En
un futuro lejano, tanto como para no retener conscientemente el pasado, se entremezclan
de manera indeterminadas las formas tecnológicas con las propias formas
biológicas; en un tiempo como este, en el centro de una urbe superpoblada en
donde se pierden los límites de la entereza humana con el de un inconsciente colectivo
pseudoartificial; en este escenario tan ajetreado y producto del avance
mecánico desmedido, se presenta la monótona vida de Sigfrido, un simple encargado
de mantenimiento urbano. Cada mañana su respetado oficio le obliga madrugar,
realizar una repetitiva tarea y acudir al centro de trabajo para volver a
comenzar.Y en una tarde cualquiera, recibe un aviso de la central:
-
¡Atención, unidades del distrito número dos! ¡Acudan al distrito de la planta de
reciclaje!¡A todas las unidades próxima a dicho distrito! ¡Esto es un aviso
inmediato! –Esa es una llamada que corresponde a sus competencias.
El
honrado encargado, guarda sus aparejos y se monta en su roadseater, alimentado íntegramente con energía eléctrica. El
pequeño vehículo monoplaza circula a una velocidad máxima de cien kilómetros
horas, por los intrincadas callejuelas de la iluminada ciudad que supone Future city. Su obligación le lleva hasta al
mismo reino del “todo-tiene-un-segundo-uso”, allí donde los vertederos apilan
montones de viejos trastos y restos que se confunden con vetustas torreones y
ruinas postapocalípticas, el distrito del reciclado. El agotado encargado baja
de su mini-carro. Observa desde un alto en el camino la muralla que rodea toda
la zona acotada por la planta, buscando hallar una pequeña hendidura o algo similar.
La mayoría de los problemas que ocurrían en dicho distrito, por otro lado
automatizado al completo, suelen ser allanamientos u otros hurtos de pequeña importancia.
“¡Allí está!”, piensa en cuanto observa una pequeña mancha en el
impenetrable obstáculo desde la distancia. Sin embargo, con un ligero vistazo a
través de esos ojos duchos, sabe en seguida que solo puede repararlo desde el
interior.
Después
de teclear su clave de funcionario accede de inmediato al recinto, dejando
atrás una pesada compuerta que se desliza mientras produce un estridente
sonido. Sigfrido se adentra cada vez más en un cúmulo de remolinos oxidados
aparentemente caóticos y desordenados, al mismo tiempo que contempla a un lado
ya otro intentando localizar los posibles desperfectos producidos en las
máquinas de trabajo o algún indicador del más que probable robo. Entonces, su
mirada se posa en mitad del camino, en aquel lugar de penumbra, justo en frente
de su roadseater aparece como de la
nada un objeto complejo, metálico y que aún reluce a la iluminación que
producen los focos del vehículo. A medida que se acerca las formas del mismo aparato
se van definiendo más complicadas. Un montón de cables conectados por fuera,varios
leds de colores al desnudo, un prominente teleobjetivo, un par de enormes chapas
a cada lado, guardando las tripas y unas letras grabadas sobre una de estas que
describen de forma explícita lo que parece bautizado con el nombre de el
“MATERIALIZADOR DE SOMBRAS”. Sigfrido intenta mantener la calma al recoger aquel
extraño hallazgo. Para el acostumbrado operario, jugar con estos anticuados
cachivaches que encuentra cada vez que acude a reparar algún desperfecto a este
lugar, le produce un pequeño aliciente que le motiva un cambio en su semblante cuando
oye la habitual llamada de radio y escucha el nombre del distrito entre los que
se le asignan. Vuelve a leer otra vez aquel grabado que produce una fascinación profunda
sobre la aburrida mente del encargado, dejando volar su imaginación. A
continuación, llama su atención un desgastado botón en forma circular y con
distintas indicaciones en su contorno. Alrededor de esta especie de rueda se
puede leer en letras mayúsculas: “MODO MATERIALIZACIÓN”, “MODO PROYECCIÓN”, MODO
DESMATERIALIZACIÓN”. Sigfrido tantea el botón de rosca. Gira a un lado pero no
sucede nada. Gira la rosca completa al lado opuesto y tampoco. Luego, vuelve a
dejar el indicador tal y como estaba y busca otros posibles botones. En lo que
parece ser la parte trasera, encuentra un accionado común. Pone la pestaña en “ON”
y de forma repentina, se enciende un piloto azul que indica el activado
automático de aquel anómalo cacharro. Entonces, vuelve su atención sobre la
rueda y gira de nuevo hasta dejarlo en “MODO PROYECCIÓN”. Un ligero silbido proveniente
del interior, indica que se ha activado un ventilador integrado. Después le
acompañan unos extraños sonidos que le recuerdan a un viejo aire acondicionado
de un antiguo coche. El encargado de mantenimiento apunta de forma intuitiva el
teleobjetivo del aparato hacia la luz del vehículo y un inesperado retroceso le
hace perder el materializador de entre las manos. El aparatoso trasto cae como
un peso muerto, rompiéndose en unos pocos pedazos. En ese momento de
incertidumbre, no puede hacer cosa que mirar todos los trozos que se han
separado de la pieza principal y en seguida, su vista se levanta para encontrar
al menos el resultado de tan inquietante impacto.Sobre la luz mortecina se ha
contorneado una silueta etérea, lúgubre y ágil. Y de repente oye una voz:
-
¡A fin un individuo que se apiada de mi persona!
-
¿Quién diablos es usted? –Espeta de modo contrariado Sigfrido.
-
Soy una sombra del pasado… tal vez. –Interrumpe de nuevo la voz dubitativa pero
reverberante.- Responde primero, ¿en qué fecha vivimos?
-
Vivimos en la fecha que corresponde. –Contesta inquieto.
-
Tranquilo, amigo. Sé que no es habitual encontrar todos los días la desgastada
sombra de un premio Nobel.Pero necesitaba salir a estirar las piernas después
de tanto tiempo.
-
¿Estás queriendo decir, que eres la sombra de un científico atrapado en ese
destartalado cachivache?
-
¡Oh, no! Pero que has hecho. Has destrozado la única manera de retornar a la
materialización los átomos descompuestos de mi cuerpo pasado. –Exclama ahora con
un quejido que emana de lo más profundo de aquella forma tras observar el
desperfecto.
-
¿Del pasado has dicho? –Comenta el funcionario muy emocionado.- Siempre he
querido vivir en uno de esos tiempos remotos;esos en los que ya nadie piensa.
-
Sólo te puedo asegurar que en el tiempo del que vengo mi cuerpo disfrutaba de
la compañía de personas muy humanas. El mundo era un lugar extraño pero
agradable. Las ajardinadas zonas de recreos se extendían por incontables áreas,
repletas de animales.
-
Y ahora por el contrario, ya ves. Nadie habla de esos tiempos.Todo son máquinas
y grandes urbes concéntricas. –Deja escapar contrariado Sigfrido.
La
silueta se aproxima sobre los restos del aparato y lo que parece ser su mano
pasea sobre varias de las piezas que están tiradas sobre el suelo. Después, se
dirige de nuevo a su liberador:
-
Si al menos tuviera un condensador modelo antiguo. Podría reparar el daño que
has causado y volver a mi estado original...
-
¡Sin ningún problema! –Se dibuja una sonrisa socarrona en el rostro del pánfilo
operario.- Precisamente mi pasión siempre ha sido recuperar diminutos recambios
de aparatos antiguos. Cuando vi tu materializador de sombras quedé cautivado
por el ensamblaje de un trasto tan rústico.- Explica de manera confiada,
mientras busca en el interior del roadseater.- ¡Aquí está!
-
Es obvio que estoy impedido, pues soy una simple sombra del pasado. Si pudieras
echarme una mano terminaríamos en seguida y yo mismo, te enseñaría el
funcionamiento de mi ingenioso invento en profundidad…
La propuesta del supuesto inventor, resonó en los oídos de Sigfrido que con gran magnetismo recuesta su voluminoso cuerpo sobre las piezas dispersas y comienza a trasteárlos, con la ayuda de las indicaciones del científico y algunas herramientas propias. Después de un agradable espacio de tiempo inmerso en el minúsculo mundo de los circuitos internos, Sigfrido y su acompañante acaban de reparar el materializador.
-Bien
hecho. Ahora necesito que apuntes sobre mí en modo desmaterialización. Una vez
se desvanezca mi forma intangible apuntas el proyector sobre ti, para recuperar
de esta manera la imagen de un cuerpo físico cualquiera,–Continuó con la
explicación sin detenerse.- De esta forma quedará guardada en la memoria interna
del sistema ya que en su interior, tan sólo queda el recuerdo de mi sombra del
pasado.
-
Entonces… -Inicia el operario con la sonrisa de un niño.- Giro el botón en modo
materialización… ¡Y listos!
Sigfrido
sigue con entusiasmo cada indicación de su nuevo amigo. Una vez lleva a cabo
todos los pasos previos, el hombre satisfecho con su buena obra realiza el
último paso y enfoca el objetivo sobre su cuerpo. Entonces, se prepara para
algún tipo haz de luz o a lo sumo una leve descarga electromagnética. En unos pocos
segundos, los distintos sonidos que emite el materializador de sombras, indican
que el proceso ha finalizado. Sin embargo, el semblante del pobre mentecato ha
cambiado esta vez por completo. Este observa sus manos con una ligera mueca y
acaba diciendo:
-
Tan solo espero acostumbrarme a los nuevos tiempos...


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