El
despertador con su habitual toque de atención no permite un segundo de demora.
Aborda con un grito una sensación fugaz. Un pensamiento borroso, etéreo, del
pasado que le desvela de un ciclo de sueño profundo. Con intensa embriaguez
matutina, rememora una noche agitada como un coctel. Para evitar mayor retraso,
se levanta de manera apresurada. La primera intuición cuenta, o eso dicen. Está
claro que la suya hasta entonces es acertada. Beberse a sorbos un café tibio
para empezar una mañana agitada por las luces del exterior.
En
la misma salida a la calle el bullicio se hace patente. Se acerca hasta una
vetusta parada y le parece que esta decora la calle desde hace siglos. Mira el
reloj. El autobús se retrasa. Aun cuando ha subido al vehículo de horario
normalizado, el interior le reserva un sitio enmarcado entre hombres de a pie y
señoras. El autobús circula a gran velocidad por la avenida arriba como si
quisiera recuperar el tiempo perdido. Un frenazo repentino le empuja sobre un usuario
distraído. Entonces, se oyen algunas quejas, “¡Tenga más cuidado!”. Y un
maldecir a viva voz en la zona del conductor. De la nada aparece un taxi blanco
que revela una curiosa matrícula capicúa: dos, tres, tres, dos. Aquel número
trasmitía un sentir trascendental que se repetía con insistencia en su cabeza.
Tras el incidente inconsecuente, el conductor se aplica en llevarlo hasta su
propia parada entre otras.
Es
la misma entrada de un gran rascacielos elevado con una planta geométrica, regia
y a su vez, inquieta por la cantidad de vida que se agita en su interior.
Dentro,
el ascensor se eleva hasta la planta indicada por un marcador digital. Al
plegarse las dos hojas de aluminio, junto a una nota sonora, en el monótono
cubo le invade un olor agradable como una suave brisa, que se manifiesta igual
que un jardín de un millar de la bandas. La muchacha de recepción le mira algo
extrañada, sin preguntarse el por qué. “Hola, buenos días.” Dichas palabras
brotan en una voz melodiosa desde lo más profundo de su garganta. Su cuello es
fino y delicado, decorado con las formas más elegantes que jamás ha visto. En
seguida, la dueña de dicho canto dirige su mano hasta el número cinco de las
extensiones de su teléfono y un pequeño marcador rojo se enciende rápidamente.
Unas pocas palabras susurradas al altavoz del aparato y a continuación, su
figura se completa nada más levantarse de su asiento. Acto seguido, le indica: “Acompáñame,
por favor.” El contorno de una silueta curvilínea se contonea ahora con el paso
sonoro de unos tacones de vértigo. Al abrir los dos batientes de una
sofisticada puerta, deja penetrar toda la luz inmanente que se proyecta desde
los grandes ventanales del interior. Una mesa presidencial, denota que el
habitáculo es un ostentoso salón de reuniones. Varios minutos más tardes, observa
ciertas alternancias entre los individuos del personal de la entrevista que se
susurran indicaciones personales al oído. Algunos comentarios en voz alta le
dejan entre ver que le puede augurar un futuro en aquel complejo de vidas
humanas. Sin embargo, las horas se hacen lentas y el prolongado interrogatorio
pasa a un segundo plano, pues su mente aún permanece fuera. El final de la
reunión se cierra con un habitual: “ya le
llamaremos…”.
Justo
en la misma puerta le espera la recepcionista anterior con una serie de
documentos a cumplimentar según sus palabras. Sus miradas se encuentran de forma
accidentada, sin descuido, sin reparos. En cuanto vuelve sobre las hojas
entregadas, sobre las primeras páginas puede ver una nota enganchada con un
imperdible. Hojea el formulario sin contemplar nada más allá del tópico formalismo
para acceder a cualquier empresa. Entonces, la nota sujeta vuelve a hacer acto
de presencia deslizándose hasta su mano, tras haberse liberado de su opresor
metálico. Aquel trozo de papel parecía indicar que sólo una cosa era segura en
ese preciso momento. Ellos dos volverían a verse los rostros una vez más.
Mientras
la espera se hace eterna, algunas velas acompasan una tenue melodía que programa
un recorrido por los éxitos del pasado. De manera repentina, el estruendoso timbre
estropea el ambiente casi mágico que flota por toda la casa. Los preparativos
para una agradable velada están sobre la mesa y la muchacha que él desea espera
en la entrada compartiendo un pensamiento común. Tras una copiosa cena, la
música y el vino producen un efecto embriagador en las cabezas de ambos.
Después, un deseo intenso y prolongado. 
