CORRESPONDENCIA VITALISTA:
A
un desinteresado lector:
Ávido
de buenas nuevas, próximas, un día como hoy decidí tomar el sendero que lleva
hasta la mismas interpretaciones de las cosas, la capital del dinero. Nótese,
no en vano, que esta difamatoria etiqueta es una excesiva interpretación
superlativa, razonada por sus pensadores analíticos más “ortodoxos”, pues su
sagacidad por darle un sentido a todo la hace caer en el peor de los pecados,
la banalidad contra sí misma. A pesar de las interpretaciones disuasorias que
llegaban desde su propio núcleo intrínseco, la travesía fue de provecho y no
muy ardua. Gracias a las constantes de otros en el camino, los altos se hacían
sucintos. Las señales allanaban un sendero estrecho y lleno de abruptos. Pues,
las continuas flechas se situaban sobre indicaciones y por ende, algunas
incluso coincidían con indicaciones que trasmitían inferencias reales.
Querido
lector, después de esto ¿con qué aparejos puede uno ir preparado para un
inocente paseo, si sabe que encontrará todo un sinfín de vicisitudes más bien interpretativas?
Al final del camino la ciudad. Sin embargo, no era para tanto. Aun con todo
mantengo que su mal epíteto no le hace justicia, ya que mayormente rezuma la
variedad de tantas mentes juntas.
PD:
Para la próxima, recomiendo dejar el paraguas, es un estorbo.
PD:
Eso sí, salir con chubasquero. Por si acaso.
ASUNTO: El logos en conferencia.
Nombres/sustantivos,
adjetivos y verbos son en gramática, elementos de una misma dualidad cartesiana
que denotan: la materia, el concepto y el pensamiento/alma. STOP. Si en los
árboles creciera dinero se cultivarían alcaparras. STOP. La desconfianza sobre
la existencia forma hojas de conocimiento. Y los actos de un hombre completan
su propio índice. STOP. Lo admito, me he vuelto más profundo que un charco.
STOP. El logos y la escritura son las dos caras de una moneda con las que hacer
“commercium cognitivo”.
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