. Si bien en aquel
entonces, era el enlace entre dos grandes rutas comerciales.
- Sabemos que esta ciudad no ha dejado de
crecer desde que se ha convertido en el transito del comercio. –Comentó el
viajero llamado Parsis.- Por tanto, aquí pronto haremos fortuna.
- Razón no te falta compañero. –contestó su
amigo en seguida y que se llamaba Prosis.
En breve y tal como habían predicho, ambos
amigos se adaptaron al entorno y comenzaron a ganar su propio dinero, primero a
cuenta gotas.
Parsis trabajaba junto a un comerciante que
se dedicaba a la venta de suministros para los viajeros que hacían el alto en
el pueblo, mientras Prosis realizaba por su cuenta, curiosos trabajos en el
aserradero local, en donde fabricaban los barcos que traían los peces del
pueblo.
Sin embargo, los jóvenes eran ambiciosos.
Como buenos emprendedores y con el dinero que reunieron, pronto decidieron
abrir sus propios comercios.
Parsis decidió aprovechar sus contactos para
vender piezas de metal que le traían otros comerciantes ambulantes, a muy buen
precio. Prosis por el contrario abrió una taberna en donde se hacía un buen
licor para el comerciante y el viajero, el ambulante y el forastero.
Con el paso de los años, no solo prosperaron
los dos amigos en sus respectivos negocios, sino que el pueblo entero creció
hasta convertirse en una ciudad en continua expansión.
Cierta tarde de frio invierno, Parsis cerró
temprano, aquellas no eran buenas fechas para la venta de sus artículos.
Entonces, decidió hacer una breve visita al local de Prosis para tomarse unas
copas y tal vez jugar unas cartas.
- Amigo mío, no podemos quejarnos de como nos
ha tratado el tiempo. –Comento nada mas llegar.
- Bastante bien, sí señor, bastante. –Respondió
Prosis tras la barra de su negocio.
- Mi comercio ha conseguido incrementar las
ventas en muy poco tiempo y con cada expedición de tratantes que llega a la
ciudad, mi mercancía crece exponencialmente. –Explicaba, a la vez que sorbía un
trago de licor para entrar en calor.- Tengo contactos con los comerciantes de
las mejores rutas que me traen piezas de los confines del mundo. A este paso,
pronto tendré que invertir en un nuevo local para poder almacenar toda la
mercancía.
- Me agrada oírte Parsis, amigo. Pues te voy
a decir algo. –Comenzó el tabernero.- Con cada tratante o ambulante con el que
tu comercias, yo gano nuevos consumidores. De alguna manera, con tus dotes de
negocio, también yo me beneficio de forma indirecta. –Después repuso.- Además, si
algo he aprendido desde que vivo aquí, es que el dinero amigo mío, actúa como
esos bancos de peces que los pescadores salen a capturar. Se mueven siguiendo
corrientes marinas de un lado para otro, vienen y van. Por tanto te pregunto,
¿no hacen mayores capturas en el mar quienes tienen redes más grandes, cuando
ven venir a esos peces?
- Estoy de acuerdo, decididamente voy a
invertir en ese otro local y como tú bien dices, también deberías ampliar tus
redes, ¿no crees?
- Tal vez, pero existen maneras más rápidas
de hacernos con esos peces. –Respondió a la propuesta con una mueca en el
rostro.
- Pues tú dirás, compañero. Estoy dispuesto a
oír tu propuesta.
- Nos hemos dedicado todo este tiempo a
capturar el dinero con las mismas redes de siempre y ampliarlas, simplemente nos
reportaría un pequeño incremento, es cierto. Por el contrario, existen otro
tipo de redes con las que podemos capturar esos mismos peces, en menos tiempo.
- ¡Ey, ey! –Interrumpió Parsis confuso.- Me
estoy perdiendo con tantas redes y peces.
- Simplemente digo que con otros tipos de
comercios, los dos haríamos mayor fortuna en menor tiempo. Se de muy buena
tinta, que por estas mismas rutas circulan otro tipo de mercancías y que tu podrías
almacenar en tu nuevo local en el que piensas a invertir, si no he entendido
mal. Yo podría ayudarte con las ventas a través de mi propio negocio. De esta
manera, no solo duplicaríamos, sino que triplicaríamos el dinero.
Parsis miró desconfiado a su amigo. Luego
repuso.
- Prosis, mi ambición es limitada. -Espetó
con seriedad.- Así que no cuentes conmigo para otro tipo de negocio que no sea
el que conozco. Es mi manera de hacer dinero seguro y fiable. –Sentenció al
final.
Poco después de aquel encuentro, Parsis se
decidió a comprar el nuevo local y con el paso de los días, no le costó
llenarlo. Su inversión se vio recompensada con una creciente venta y un mayor
control de las piezas que entraban en la ciudad. Había ampliado sus redes, tal
y como le había comentado su compañero, quien por otro lado, decidió aprovechar
el creciente nivel de la ciudad para empezar a experimentar con distintos tipos
de negocios, que le reportaban ganancias verdaderamente atractivas. Al cabo de
unos pocos años, los dos amigos se volvieron a encontrar en el mercado central
de la futura capital del reino.
Ambos habían estado privados de su amistad,
por los negocios que les ocupaban y tenían bastante de que hablar. Parsis
trataba en ese momento, con un mercader que le traía piezas de oriente pero
Prosis… Prosis parecía distinto. Su rostro había cambiado, su aspecto era demacrado,
su carácter y forma de comportarse era errática y desconfiada.
- Ay viejo amigo, -comentó Parsis al verlo-
la vida no ha dejado de sonreírme desde la última vez que nos vimos. Seguí tus
indicaciones y el trabajo ahora me ocupa la mayor parte del tiempo. El resto de
este, se lo dedico a mi familia. ¿Qué me cuentas tú?
- ¿Qué puedo decirte? –Respondió con otra
pregunta retórica y un poco alicaído.- Los negocios de los que te hablé fueron
rentables al inicio. ¡Pero ay del dinero que llega tan rápido! Porque ese, ese
se marcha con igual celeridad. Y aun peor.
- ¿Tan mal te ha ido? –Pregunto Parsis
preocupado.
- Amigo mío, debo dinero a demasiadas
personas. Debo tanto dinero, que mi única salida seria la muerte. Y ese tampoco
es un buen final.
- Lo que me dices es terrible Prosis y por la
amistad que nos une, te proporcionaré lo que sea necesario.
- Muchas gracias amigo, pero con tu dinero no
tendrías ni para cubrir las primeras deudas. Debo tantos miles como milímetros
de piel forran este desdichado cuerpo.
Finalmente, ambos se despidieron con la
certeza de que cada uno seguía caminos totalmente diferentes.
Una tarde Parsis salía de una de sus tiendas
para volver a casa. Mientras cerraba su local alguien lo paró, pidiéndole ayuda
de forma desconsolada. A parecer un hombre se encontraba en muy mal estado
varias calles adyacentes y no había otro negocio abierto en esa misma zona. Los
dos corrieron en la dirección indicada, hasta dar con el callejón en concreto.
Un estrecho paso, sucio y poco iluminado. Al llegar, Parsis se encontró con el
cuerpo de un individuo que había sido despellejado por completo, cada
centímetro de su cuerpo. Era evidente, que aquel rostro tan familiar para
Parsis, hacía rato que había expirado su último aliento.

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