lunes, 11 de agosto de 2014

Metodología proyectiva: Razones comparativas del método.

LA PERSPECTIVA DEL ESCEPTICISMO CIENTÍFICO EVOLUTIVO:
Antes de comenzar a hablar sobre una metodología proyectiva como tal, he de hacer una breve introducción a la metodología científica de Karl Popper, para poder relacionar su propia teoría con los mismos conceptos que fundamentan el diagrama en el mesocosmos humano.
Para empezar, huelga decir que su novedoso planteamiento supuso para muchos coetáneos la resolución de uno de los problemas que planteaba la inducción de Hume y que el mismo Popper llamó la esquizofrenia del método inductivo, por su reconocida  contradicción del planteamiento. En su crítica más dura, Popper hace latente este problema hacia la idea de un sentido común práctico desde la única perspectiva del sujeto. A la larga, este procedimiento psicológico produce un resultado negativo en cualquier planteamiento racional respecto a una búsqueda de la verdad empírica, ya que dicho planteamiento estará destinado a topar siempre con el problema de las creencias erróneas. Hasta este punto, las conclusiones que plantea Popper sobre aquellos trabajos de epistemología clásica, y más concretamente en el trabajo de Hume, demuestran que la verdad en la que se mueven los sentidos del hombre desde un enfoque biológico, se encuentran mermados por una concepción finita en las experiencias percibidas en términos relativos, por un entorno de incertidumbre evolutiva. Por tanto, jamás podemos plantear juicios reales sobre nuestro entorno inmediato, basándonos únicamente en experiencias subjetivas e irreales. Es por tanto, que cualquier proceso de inducción o incluso de deducción intuitiva, propuesto en la razón pura kantiana mediante el idealismo transcendental, tan solo nos pueden llevar al error absoluto. Siguiendo sus propios planteamientos entonces, la explicación sobre el conocimiento más certero de nuestro entorno inmediato, o lo que viene siendo lo mismo, aquel que guarda mayor relación con la verdad y plantea menor falsedad o contrariedad a la hora de formular nuestras propias conjeturas empíricas, será el que se mueve en el terreno de las hipótesis o conjeturas inductivas siempre y cuando se hagan desde el prisma de la objetividad estrictamente autocrítica. Este planteamiento mantiene como el método más acertado el de la objetividad científica. Dicha metodología nos ayuda a establecer un entorno de "realidad segura" que llevado a la práctica psicológica, nunca puede arrojar luz directa sobre la búsqueda de la verdad definitiva pero que siempre se aproxima a una realidad al menos consensuada, sobre un entorno cambiante. En este ambiente de escepticismo científico, aún permanecen presentes errores de formulación en las conjeturas, pues según el propio filósofo siempre existe un proceso evolutivo en el conocimiento que nos permite replantear anteriores conjeturas, al realizar otras nuevas con mayor certeza de verdad y una vez más, estos errores vedados permanecen justificados por su teoría de falsación, debido a creencias en conceptos previos no asimilados de forma correcta o no contrastados debidamente. Para completar este nuevo planteamiento metodológico, el filósofo se aventura a realizar una teoría que resuelva al menos de forma eficaz, la posibilidad de hallar nuevos resultados en una correcta actividad cognoscitiva, mediante la teoría de los mundos posibles. Esta nueva teoría presenta un enfoque más homogéneo del proceso en el que se implica activamente al sujeto denominado como el mundo 2, que observa la realidad física que escapa a sus sentidos directos y que llamó mundo 1. Para obtener por tanto un resultado adecuado que se adapte a su planteamiento metodológico, es necesario asumir una nueva perspectiva autónoma, en donde se relacionen las ideas lejos del error del propio subjetivo, un último concepto no tan metafísico, denominado el mundo 3. Esta forma práctica nos permite la posibilidad de establecer un proceso seguro en el desarrollo psicológico del sentido común, siempre y cuando aceptemos un proceso evolutivo del conocimiento, a través de nuevas conjeturas que se formulan con los resultados más positivos respecto a la verdad científica previa.
Una vez alcanzado esta resolución, el propio Popper hace hincapié en este enfoque evolucionista, en relación con el tipo de conocimiento adquirido, pues al aceptar un método científico riguroso se produce una evidente selección innata de las mejores ideas. Esta selección de ideas sigue siempre un orden lineal en el tiempo y a su vez, desarrolla un patrón en la herencia cognitiva sobre la concepción del entorno para las sucesivas generaciones. Para Popper, este hecho resuelve por extensión ciertas dudas generadas respecto al conocimiento heredado, planeadas sobre el diagrama de la mente como un cubo en la teoría de Hume, o con las teorías de la tabla rasa tan extendida en la filosofía tradicional. Y mediante este proceso evolutivo en nuestras ideas, damos forma a los distintos campos de estudios que quedan ordenados de manera taxativa.
Hasta aquí, podemos decir que el trabajo de Popper se ciñe a la realidad científica de su tiempo y se plantea como un método con un enfoque evolucionista producto de los descubrimientos del momento. A pesar del excelente trabajo, los últimos avances en el campo de la física, las matemáticas o en el propio genoma humano, hubieran producido no pocas dudas sobre algunos aspectos en su propio enfoque del desarrollo cognoscitivo.

PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA EPISTEMOLOGÍA CLÁSICA:
A mi modo de ver, surge aquí la gran evidencia en la teoría proyectiva con respecto al carácter de una idea cognitiva, en confrontación al resto de conceptos tradicionales. Es pues, este efecto un producto manifiesto que se revela al trasladar el desarrollo de cualquier proceso cognoscitivo, a un proceso de representación de espacios en un plano bidimensional o incluso espacio temporal, adecuado a un lenguaje primario que evite posibles dudas en la semántica. Y bajo este pretexto de una búsqueda que conjugue en cierta manera el consenso de teorías anteriores, y sobre todo respecto a la sólida ejecución en el método de los mundos posibles ‘proyectivos’, aquellos elementos que componen el proceso cognitivo aparecen destinados a guiarse sobre los vectores de continuidad que convergen en un mismo punto crítico y que finaliza en modo de resultado (efecto), el proceso in situ. Sin embargo, surgen aquí algunas dudas con respecto a otros planteamientos metodológicos, por ejemplo relacionados con el naturalismo más moderno, pero que pueden ser adaptados de forma eficaz a la estructura del esquema básico.
Si nos queremos remontar hasta un hipotético inicio que de cierta coherencia al conjunto comparativo, entonces debemos empezar por una metodología con carácter crítico y racional en el revelador proceso expuesto por Immanuel Kant y su positivismo fundamentalista, heredado de Leibniz, quien sentencia claramente que las matemáticas son el lenguaje de Dios. A partir de lo cual, Kant plantea que el resto del conocimiento es pura fenomenología intuitiva, pues este se proyecta sobre la propia esencia del sujeto que guarda la esencia de todas las cosa de manera innata. En este contexto, la realidad de un objeto es tan solo aparente. Para Kant, todo esto es propio de la razón, puesto que todo espacio externo y su contexto cognitivo siempre es aparente y relativo a la interpretación. Mientras que el tiempo que se expresa mediante las ciencias exactas, pertenecen al conocimiento innato del hombre con lo que puede revelar la verdad de las cosas externas sin la necesidad de su presencia sensorial inductiva. Esto es lo que el mismo llamó un idealismo transcendental, en contra del realismo transcendental copernicano. De esta forma, surge una metodología puramente esencialista que produce un razonamiento a priori.
En el extremo que pudiéramos llamar opuesto, nos encontramos con un proceso de exclusiva investigación de causa propuesto por David Hume, heredado de la idea planteada por newtonianos como Locke sobre la realidad inductiva. Este filósofo da un paso en la dirección de un pensamiento inductivo de investigación producto a su vez de la vinculación efectiva entre causa y efecto. En este sentido, el sujeto tan solo puede realizar relaciones de ideas que derivan en juicios de verdades eternas o relaciones de hechos contrastados empíricamente. Y llegado a este punto, Hume asume dos posturas fundamentales: la metafísica que derive en un conocimiento absoluto y el escepticismo que le niega por contra, la posibilidad de todo conocimiento. De esta forma, surge el comienzo de un objetivismo científico, en forma de una metodología empírica de puro realismo causístico, que siempre produce un razonamiento a posteriori.

PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA ONTOLOGÍA TRADICIONAL:
A partir de nuevos esencialistas más ortodoxos como Martin Heidegger, se hace latente la imposibilidad de todo ser pensante independiente de la realidad que le rodea y se crea una nueva vertiente en la que se promueve un existencialismo, continuado de la idea de trascendentalismo kantiano, iniciando de esta manera un camino diferente con el hombre como un ser óntico. Por ende, este ser aún se sustenta en la idea de un fundamentalismo existenciario. En este sentido, podemos decir que el idealismo kantiano pasa a ser un subjetivismo del ser autoconsciente ante las evidencias de una ciencia creciente.
Por la contra, surgen otras formas de pensamiento que se inician a finales de s. XIX, tras el tractatus de Wittgenstein, dando paso a la escuela de pragmáticos y posteriormente neopragmáticos. Muy alejado del esencialismo heideggeriano filósofos como Dewey, James, Rorty e incluso un Putnam, defienden la importancia de la realidad desde un foco del conocimiento naturalista y práctico para determinar la realidad. Estos dos puntos de partida contrapuestos, tras el paso de la epistemología clásica (búsqueda exclusiva de la verdad) a la ontología tradicional (búsqueda de la verdad del conocimiento) sirven para posicionar a estas dos vertientes, la esencialista y la pragmática, como vertientes opuestas dentro de los esquemas básicos. En este sentido, podemos decir que el realismo newtoniano pasa a ser un objetivismo del hombre autoconsciente ante las evidencias de una ciencia creciente.
Sin embargo, toda esta vertiente sobre un conocimiento objetivo acumulativo que produce resultados directo sobre el hombre social, nos obliga a realizar una pequeña modificación en la figura central, en la que se igualen en un mismo nivel de causa la conciencia subjetiva (M2) y el conocimiento objetivo (M3), destacando la importancia del conocimiento en esta nueva etapa. A este respecto, el filósofo Carlos Castrodeza rescata una conclusión señalada por Michael Gillespie: “la conciencia no se puede simplemente identificar con el sujeto, sino que más bien es un combinado de sujeto y objeto, esto es, algo en lo que espíritu y naturaleza aparecen siendo lo uno para lo otro”. Para Popper, en este marcado punto, el dilema que le plantea cualquier método subjetivo que se enfrente directamente a su teoría de la falsación, es concluido con una crítica tajante a una única verdad dogmática que conlleve al error ideológico. Tan sólo en un momento de mayor amplitud filosófica, el propio autor admite la posibilidad de un "esencialismo modificado" abierto a cambios y basado exclusivamente en las teorías unificadoras que se formulan con el método científico evolutivo. Sin embargo, dicha metodología no puede conducir jamás a una teoría de esencialismo universal, ante la concepción de un universo cambiante. Para esto, Popper sitúa la relación de nuevas ideas en el método científico, fortalecido en un proceso exclusivo de un tercer mundo (M3) autónomo. De esta manera, surge definitivamente una metodología científica que siempre produce una relación de ideas objetivas.
A estas alturas, tal y como se puede deducir de todas las conjeturas o hipótesis anteriores al planteamiento de Popper, la concepción de una idea se relaciona a partir del carácter dependiente o independiente a su proceso de desarrollo. Pero esta relación preconcebida hace latente como los distintos pensadores intentan dar una explicación coherente a las razones, para formular un juicio empírico o racional desde la perspectiva del intelecto humano, es decir desde una perspectiva subjetiva u objetiva de la apreciación humana. Por el contrario, las nuevas vertientes demuestran una clara intención, más acuciante para algunos casos, en que se hace imposible trazar un plano delimitado sobre el tipo de proceso que define a ambas formas del conocimiento. En este sentido, la proyección áurea, a partir del principio de la teoría de los mundos de Popper, manifiesta ciertas similitudes con la nueva epistemología y en contra de los anteriores conceptos del conocimiento intelectual. Se plantea pues, desde la proyectividad, una interrelación de los elementos que configuran la entropía cognitiva generada por el hombre y debido a esto, sería temerario afirmar rotundamente que se trate de un proceso independiente o dependiente del intelecto. Por todo esto, se hace patente una vez más la importancia del pequeño giro en la figura central que define el diagrama para cambiar la orientación en la metodología de la búsqueda de la verdad. A continuación, surgen nuevos preceptos más recientes que refuerzan el nuevo planteamiento del esquema principal siguiendo estos mismos resultados. A modo de anotación, antes de pasar a detallarlos, debo aclarar que a pesar de que con la ontología desapareció la obsesiva necesidad de separación entre lo racional y lo empírico, tanto el esencialismo kantiano como el empirismo humeano han perdurado en la forma de distintas posturas dentro de un proceso evolutivo de selección de ideas más esencialistas o pragmáticas, dentro de un naturalismo u un positivismo moderno. Así pues, aparecen nuevas corrientes metodológicas que se adaptan a los resultados de nuevos descubrimientos científicos. Esto a su vez, ha fraguado gracias a un cambio en la lógica más tradicional, dando paso a una relación de juicios lógicos conocidos como empirismo semántico.
Llegado a este punto, se hace necesario señalar la postura metodológica del neoesencialismo. En este sentido, han sido pensadores como Willard van Orman Quine, Hilary Putnam o Kripke quienes han defendido el término como tal para relacionar la realidad imperante con la percepción del individuo más naturalista. La idea central está influenciada de manera directa del esencialismo kantiano puesto que mantiene la postura ontológica de la percepción que se produce de la realidad y la categorización de la misma desde la apreciación que el hombre hace de su entorno. Pero este nuevo planteamiento lleva a Kripke hasta un verdadero neoesencialismo metodológico, al exponer una teoría de referencias directas mediante designadores rígidos por patrones en la categoría de clasificación en los objetos, respondiendo a una misma esencia descriptiva o semántica propia. Dicho proceso que sí engloba fácilmente los diferentes elementos de forma necesaria, surgiere una apreciación más causística de la investigación moderna en el conocimiento evolutivo, pues delega cualquier grado de verdad en la relación de todos los mundos posibles, proyectando sobre un único resultado que asigna la verdad de un objeto ligado a un contexto necesariamente semántico. Por su parte, tanto Putnam como Quine abogan por una corriente neoesencialista basada en lo que denominaron como realidad metafísica externa. Para ello, Putnam se ayudó de una secuencia finita de elementos que definen el significado de cada término del lenguaje en su teoría del significado. Sin embargo, en este proceso de una categorización o búsqueda de la esencia de la realidad y motivado por algunos resultados en la lógica de su mentor Quine, ambos filósofos naturalistas llegan a una misma conclusión, dos posturas contrapuestas: un internismo semántico (realismo interno) o externismo semántico (realismo metafísico). Putnam llega a la conclusión de que a pesar de la independencia de la realidad causística sobre la mente, la estructura del mundo debe ser impuesta por la mente humana y sus esquemas conceptuales. Siguiendo esta marcada línea cada vez más alejada del externismo semántico inicial, Putnam abandona su posición esencialista, y finalmente se decanta por una idea más pragmática en un solipsismo moderno heredado de la idea previa del escepticismo fundamentalista, con su referencia más próxima en el escepticismo absoluto del método causístico. De esta forma rescata el término de solipsismo como tal, con la que el filósofo lanza una crítica a la postura psicológica naturalista de Quine.
A la vista de este resume comparativo, se demuestra que la relación que surge de la proyección áurea en geometría, no es más que un planteamiento revisado de todas las posturas que se aúnan desde la ontología y la epistemología clásica hasta el momento.


PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA FILOSOFÍA MODERNA:
A tenor de los más recientes descubrimientos surgen nuevos dilemas con la búsqueda de una teoría unificadora en la filosofía científica más puramente positivista. Sobre todo tras los hallazgos de la relatividad general de Albert Einstein, la mecánica cuántica de Planck la formulación de la teoría del caos, o el posible determinismo científico que encierra el universo en la formalización de la teoría del Big Bang, con Stephen Hawking a la cabeza. En este mismo sentido, la filosofía naturalista, también ha afrontado nuevas dicotomías que se encauzan hacia posturas más extremas del evolucionismo y más concretamente, a la selección naturalizadora como principio que rige nuestra realidad más directa, a partir de la síntesis del ADN o de los últimos hallazgos en neurociencia. A esta oleada de hallazgos científicos, tanto puramente físicos (positivistas) como biológicos (naturalistas), hay que sumar los avances tecnológicos que a su vez, facilitan nuevos descubrimientos. En una vertiente más neodarwinistas (realismo evolutivo), en las nuevas corrientes de la filosofía naturalista destacan autores como Richard Dawkins, Jay Gould o Matt Riddley, que defienden una suerte de pensamiento más globalizado o conciliador, motivado por las teorías del altruismo recíproco o los simulacros sociales en antropobiológía. Todo esto encauzado en una nueva corriente que lo impregna todo con su tautología causística en forma de selección natural. Desde estas nuevas perspectivas científico-objetivas, se establecen ideas cada vez más pragmáticas que dan inclusive, paso a recientes ramas del saber, como por ejemplo: la física teórica y las probabilidades matemáticas en el positivismo pragmático; o la etología, la sociobiología, la psicología evolutiva en el naturalismo pragmático.
Sin embargo, aún podemos encontrar posturas más ortodoxas en la filosofía actual, con la escuela de esencialistas belgas y autores como Jaque Derrida. Estos defensores de una ontología moderna que se enfrenta a pesar de todo, a las ideas de una filosofía cada vez más científica, mantienen una postura crítica, desde una trinchera puramente literaria, ante las estrategias o simulacros que plantean las nuevas teorías científicas. Todo ello, continuando con el legado del esencialismo heideggeriano más profético y una condición extremista en su discurso. En este sentido, esta nueva ontología ortodoxa se conoce como el pensamiento kínico, es decir, la filosofía del cinismo (idealismo moderno).  
Finalmente, es necesario mencionar que el principio de causa (matemático) que impera en el diagrama final de la proyectividad lógica, explicado más adelante, adapta sin problemas los planteamientos más modernos tanto en las vertientes científicas como las más filosóficas de la actualidad, sobre todo con la concepción de un tiempo causítico en una función matemático-relativa y extendido a la concepción más puramente metafísica. En este sentido, se hace importante la creación de un vector tiempo virtual y prolongado sobre el que convergen (o resultan) la proyectividad humana y que señala de forma análoga hacia un principio fundamental en la entropía de la realidad, dando cabida tanto a los principios de la realidad cuántica (causística) como a los de la realidad evolutiva (selección natural). Es decir, una tautología o principio de causa que evidencia un camino ideconstruible del tiempo más metafísico-aristotélico. Este trabajo de conjugar un entorno cognoscitivo bajo un mismo proceso que no es necesariamente producto de uno solo de sus elementos, permite una vez más, aceptar como buen planteamiento cualquier proceso metodológico moderno que se adapte a las exigencias del proceso más básico del hombre en su relación directa con su entorno inmediato.


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