lunes, 17 de noviembre de 2014

Relato: 2. Esto no concreta nada.


El despertador con su habitual toque de atención no permite un segundo de demora. Aborda con un grito una sensación fugaz. Un pensamiento borroso, etéreo, del pasado que le desvela de un ciclo de sueño profundo. Con intensa embriaguez matutina, rememora una noche agitada como un coctel. Para evitar mayor retraso, se levanta de manera apresurada. La primera intuición cuenta, o eso dicen. Está claro que la suya hasta entonces es acertada. Beberse a sorbos un café tibio para empezar una mañana agitada por las luces del exterior.
En la misma salida a la calle el bullicio se hace patente. Se acerca hasta una vetusta parada y le parece que esta decora la calle desde hace siglos. Mira el reloj. El autobús se retrasa. Aun cuando ha subido al vehículo de horario normalizado, el interior le reserva un sitio enmarcado entre hombres de a pie y señoras. El autobús circula a gran velocidad por la avenida arriba como si quisiera recuperar el tiempo perdido. Un frenazo repentino le empuja sobre un usuario distraído. Entonces, se oyen algunas quejas, “¡Tenga más cuidado!”. Y un maldecir a viva voz en la zona del conductor. De la nada aparece un taxi blanco que revela una curiosa matrícula capicúa: dos, tres, tres, dos. Aquel número trasmitía un sentir trascendental que se repetía con insistencia en su cabeza. Tras el incidente inconsecuente, el conductor se aplica en llevarlo hasta su propia parada entre otras. Es la misma entrada de un gran rascacielos elevado con una planta geométrica, regia y a su vez, inquieta por la cantidad de vida que se agita en su interior.
Dentro, el ascensor se eleva hasta la planta indicada por un marcador digital. Al plegarse las dos hojas de aluminio, junto a una nota sonora, en el monótono cubo le invade un olor agradable como una suave brisa, que se manifiesta igual que un jardín de un millar de la bandas. La muchacha de recepción le mira algo extrañada, sin preguntarse el por qué. “Hola, buenos días.” Dichas palabras brotan en una voz melodiosa desde lo más profundo de su garganta. Su cuello es fino y delicado, decorado con las formas más elegantes que jamás ha visto. En seguida, la dueña de dicho canto dirige su mano hasta el número cinco de las extensiones de su teléfono y un pequeño marcador rojo se enciende rápidamente. Unas pocas palabras susurradas al altavoz del aparato y a continuación, su figura se completa nada más levantarse de su asiento. Acto seguido, le indica: “Acompáñame, por favor.” El contorno de una silueta curvilínea se contonea ahora con el paso sonoro de unos tacones de vértigo. Al abrir los dos batientes de una sofisticada puerta, deja penetrar toda la luz inmanente que se proyecta desde los grandes ventanales del interior. Una mesa presidencial, denota que el habitáculo es un ostentoso salón de reuniones. Varios minutos más tardes, observa ciertas alternancias entre los individuos del personal de la entrevista que se susurran indicaciones personales al oído. Algunos comentarios en voz alta le dejan entre ver que le puede augurar un futuro en aquel complejo de vidas humanas. Sin embargo, las horas se hacen lentas y el prolongado interrogatorio pasa a un segundo plano, pues su mente aún permanece fuera. El final de la reunión se cierra con un habitual: “ya le llamaremos…”.
Justo en la misma puerta le espera la recepcionista anterior con una serie de documentos a cumplimentar según sus palabras. Sus miradas se encuentran de forma accidentada, sin descuido, sin reparos. En cuanto vuelve sobre las hojas entregadas, sobre las primeras páginas puede ver una nota enganchada con un imperdible. Hojea el formulario sin contemplar nada más allá del tópico formalismo para acceder a cualquier empresa. Entonces, la nota sujeta vuelve a hacer acto de presencia deslizándose hasta su mano, tras haberse liberado de su opresor metálico. Aquel trozo de papel parecía indicar que sólo una cosa era segura en ese preciso momento. Ellos dos volverían a verse los rostros una vez más.
Mientras la espera se hace eterna, algunas velas acompasan una tenue melodía que programa un recorrido por los éxitos del pasado. De manera repentina, el estruendoso timbre estropea el ambiente casi mágico que flota por toda la casa. Los preparativos para una agradable velada están sobre la mesa y la muchacha que él desea espera en la entrada compartiendo un pensamiento común. Tras una copiosa cena, la música y el vino producen un efecto embriagador en las cabezas de ambos. Después, un deseo intenso y prolongado.        

viernes, 14 de noviembre de 2014

Relato: 1. De madrugada.


El móvil suena como si fuese necesario ¿acaso alguien le requiere de madrugada? Las tenues presencia de la mañana que se manifiesta en tonos pálidos, bailan de manera desacompasada por su habitación desordenada. Modulan ritmos de una noche desdibujada empero destacada, nada aborrecible. Después de todo lo mejor es que acabara tomando un café para despejarse y se enfunde en seguida, la ropa que habla de sí de manera elegante. Es evidente que está determinado a no frenarse en su fuga, a pesar de que un breve vistazo a la algarabía producida en su habitación se lo sugiera. La cama es un campo de batalla. Las persianas semibajadas, tan solo dejan entrever la luz de un preludio consecuente. Por otro lado, las ventanas cerradas mantienen un sano olor viciado. Las notas recogidas por toda la mesilla, indicios de un pensamiento estructurado, acaban en el bolsillo derecho de la chaqueta. O son serios indicativos que le empujan a hacerse con su maletín de cuero para acudir con celeridad a una recepción. En ese preciso instante, recordar que tiene una cita con el destino, un imperativo propio y remarcado.
En la calle el aire es cálido pero no molesta, pues mantiene la seguridad cotidiana o señala la contrariedad de un día diferente. La vía transitada produce ruidos. Los ruidos conducen hasta el bordillo de una acera. Y un coche blanco se detiene justo frente a él guiado por su mano en alza. Al subir a este, interfiere en su realidad de sonidos de radiofrecuencias para buscar su salvoconducto entre sus pensamientos anotados. La tarjeta de visitas, como una citación para un lugar concreto. En contra a la voluntad propia, coge un montón de hojas sueltas del bolsillo de la chaqueta. Repentinamente un frenazo inoportuno. Un pitido estridente consecuente. El taxista que farfulla: “¡Dichoso los conductores de autocares!”. Y acto seguido, observar por la ventanilla el letrero de publicidad de unos grandes almacenes, una oferta, el número de registro del bus con tres cifras de dos números iguales, el primero suma las unidades, el segundo las dobla y el último difiere de ambos iguales en una unidad menos. El suceso no le permite parar a ordenar las pequeñas hojas y los nervios le atenazan la mano que deja escapar esos pocos apuntes sin orden. Recoger varios, dejar alguno bajo el asiento del conductor. Intentar recuperar este trozo de papel rezagado, le mantiene cabizbajo con la vista perdida en el suelo del vehículo. Ahí, agachado sobre sí, un aroma le recuerda ciertas normas poco éticas durante una noche extenuante. Sin embargo, no hay más tiempo para obnubilaciones. Pues, el vehículo estaciona en el lugar acordado con el taxímetro en marcha. La entrada al edificio se le hace enorme. Observar la imagen corporativa que decora aquella lata de conservas vivientes, como un envoltorio publicitario que imprime un magnetismo casi hipnótico. Allí le espera su futuro.
Tras superar esa espiral recíproca de “entrada/salida”, observar que la tónica habitual de las personas se mantiene similar a una nebulosa de miradas furtivas. Lo primero divisar y tomar el ascensor. En un sitio cerrado, estrecho, se puede decir que angosto, salva el aroma que se mantiene desde haber recuperado una de sus anotaciones concretas en el dichoso taxi. Después, las puertas automáticas dan pie a un pasillo amplio que desemboca en un enorme mostrador, con un emblema desdibujado por un desorganizado va y ven de personas colmadas con sus recetas cotidianas, las que les permiten permanecer al pie. Tras el recibidor una hermosa mujer que le devuelve a un deyaví incesante y le dirige una agradable sonrisa de complicidad. Y al entregar la tarjeta de visita, antes esquiva y ahora en su contexto reseñado, esta le hace esperar con agradables maneras. Unas delicadas manos femeninas que se encajan en un paréntesis positivo. Ya se puede hacer la entrevista eterna o exhaustiva, con una intuición tan marcada sobre un día grande. A la salida, la efusividad de la tensión acumulada le hará sonreír como un idiota. Pero ella le devolverá una nueva mirada, de esas que se quedan clavadas. Tras ese momento de evasión, surge una escueta interrogación emitida a través del manos libres y desintencionadamente oír algunas palabras sueltas. A continuación, pregunta: “¿Para cuándo la cita?” Las miradas se encuentran con demasiada frecuencia. “Es para hoy. ¿No lo recuerdas?” Una respuesta más breve que la pregunta y un ademán que muestra una vez más la tarjeta. “Tal vez lo hubiera olvidado.” Ella sale de detrás para mostrar su figura y le acompaña hasta la sala de reuniones, donde hará lo que ha venido a hacer. En la antesala a dicha sala, en el preludio a dicho acontecimiento, un cartel indica que el habitáculo mantiene un orden establecido para el edificio al que ha sido asignado; pues son suficientes sus cifras como para justificar tres formas de contarlo, en dos, en tres y en cinco veces y un solo múltiplo como un mínimo común para las tres, el número dos, dicho resultado es además la cifra de la suma de tres triangulares.          

lunes, 3 de noviembre de 2014

Apuntes sobre el papel.


Forman dos las manos y brazos que tu cuerpo requiere.
Dos son las piernas que el tronco mereciere.
Cuatro el resultado, de la suma orejas y ojos entre las sienes.
De cada uno, uno, nariz y boca pero ésta con sus dientes.
Más, uno es el miembro que domina los placeres.
Es uno el corazón que a todos, sangre les sugiere.
Tan solo una es la cabeza que con esfuerzo los retiene.
Si seguimos con los números, acabaríamos a pares.
Cogemos estos instrumentos y formamos humanos como seres.
Y siendo esto cierto, por qué no hacer lo que uno quiere.
Por qué no realizar los sueños que la mente nos sugiere.
Un cuerpo, múltiples objetivos.        

Tormenta de caos incesante.
Peces dibujando un sentido.
Arrecife de perlas hundidas.
Riqueza en un mar abundante.
                                       Ideas emergentes.

A los necios de sus propias conjuras
a priori de razones inducibles:
¿son materias iletradas un cese de “grises”,
cuando no se acierta con palos a las aguas?
No respondan ahora como amigos,
con burlas y mentiras de visillos.
                                               Made in Spain.

Almas encadenadas,
sin emerger de nada.
Luces apagadas
Y defenestradas.
                                                     Lógica de la vida. (Biología).

El inicio
de una espiral
con (pre)ocupación,
sobre el final
de este renglón.
¿Ya pensaste
en lo que digo,
cuando relacionaste
lo que escribo?
                     Nada.



RALENTIZAR EL TIEMPO:

Una de dos, o me controlas tú o lo hago yo. Yo deseo mantenerme a flote a pesar de lo que acontece. Acontece que me place tomarlo como una corriente que bate las aspas de mi propia rueda. Rueda que rueda, decía el eco del hormigón. Hormigón como imposible de los propios y ajenos. Ajenos a todo, al final es cuestión de maña. Maña con las horas de sueño. Sueño con minutos de trabajo. Trabajo con el tiempo.