lunes, 15 de abril de 2013

Cuento macabro: Bancos de peces.

Dos viajeros llegaron a un pueblo en busca de fortuna. Sabían de la existencia de prósperos comercios en aquel lugar, ya que el centro suponía un antaño cruce de caminos concurridos. Si bien en aquel entonces, era el enlace entre dos grandes rutas comerciales.
- Sabemos que esta ciudad no ha dejado de crecer desde que se ha convertido en el transito del comercio. –Comentó el viajero llamado Parsis.- Por tanto, aquí pronto haremos fortuna.
- Razón no te falta compañero. –contestó su amigo en seguida y que se llamaba Prosis.
En breve y tal como habían predicho, ambos amigos se adaptaron al entorno y comenzaron a ganar su propio dinero, primero a cuenta gotas.
Parsis trabajaba junto a un comerciante que se dedicaba a la venta de suministros para los viajeros que hacían el alto en el pueblo, mientras Prosis realizaba por su cuenta, curiosos trabajos en el aserradero local, en donde fabricaban los barcos que traían los peces del pueblo.
Sin embargo, los jóvenes eran ambiciosos. Como buenos emprendedores y con el dinero que reunieron, pronto decidieron abrir sus propios comercios.
Parsis decidió aprovechar sus contactos para vender piezas de metal que le traían otros comerciantes ambulantes, a muy buen precio. Prosis por el contrario abrió una taberna en donde se hacía un buen licor para el comerciante y el viajero, el ambulante y el forastero.
Con el paso de los años, no solo prosperaron los dos amigos en sus respectivos negocios, sino que el pueblo entero creció hasta convertirse en una ciudad en continua expansión.
Cierta tarde de frio invierno, Parsis cerró temprano, aquellas no eran buenas fechas para la venta de sus artículos. Entonces, decidió hacer una breve visita al local de Prosis para tomarse unas copas y tal vez jugar unas cartas.
- Amigo mío, no podemos quejarnos de como nos ha tratado el tiempo. –Comento nada mas llegar.
- Bastante bien, sí señor, bastante. –Respondió Prosis tras la barra de su negocio.
- Mi comercio ha conseguido incrementar las ventas en muy poco tiempo y con cada expedición de tratantes que llega a la ciudad, mi mercancía crece exponencialmente. –Explicaba, a la vez que sorbía un trago de licor para entrar en calor.- Tengo contactos con los comerciantes de las mejores rutas que me traen piezas de los confines del mundo. A este paso, pronto tendré que invertir en un nuevo local para poder almacenar toda la mercancía.
- Me agrada oírte Parsis, amigo. Pues te voy a decir algo. –Comenzó el tabernero.- Con cada tratante o ambulante con el que tu comercias, yo gano nuevos consumidores. De alguna manera, con tus dotes de negocio, también yo me beneficio de forma indirecta. –Después repuso.- Además, si algo he aprendido desde que vivo aquí, es que el dinero amigo mío, actúa como esos bancos de peces que los pescadores salen a capturar. Se mueven siguiendo corrientes marinas de un lado para otro, vienen y van. Por tanto te pregunto, ¿no hacen mayores capturas en el mar quienes tienen redes más grandes, cuando ven venir a esos peces?
- Estoy de acuerdo, decididamente voy a invertir en ese otro local y como tú bien dices, también deberías ampliar tus redes, ¿no crees?
- Tal vez, pero existen maneras más rápidas de hacernos con esos peces. –Respondió a la propuesta con una mueca en el rostro.
- Pues tú dirás, compañero. Estoy dispuesto a oír tu propuesta.
- Nos hemos dedicado todo este tiempo a capturar el dinero con las mismas redes de siempre y ampliarlas, simplemente nos reportaría un pequeño incremento, es cierto. Por el contrario, existen otro tipo de redes con las que podemos capturar esos mismos peces, en menos tiempo.
- ¡Ey, ey! –Interrumpió Parsis confuso.- Me estoy perdiendo con tantas redes y peces.
- Simplemente digo que con otros tipos de comercios, los dos haríamos mayor fortuna en menor tiempo. Se de muy buena tinta, que por estas mismas rutas circulan otro tipo de mercancías y que tu podrías almacenar en tu nuevo local en el que piensas a invertir, si no he entendido mal. Yo podría ayudarte con las ventas a través de mi propio negocio. De esta manera, no solo duplicaríamos, sino que triplicaríamos el dinero.
Parsis miró desconfiado a su amigo. Luego repuso.
- Prosis, mi ambición es limitada. -Espetó con seriedad.- Así que no cuentes conmigo para otro tipo de negocio que no sea el que conozco. Es mi manera de hacer dinero seguro y fiable. –Sentenció al final.
Poco después de aquel encuentro, Parsis se decidió a comprar el nuevo local y con el paso de los días, no le costó llenarlo. Su inversión se vio recompensada con una creciente venta y un mayor control de las piezas que entraban en la ciudad. Había ampliado sus redes, tal y como le había comentado su compañero, quien por otro lado, decidió aprovechar el creciente nivel de la ciudad para empezar a experimentar con distintos tipos de negocios, que le reportaban ganancias verdaderamente atractivas. Al cabo de unos pocos años, los dos amigos se volvieron a encontrar en el mercado central de la futura capital del reino.
Ambos habían estado privados de su amistad, por los negocios que les ocupaban y tenían bastante de que hablar. Parsis trataba en ese momento, con un mercader que le traía piezas de oriente pero Prosis… Prosis parecía distinto. Su rostro había cambiado, su aspecto era demacrado, su carácter y forma de comportarse era errática y desconfiada.
- Ay viejo amigo, -comentó Parsis al verlo- la vida no ha dejado de sonreírme desde la última vez que nos vimos. Seguí tus indicaciones y el trabajo ahora me ocupa la mayor parte del tiempo. El resto de este, se lo dedico a mi familia. ¿Qué me cuentas tú?
- ¿Qué puedo decirte? –Respondió con otra pregunta retórica y un poco alicaído.- Los negocios de los que te hablé fueron rentables al inicio. ¡Pero ay del dinero que llega tan rápido! Porque ese, ese se marcha con igual celeridad. Y aun peor.
- ¿Tan mal te ha ido? –Pregunto Parsis preocupado.
- Amigo mío, debo dinero a demasiadas personas. Debo tanto dinero, que mi única salida seria la muerte. Y ese tampoco es un buen final.
- Lo que me dices es terrible Prosis y por la amistad que nos une, te proporcionaré lo que sea necesario.
- Muchas gracias amigo, pero con tu dinero no tendrías ni para cubrir las primeras deudas. Debo tantos miles como milímetros de piel forran este desdichado cuerpo.
Finalmente, ambos se despidieron con la certeza de que cada uno seguía caminos totalmente diferentes.
Una tarde Parsis salía de una de sus tiendas para volver a casa. Mientras cerraba su local alguien lo paró, pidiéndole ayuda de forma desconsolada. A parecer un hombre se encontraba en muy mal estado varias calles adyacentes y no había otro negocio abierto en esa misma zona. Los dos corrieron en la dirección indicada, hasta dar con el callejón en concreto. Un estrecho paso, sucio y poco iluminado. Al llegar, Parsis se encontró con el cuerpo de un individuo que había sido despellejado por completo, cada centímetro de su cuerpo. Era evidente, que aquel rostro tan familiar para Parsis, hacía rato que había expirado su último aliento.

    

    

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