martes, 9 de diciembre de 2014

Apuntes sobre papel.

Remedios y recetas cotidianas.
Lo mío, lo que in-tuyo,
que albergo único sentido.
con-parte la vez sin pedir.

Remedios y recetas cotidianas.
Sos-tengo el recibo de no ser.
Partes de un puzle con pistas,

que encajan sin medir. 
                                                
                                                   Remedio cotidianos. 

Rubicundo e iracundo
es Segismundo, un vagabundo.
Amargada, más pizpireta
es la señora Enriqueta.
Ahogado como desbordado,
se da el caso de un abogado.
Huidizos y castizos son
los mellizos, de bancos suizos.
Escudero de su dinero
es el obrero, más zalamero.
Exhibicionistas de insignias
son altruistas sensacionalistas.
Con desvarió de poderío esta
el señorío del caserío.
Meticuloso y receloso es
don Meloso, el religioso.
Aglutinantes de referentes
es el expoliador de donantes.
Controlador del espectador
es Salvador, el presentador. 
                                       
                                                 Gente corriente. 

UN CASO SIN MOTIVOS:
El grupo que piensa en una idea común. Que todos están en el lugar equivocado. Toda culpabilidad recae en la inocente sospecha de un personaje difunto. Las pistas son muchas, consecutivas y variadas; son certeras, evidentes y motivadoras; son ocultas, esquivas, erróneas; empero variadas, dispares y apuntan a discreción. Los intereses son muchos, posibilidades de traer al momento rencillas y viejas deudas. Tramas que se enfrentan y enredan como lances de espadas. La gente acusa a su propia sombra. Los idilios amorosos son errores del pasado, una excusa en una caldera hirviendo, un motivo para añadir un grano de arena a la enorme montaña. Los temas de aguas pasadas parecen que mueven molinos; los fantasmas de ayer en ese instante se tornan en los de después, o incluso los de mañana. El aciago destino del anfitrión eterno, en manos de ocho individuos, repentinamente desconocidos, que desean perderse en desmanes e hipótesis sobre quién y por qué. A caso las mentes de ninguno de estos individuos logra comprender que no existe respuesta a pregunta retórica alguna. Pues nadie, nadie se ha atrevido desde el primer instante, a asegurar que la mala pasada está en el medicamento que necesitaba tomar el propietario de todo aquel lujoso revuelo.
Entonces, sucede una auténtica velada, donde se dan cita el odio, las disputas y la hipocresía humana. El sin vivir de un grupo de amigos desconocidos, sin dar un cierto motivo.   

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