DE RERUM HUMANA. ADAPTABILIDAD A LOS NUEVOS SIMULACROS
SOCIALES.
Viendo
lo visto, la realidad perceptible se nos presenta como una realidad
física ‘codependiente’ de la actividad del propio hombre, con la
única finalidad biológica del ser humano que ocupa el hueco exacto
para un ser que razona consigo mismo. Sin embargo, la formación de
una colectividad sociobiológica de extrema facilitación social y
criterio de sí mismo, nos ha posibilitado además solucionar muchos
de aquellos problemas por los que el hombre primitivo comenzó sus
andaduras en el “razonar propio”, necesidades lógicas de
mantener alimento, la seguridad y otras carencias frecuentes en la
etología de cualquier animal. Esta capacidad de verlas venir, nos
facilitó un entorno de comodidad homogeneizadora, en el que
inconsciente del hombre trabaja bajo un automatismo tecnológico
actual obvio, frente a un pasado irresoluto de disyuntivas
heterogéneas, donde el hombre instintivo debía afrontar la realidad
con respuestas inmediatas. Además de esto, recientes teorías como
la del altruismo recíproco, que defienden filósofos naturalistas
como Dawkins o Gould, ya nos demuestra que el ser humano resuelve su
estructura social con una suerte de equilibrio necesario en el
reparto tácito de las riquezas. Es decir, que el paso del tiempo en
el conjunto biológico social ha permitido resolver los mayores
inconvenientes de una sociedad de tiranía o de engaño en la lucha
por acaparar mayores beneficios, mediante la resolución o reparación
de errores pasados, la vigilancia de unos a otros, la burocracia y
legislación reguladoras de los poderes fácticos, y que permiten la
estabilidad del equilibrio tácito frente a los actos subrepticio.
Según
todo esto, la realidad de nuestro pensamiento más actual debería
estar plenamente sujeta a la actividad intelectual, o la “imaginación
activa” que sostendría Freud, para enfrentarse a dilemas
intelectuales cada vez de mayor calado o profundidad, generados tras
la comodidad alcanzada, como si de una mala recompensa se tratase,
‘pensar como seguir pensando’. Los problemas de antaño quedarían
resueltos en pequeños pasos que no decaigan en holismos
deterministas o esencialismos dogmáticos que nos empujen a un
cinismo enmarcado por una sociedad enferma. Es entonces cuando parece
que se precisa de un entorno heterogeneizador de problemas
exclusivamente intelectuales, para crear un proceso de creatividad en
el que el hombre represente su papel de vehículo que interrelaciona
el mundo físico con su mundo cognitivo más consensuado. La
actividad creativa o intelectual en una práctica reiterativa nos
obliga a repasar de forma continuada nuestra historia genética, pues
para eso somos seres biológicamente históricos, es decir que
vivimos proyectados en el tiempo. A estas alturas, es indudable que
nuestro problema filogenético nos mueve a rescatar nuestro pasado
para prospectar los posibles futuros. Así nos volvemos buscadores de
problemas concisos y exclusivamente intelectuales. Y al referirnos a
concisos podemos encauzar en este tipo de problemas: precisos o
lógicamente necesarios. En resumidas cuentas, en optimizadores de
sinergias que secularicen nuestros campos heurísticos gracias al
equilibrio alcanzado.
LA APARICIÓN DEL "HOMO SOCIALIS" DEL FUTURO.
Pues
bien, según otros autores en el campo de la psicología evolutiva y
sociobiología, en el conjunto social existen dentro de la propia
bioquímica del ser humano, ciertos patrones esquemáticos de
repetición hereditaria que se pueden extrapolar a los arquetipos.
Estos arquetipos desmitificados de la personificación presuponen las
proyecciones del inconsciente sobre las figuras de los estándares
humanos interpretativos, primarios y mitificados de una manera
colectiva. Son tal vez las necesidades de un ser humano que precisa
de la adopción en la proyección de su propia narración o
interpretación genética por la filogénesis. Es decir, la necesidad
lógica del individuo autoconsciente de una búsqueda propia,
viéndose reflejado. Respecto a este planteamiento, el diagrama nos
promueve, una vez más, a la insistencia de una configuración
equilibrada y estructurada basada únicamente en la autorregulación
del inconsciente del individuo que resuelve sus propias necesidades
cognitivas, mediante procesos de creatividad o de autorrealización
intelectual. Esto se podría traducir en otro orden, a la necesidad
de un razonamiento que esté por encima de la problemática en la
mitificación del inconsciente, ofreciendo respuestas plausibles a un
intelecto inquieto. Si hasta la última fase en la evolución del
esquema del comportamiento metodológico (antropobiológico)
hablábamos del trabajo del inconsciente en el ascenso intuitivo de
un cerebro con autoconciencia por un entorno cuántico, el
inconsciente colectivo se presenta como la opción más plausible
para establecer unas bases en la conducta social de un probable ‘homo
socialis’ en el futuro regulador, a través de la función
didáctica. A diferencia de las otras sociedades de facilitación
compleja, con las que podemos comparar nuestra conducta por su enorme
desarrollo funcional, en la reciente rama de la etología, y más
concretamente de la entomología, podemos encontrar ejemplos de
facilitación en las colmenas de abejas o de hormigas muy
representativos en cuanto al esfuerzo común de una colectividad. Sin
embargo, estas mismas sociedades se mueven por un instinto feroz de
supervivencia, que no duda en eliminar el excedente en las funciones
de castas, o bajo las presiones en la producción de alimentos. Algo
parecido podemos encontrar en el propio organismo autorregulador del
cuerpo humano, capaz de sabotear su propio funcionamiento si con esto
logra salvar la estabilidad del conjunto orgánico. Por el contrario,
si algo ha demostrado el proceso intelectual propio del hombre, es
que puede aprender sobre este tipo de conductas tan eficaces para la
supervivencia, aplicándolas en su propio beneficio, en estos
momentos más asociados a la función cognoscitiva. De ahí deriva la
importancia de una sociedad que se desarrolla exclusivamente
estructurada a partir de sus propios planteamientos autogenerados o
simulacros heredados. Tal y como dijimos, con el imparable avance de
la tecnociencia esos problemas de supervivencia inmediata en la
sociedad parecen quedar resueltos, pero producen nuevos
inconvenientes. Y es que suponiendo que el conocimiento común, tal y
como hemos indicado, se nutre del correcto funcionamiento en su
pluralidad, la riqueza que esgrime la singularidad de cada individuo
intelectual, a nivel teórico o comparativo, hacen fundamentales cada
una de las partes de este macrouniverso social y biológico en su
conjunto. Tal y como diría la etóloga Jane Goodall en comparación
con otras sociedades de mente superior como el chimpancé: “Cada
individuo es importante. Cada individuo tiene un rol a desempeñar.
Cada individuo marca la diferencia.”
De
otro modo,
en la teoría de un planteamiento ontoepistémico sobre el
inconsciente colectivo, se pone de manifiesto estas necesidades
lógicas que producirán las fases correctas en el desarrollo
evolutivo. Así, determinamos que los intereses sociobiológicos de
un conjunto pasan obligatoriamente por un interés colectivo, plural
o lo que denomino, una filosofía de pensamiento “neutro”
inclusive en su función pedagógica. El funcionamiento de esta forma
de pensamiento, nos señala la necesidad de abogar por un consenso
que permita la adopción de nuevas ideas necesarias, integrando a
cada una de las partes (individuos, agrupaciones, etnias, etc.)
fundamentales en la función colectiva para la globalización, pues
estas abarcaran todas las posibilidades de cualquier desarrollo
virtual, forzando a una estructura social evolutiva constituida en la
adopción de la pluralidad de ideas. Por otro lado, aquí se produce
un nuevo inconveniente en las minorías primitivas o las minorías
étnicas. Y es que se produce una necesaria pérdida cultural de
dichas minorías, que sufren en el inalterable paso por dicho proceso
de la ineluctable selección de ideas frente a la globalización.
Estas mismas minorías sin embargo, nunca deben perder la oportunidad
de una correcta adaptación en la difusión de su cultura o de su
historia personal y social para no perder su identidad. Esto, a su
vez, se presenta bastante fácil en la era tecnológica en que
vivimos, pues internet es una gran herramienta de publicidad en ese
sentido. A todo esto, hay que añadir que esta forma de pensamiento,
el neutro, no plantea una opción nueva o una verdad distinta a la ya
explicita en razonamiento de pensadores coetáneos. Cualquier
filósofo en la actualidad esgrime, y desde cualquier campo del
saber, que si debemos creer en la verdad tautológica de perogrullo
que nos plantea la teoría de la selección natural, tenemos que
hacerlo desde la perspectiva en la que el impacto sobre cualquier
forma biológica, sea esta como fuere, deba tener un trato de
igualdad ante la omisión del sufrimiento, para que dicho
planteamiento darwinista sea completamente coherente. Y esta
tendencia en el pensamiento más humanista viene además reforzada
por la idea de una clara empatización con respecto a nuestros
congéneres que está reflejada en una teoría de la mente,
comprobada ya en seres humanos.
Análogamente,
el pensamiento neutro asume estas mismas premisas y además, define
la obviedad que plantea la observación y estudio de todas las
referencias en los distintos ecosistemas, como una multitud de
posibilidades por contemplar para la necesaria prospección del
futuro virtual. Por todo esto, me veo obligado a mantener dicha forma
de pensamiento (el neutro aquí explícito) como si se tratase de un
condicional material válido ante una noción de consecuencias lógica
más bien clásica, cuya propiedad esencial de monotonía justifica,
como en una inferencia válida, reforzar la información de las
premisas sin que ello influya en las verdades proyectadas por los
pensamientos científicos más concluyentes, no sobre esas mismas
conclusiones con respecto a la realidad imperante. O lo que es lo
mismo, una condicional revocable que sin embargo, refuerza la
información de las premisas en una inferencia ofrecida por una
verdad de la realidad evolutiva, siempre dentro de un lenguaje
natural, caracterizado principalmente porque no puede afectar a la
verdad tautológica en la noción de consecuencias lógicas
(no-monótonas) más darwinistas.
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