lunes, 23 de febrero de 2015

Metodología proyectiva: Razones apódicas del método.

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Poemas desprendidos.

Enfundado la mano bajo el cinto,
y tentado el mínimo con sentido.
Una tensión superficial que se palpa,
en un ambiente sostenido.

Con un dedo señala el camino,
al friccional, plácido, tacto explícito;
al gineceo de rostro florecido;
a la fuente de dulces efluvios.

De nada es escueto el gemido,
en rostro de feminidad contenida.
                                      
                                          Tensión contenida.

En el día menos esperado,
de la nocturnidad horrorosa
emerge un bullir a tu lado,
que recita estrofas hermosas.

A la hora menos deseada,
en el momento más doloroso
éste, va y te susurra al oído:
"Quiero tomar forma en tú reposo".

En la situación más incierta,
reservada para el vacío inexacto,
toma forma una extraña puerta
para dar con un extraño pacto. 

                                                  El refugio. (Desde la penumbra).

domingo, 8 de febrero de 2015

Cuento macabro: Sombra del pasado.

En un futuro lejano, tanto como para no retener conscientemente el pasado, se entremezclan de manera indeterminadas las formas tecnológicas con las propias formas biológicas; en un tiempo como este, en el centro de una urbe superpoblada en donde se pierden los límites de la entereza humana con el de un inconsciente colectivo pseudoartificial; en este escenario tan ajetreado y producto del avance mecánico desmedido, se presenta la monótona vida de Sigfrido, un simple encargado de mantenimiento urbano. Cada mañana su respetado oficio le obliga madrugar, realizar una repetitiva tarea y acudir al centro de trabajo para volver a comenzar.Y en una tarde cualquiera, recibe un aviso de la central:
- ¡Atención, unidades del distrito número dos! ¡Acudan al distrito de la planta de reciclaje!¡A todas las unidades próxima a dicho distrito! ¡Esto es un aviso inmediato! –Esa es una llamada que corresponde a sus competencias.
El honrado encargado, guarda sus aparejos y se monta en su roadseater, alimentado íntegramente con energía eléctrica. El pequeño vehículo monoplaza circula a una velocidad máxima de cien kilómetros horas, por los intrincadas callejuelas de la iluminada ciudad que supone Future city. Su obligación le lleva hasta al mismo reino del “todo-tiene-un-segundo-uso”, allí donde los vertederos apilan montones de viejos trastos y restos que se confunden con vetustas torreones y ruinas postapocalípticas, el distrito del reciclado. El agotado encargado baja de su mini-carro. Observa desde un alto en el camino la muralla que rodea toda la zona acotada por la planta, buscando hallar una pequeña hendidura o algo similar. La mayoría de los problemas que ocurrían en dicho distrito, por otro lado automatizado al completo, suelen ser allanamientos u otros hurtos de pequeña importancia. “¡Allí está!”, piensa en cuanto observa una pequeña mancha en el impenetrable obstáculo desde la distancia. Sin embargo, con un ligero vistazo a través de esos ojos duchos, sabe en seguida que solo puede repararlo desde el interior.
Después de teclear su clave de funcionario accede de inmediato al recinto, dejando atrás una pesada compuerta que se desliza mientras produce un estridente sonido. Sigfrido se adentra cada vez más en un cúmulo de remolinos oxidados aparentemente caóticos y desordenados, al mismo tiempo que contempla a un lado ya otro intentando localizar los posibles desperfectos producidos en las máquinas de trabajo o algún indicador del más que probable robo. Entonces, su mirada se posa en mitad del camino, en aquel lugar de penumbra, justo en frente de su roadseater aparece como de la nada un objeto complejo, metálico y que aún reluce a la iluminación que producen los focos del vehículo. A medida que se acerca las formas del mismo aparato se van definiendo más complicadas. Un montón de cables conectados por fuera,varios leds de colores al desnudo, un prominente teleobjetivo, un par de enormes chapas a cada lado, guardando las tripas y unas letras grabadas sobre una de estas que describen de forma explícita lo que parece bautizado con el nombre de el “MATERIALIZADOR DE SOMBRAS”. Sigfrido intenta mantener la calma al recoger aquel extraño hallazgo. Para el acostumbrado operario, jugar con estos anticuados cachivaches que encuentra cada vez que acude a reparar algún desperfecto a este lugar, le produce un pequeño aliciente que le motiva un cambio en su semblante cuando oye la habitual llamada de radio y escucha el nombre del distrito entre los que se le asignan. Vuelve a leer otra vez aquel grabado que produce una fascinación profunda sobre la aburrida mente del encargado, dejando volar su imaginación. A continuación, llama su atención un desgastado botón en forma circular y con distintas indicaciones en su contorno. Alrededor de esta especie de rueda se puede leer en letras mayúsculas: “MODO MATERIALIZACIÓN”, “MODO PROYECCIÓN”, MODO DESMATERIALIZACIÓN”. Sigfrido tantea el botón de rosca. Gira a un lado pero no sucede nada. Gira la rosca completa al lado opuesto y tampoco. Luego, vuelve a dejar el indicador tal y como estaba y busca otros posibles botones. En lo que parece ser la parte trasera, encuentra un accionado común. Pone la pestaña en “ON” y de forma repentina, se enciende un piloto azul que indica el activado automático de aquel anómalo cacharro. Entonces, vuelve su atención sobre la rueda y gira de nuevo hasta dejarlo en “MODO PROYECCIÓN”. Un ligero silbido proveniente del interior, indica que se ha activado un ventilador integrado. Después le acompañan unos extraños sonidos que le recuerdan a un viejo aire acondicionado de un antiguo coche. El encargado de mantenimiento apunta de forma intuitiva el teleobjetivo del aparato hacia la luz del vehículo y un inesperado retroceso le hace perder el materializador de entre las manos. El aparatoso trasto cae como un peso muerto, rompiéndose en unos pocos pedazos. En ese momento de incertidumbre, no puede hacer cosa que mirar todos los trozos que se han separado de la pieza principal y en seguida, su vista se levanta para encontrar al menos el resultado de tan inquietante impacto.Sobre la luz mortecina se ha contorneado una silueta etérea, lúgubre y ágil. Y de repente oye una voz:
- ¡A fin un individuo que se apiada de mi persona!
- ¿Quién diablos es usted? –Espeta de modo contrariado Sigfrido.
- Soy una sombra del pasado… tal vez. –Interrumpe de nuevo la voz dubitativa pero reverberante.- Responde primero, ¿en qué fecha vivimos?
- Vivimos en la fecha que corresponde. –Contesta inquieto.
- Tranquilo, amigo. Sé que no es habitual encontrar todos los días la desgastada sombra de un premio Nobel.Pero necesitaba salir a estirar las piernas después de tanto tiempo.
- ¿Estás queriendo decir, que eres la sombra de un científico atrapado en ese destartalado cachivache?
- ¡Oh, no! Pero que has hecho. Has destrozado la única manera de retornar a la materialización los átomos descompuestos de mi cuerpo pasado. –Exclama ahora con un quejido que emana de lo más profundo de aquella forma tras observar el desperfecto.
- ¿Del pasado has dicho? –Comenta el funcionario muy emocionado.- Siempre he querido vivir en uno de esos tiempos remotos;esos en los que ya nadie piensa.
- Sólo te puedo asegurar que en el tiempo del que vengo mi cuerpo disfrutaba de la compañía de personas muy humanas. El mundo era un lugar extraño pero agradable. Las ajardinadas zonas de recreos se extendían por incontables áreas, repletas de animales.
- Y ahora por el contrario, ya ves. Nadie habla de esos tiempos.Todo son máquinas y grandes urbes concéntricas. –Deja escapar contrariado Sigfrido.
La silueta se aproxima sobre los restos del aparato y lo que parece ser su mano pasea sobre varias de las piezas que están tiradas sobre el suelo. Después, se dirige de nuevo a su liberador:
- Si al menos tuviera un condensador modelo antiguo. Podría reparar el daño que has causado y volver a mi estado original...
- ¡Sin ningún problema! –Se dibuja una sonrisa socarrona en el rostro del pánfilo operario.- Precisamente mi pasión siempre ha sido recuperar diminutos recambios de aparatos antiguos. Cuando vi tu materializador de sombras quedé cautivado por el ensamblaje de un trasto tan rústico.- Explica de manera confiada, mientras busca en el interior del roadseater.- ¡Aquí está!
- Es obvio que estoy impedido, pues soy una simple sombra del pasado. Si pudieras echarme una mano terminaríamos en seguida y yo mismo, te enseñaría el funcionamiento de mi ingenioso invento en profundidad…


La propuesta del supuesto inventor, resonó en los oídos de Sigfrido que con gran magnetismo recuesta su voluminoso cuerpo sobre las piezas dispersas y comienza a trasteárlos, con la ayuda de las indicaciones del científico y algunas herramientas propias. Después de un agradable espacio de tiempo inmerso en el minúsculo mundo de los circuitos internos, Sigfrido y su acompañante acaban de reparar el materializador.
-Bien hecho. Ahora necesito que apuntes sobre mí en modo desmaterialización. Una vez se desvanezca mi forma intangible apuntas el proyector sobre ti, para recuperar de esta manera la imagen de un cuerpo físico cualquiera,–Continuó con la explicación sin detenerse.- De esta forma quedará guardada en la memoria interna del sistema ya que en su interior, tan sólo queda el recuerdo de mi sombra del pasado.
- Entonces… -Inicia el operario con la sonrisa de un niño.- Giro el botón en modo materialización… ¡Y listos!
Sigfrido sigue con entusiasmo cada indicación de su nuevo amigo. Una vez lleva a cabo todos los pasos previos, el hombre satisfecho con su buena obra realiza el último paso y enfoca el objetivo sobre su cuerpo. Entonces, se prepara para algún tipo haz de luz o a lo sumo una leve descarga electromagnética. En unos pocos segundos, los distintos sonidos que emite el materializador de sombras, indican que el proceso ha finalizado. Sin embargo, el semblante del pobre mentecato ha cambiado esta vez por completo. Este observa sus manos con una ligera mueca y acaba diciendo:
- Tan solo espero acostumbrarme a los nuevos tiempos...