LA PERSPECTIVA DEL ESCEPTICISMO CIENTÍFICO EVOLUTIVO:
Antes de comenzar a hablar sobre una metodología
proyectiva como tal, he de hacer una breve introducción a la metodología
científica de Karl Popper, para poder relacionar su propia teoría con los
mismos conceptos que fundamentan el diagrama en el mesocosmos humano.
Para empezar, huelga decir que su novedoso
planteamiento supuso para muchos coetáneos la resolución de uno de los
problemas que planteaba la inducción de Hume y que el mismo Popper llamó la esquizofrenia
del método inductivo, por su reconocida
contradicción del planteamiento. En su crítica más dura, Popper hace
latente este problema hacia la idea de un sentido común práctico desde la única
perspectiva del sujeto. A la larga, este procedimiento psicológico produce un
resultado negativo en cualquier planteamiento racional respecto a una búsqueda
de la verdad empírica, ya que dicho planteamiento estará destinado a topar
siempre con el problema de las creencias erróneas. Hasta este punto, las conclusiones
que plantea Popper sobre aquellos trabajos de epistemología clásica, y más
concretamente en el trabajo de Hume, demuestran que la verdad en la que se
mueven los sentidos del hombre desde un enfoque biológico, se encuentran
mermados por una concepción finita en las experiencias percibidas en términos
relativos, por un entorno de incertidumbre evolutiva. Por tanto, jamás podemos
plantear juicios reales sobre nuestro entorno inmediato, basándonos únicamente
en experiencias subjetivas e irreales. Es por tanto, que cualquier proceso de
inducción o incluso de deducción intuitiva, propuesto en la razón pura kantiana
mediante el idealismo transcendental, tan solo nos pueden llevar al error
absoluto. Siguiendo sus propios planteamientos entonces, la explicación sobre
el conocimiento más certero de nuestro entorno inmediato, o lo que viene siendo
lo mismo, aquel que guarda mayor relación con la verdad y plantea menor
falsedad o contrariedad a la hora de formular nuestras propias conjeturas
empíricas, será el que se mueve en el terreno de las hipótesis o conjeturas
inductivas siempre y cuando se hagan desde el prisma de la objetividad
estrictamente autocrítica. Este planteamiento mantiene como el método más
acertado el de la objetividad científica. Dicha metodología nos ayuda a
establecer un entorno de "realidad segura" que llevado a la práctica
psicológica, nunca puede arrojar luz directa sobre la búsqueda de la verdad
definitiva pero que siempre se aproxima a una realidad al menos consensuada,
sobre un entorno cambiante. En este ambiente de escepticismo científico, aún
permanecen presentes errores de formulación en las conjeturas, pues según el
propio filósofo siempre existe un proceso evolutivo en el conocimiento que nos
permite replantear anteriores conjeturas, al realizar otras nuevas con mayor
certeza de verdad y una vez más, estos errores vedados permanecen justificados
por su teoría de falsación, debido a creencias en conceptos previos no
asimilados de forma correcta o no contrastados debidamente. Para completar este
nuevo planteamiento metodológico, el filósofo se aventura a realizar una teoría
que resuelva al menos de forma eficaz, la posibilidad de hallar nuevos
resultados en una correcta actividad cognoscitiva, mediante la teoría de los
mundos posibles. Esta nueva teoría presenta un enfoque más homogéneo del
proceso en el que se implica activamente al sujeto denominado como el mundo 2,
que observa la realidad física que escapa a sus sentidos directos y que llamó
mundo 1. Para obtener por tanto un resultado adecuado que se adapte a su
planteamiento metodológico, es necesario asumir una nueva perspectiva autónoma,
en donde se relacionen las ideas lejos del error del propio subjetivo, un
último concepto no tan metafísico, denominado el mundo 3. Esta forma práctica
nos permite la posibilidad de establecer un proceso seguro en el desarrollo
psicológico del sentido común, siempre y cuando aceptemos un proceso evolutivo
del conocimiento, a través de nuevas conjeturas que se formulan con los
resultados más positivos respecto a la verdad científica previa.
Una vez alcanzado esta resolución, el propio Popper
hace hincapié en este enfoque evolucionista, en relación con el tipo de
conocimiento adquirido, pues al aceptar un método científico riguroso se
produce una evidente selección innata de las mejores ideas. Esta selección de
ideas sigue siempre un orden lineal en el tiempo y a su vez, desarrolla un
patrón en la herencia cognitiva sobre la concepción del entorno para las
sucesivas generaciones. Para Popper, este hecho resuelve por extensión ciertas
dudas generadas respecto al conocimiento heredado, planeadas sobre el diagrama
de la mente como un cubo en la teoría de Hume, o con las teorías de la tabla
rasa tan extendida en la filosofía tradicional. Y mediante este proceso
evolutivo en nuestras ideas, damos forma a los distintos campos de estudios que
quedan ordenados de manera taxativa.
Hasta aquí, podemos decir que el trabajo de Popper se
ciñe a la realidad científica de su tiempo y se plantea como un método con un
enfoque evolucionista producto de los descubrimientos del momento. A pesar del
excelente trabajo, los últimos avances en el campo de la física, las
matemáticas o en el propio genoma humano, hubieran producido no pocas dudas
sobre algunos aspectos en su propio enfoque del desarrollo cognoscitivo.
PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA EPISTEMOLOGÍA CLÁSICA:
A mi modo de ver, surge aquí la gran evidencia en la
teoría proyectiva con respecto al carácter de una idea cognitiva, en
confrontación al resto de conceptos tradicionales. Es pues, este efecto un
producto manifiesto que se revela al trasladar el desarrollo de cualquier
proceso cognoscitivo, a un proceso de representación de espacios en un plano
bidimensional o incluso espacio temporal, adecuado a un lenguaje primario que
evite posibles dudas en la semántica. Y bajo este pretexto de una búsqueda que
conjugue en cierta manera el consenso de teorías anteriores, y sobre todo
respecto a la sólida ejecución en el método de los mundos posibles
‘proyectivos’, aquellos elementos que componen el proceso cognitivo aparecen
destinados a guiarse sobre los vectores de continuidad que convergen en un
mismo punto crítico y que finaliza en modo de resultado (efecto), el proceso in
situ. Sin embargo, surgen aquí algunas dudas con respecto a otros
planteamientos metodológicos, por ejemplo relacionados con el naturalismo más
moderno, pero que pueden ser adaptados de forma eficaz a la estructura del
esquema básico.
Si nos queremos remontar hasta un hipotético inicio
que de cierta coherencia al conjunto comparativo, entonces debemos empezar por
una metodología con carácter crítico y racional en el revelador proceso
expuesto por Immanuel Kant y su positivismo fundamentalista, heredado de
Leibniz, quien sentencia claramente que las matemáticas son el lenguaje de
Dios. A partir de lo cual, Kant plantea que el resto del conocimiento es pura
fenomenología intuitiva, pues este se proyecta sobre la propia esencia del
sujeto que guarda la esencia de todas las cosa de manera innata. En este
contexto, la realidad de un objeto es tan solo aparente. Para Kant, todo esto
es propio de la razón, puesto que todo espacio externo y su contexto cognitivo
siempre es aparente y relativo a la interpretación. Mientras que el tiempo que
se expresa mediante las ciencias exactas, pertenecen al conocimiento innato del
hombre con lo que puede revelar la verdad de las cosas externas sin la
necesidad de su presencia sensorial inductiva. Esto es lo que el mismo llamó un
idealismo transcendental, en contra del realismo transcendental copernicano. De
esta forma, surge una metodología puramente esencialista que produce un
razonamiento a priori.
En el extremo que pudiéramos llamar opuesto, nos
encontramos con un proceso de exclusiva investigación de causa propuesto por
David Hume, heredado de la idea planteada por newtonianos como Locke sobre la
realidad inductiva. Este filósofo da un paso en la dirección de un pensamiento
inductivo de investigación producto a su vez de la vinculación efectiva entre
causa y efecto. En este sentido, el sujeto tan solo puede realizar relaciones
de ideas que derivan en juicios de verdades eternas o relaciones de hechos
contrastados empíricamente. Y llegado a este punto, Hume asume dos posturas
fundamentales: la metafísica que derive en un conocimiento absoluto y el
escepticismo que le niega por contra, la posibilidad de todo conocimiento. De
esta forma, surge el comienzo de un objetivismo científico, en forma de una
metodología empírica de puro realismo causístico, que siempre produce un
razonamiento a posteriori.
PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA ONTOLOGÍA TRADICIONAL:
A partir de nuevos esencialistas más ortodoxos como Martin
Heidegger, se hace latente la imposibilidad de todo ser pensante independiente
de la realidad que le rodea y se crea una nueva vertiente en la que se promueve
un existencialismo, continuado de la idea de trascendentalismo kantiano,
iniciando de esta manera un camino diferente con el hombre como un ser óntico. Por
ende, este ser aún se sustenta en la idea de un fundamentalismo existenciario.
En este sentido, podemos decir que el idealismo kantiano pasa a ser un
subjetivismo del ser autoconsciente ante las evidencias de una ciencia
creciente.
Por la contra, surgen otras formas de pensamiento que se
inician a finales de s. XIX, tras el tractatus de Wittgenstein, dando paso a la
escuela de pragmáticos y posteriormente neopragmáticos. Muy alejado del
esencialismo heideggeriano filósofos como Dewey, James, Rorty e incluso un
Putnam, defienden la importancia de la realidad desde un foco del conocimiento
naturalista y práctico para determinar la realidad. Estos dos puntos de partida
contrapuestos, tras el paso de la epistemología clásica (búsqueda exclusiva de
la verdad) a la ontología tradicional (búsqueda de la verdad del conocimiento)
sirven para posicionar a estas dos vertientes, la esencialista y la pragmática,
como vertientes opuestas dentro de los esquemas básicos. En este sentido,
podemos decir que el realismo newtoniano pasa a ser un objetivismo del hombre
autoconsciente ante las evidencias de una ciencia creciente.
Sin embargo, toda esta vertiente sobre un conocimiento
objetivo acumulativo que produce resultados directo sobre el hombre social, nos
obliga a realizar una pequeña modificación en la figura central, en la que se igualen
en un mismo nivel de causa la conciencia subjetiva (M2) y el conocimiento
objetivo (M3), destacando la importancia del conocimiento en esta nueva etapa.
A este respecto, el filósofo Carlos Castrodeza rescata una conclusión señalada
por Michael Gillespie: “la conciencia no se puede simplemente identificar con
el sujeto, sino que más bien es un combinado de sujeto y objeto, esto es, algo
en lo que espíritu y naturaleza aparecen siendo lo uno para lo otro”. Para
Popper, en este marcado punto, el dilema que le plantea cualquier método
subjetivo que se enfrente directamente a su teoría de la falsación, es
concluido con una crítica tajante a una única verdad dogmática que conlleve al
error ideológico. Tan sólo en un momento de mayor amplitud filosófica, el propio
autor admite la posibilidad de un "esencialismo modificado" abierto a
cambios y basado exclusivamente en las teorías unificadoras que se formulan con
el método científico evolutivo. Sin embargo, dicha metodología no puede
conducir jamás a una teoría de esencialismo universal, ante la concepción de un
universo cambiante. Para esto, Popper sitúa la relación de nuevas ideas en el
método científico, fortalecido en un proceso exclusivo de un tercer mundo (M3) autónomo.
De esta manera, surge definitivamente una metodología científica que siempre produce
una relación de ideas objetivas.
A estas alturas, tal y como se puede deducir de todas
las conjeturas o hipótesis anteriores al planteamiento de Popper, la concepción
de una idea se relaciona a partir del carácter dependiente o independiente a su
proceso de desarrollo. Pero esta relación preconcebida hace latente como los
distintos pensadores intentan dar una explicación coherente a las razones, para
formular un juicio empírico o racional desde la perspectiva del intelecto
humano, es decir desde una perspectiva subjetiva u objetiva de la apreciación
humana. Por el contrario, las nuevas vertientes demuestran una clara intención,
más acuciante para algunos casos, en que se hace imposible trazar un plano
delimitado sobre el tipo de proceso que define a ambas formas del conocimiento.
En este sentido, la proyección áurea, a partir del principio de la teoría de
los mundos de Popper, manifiesta ciertas similitudes con la nueva epistemología
y en contra de los anteriores conceptos del conocimiento intelectual. Se
plantea pues, desde la proyectividad, una interrelación de los elementos que
configuran la entropía cognitiva generada por el hombre y debido a esto, sería
temerario afirmar rotundamente que se trate de un proceso independiente o
dependiente del intelecto. Por todo esto, se hace patente una vez más la
importancia del pequeño giro en la figura central que define el diagrama para
cambiar la orientación en la metodología de la búsqueda de la verdad. A
continuación, surgen nuevos preceptos más recientes que refuerzan el nuevo
planteamiento del esquema principal siguiendo estos mismos resultados. A modo
de anotación, antes de pasar a detallarlos, debo aclarar que a pesar de que con
la ontología desapareció la obsesiva necesidad de separación entre lo racional
y lo empírico, tanto el esencialismo kantiano como el empirismo humeano han perdurado en la forma de distintas
posturas dentro de un proceso evolutivo de selección de ideas más esencialistas
o pragmáticas, dentro de un naturalismo u un positivismo moderno. Así pues,
aparecen nuevas corrientes metodológicas que se adaptan a los resultados de
nuevos descubrimientos científicos. Esto a su vez, ha fraguado gracias a un
cambio en la lógica más tradicional, dando paso a una relación de juicios
lógicos conocidos como empirismo semántico.
Llegado a este punto, se hace necesario señalar la
postura metodológica del neoesencialismo. En este sentido, han sido pensadores
como Willard van Orman Quine, Hilary Putnam o Kripke quienes han defendido el
término como tal para relacionar la realidad imperante con la percepción del
individuo más naturalista. La idea central está influenciada de manera directa
del esencialismo kantiano puesto que mantiene la postura ontológica de la
percepción que se produce de la realidad y la categorización de la misma desde
la apreciación que el hombre hace de su entorno. Pero este nuevo planteamiento
lleva a Kripke hasta un verdadero neoesencialismo metodológico, al exponer una
teoría de referencias directas mediante designadores rígidos por patrones en la
categoría de clasificación en los objetos, respondiendo a una misma esencia
descriptiva o semántica propia. Dicho proceso que sí engloba fácilmente los
diferentes elementos de forma necesaria, surgiere una apreciación más
causística de la investigación moderna en el conocimiento evolutivo, pues
delega cualquier grado de verdad en la relación de todos los mundos posibles,
proyectando sobre un único resultado que asigna la verdad de un objeto ligado a
un contexto necesariamente semántico. Por su parte, tanto Putnam como Quine abogan
por una corriente neoesencialista basada en lo que denominaron como realidad
metafísica externa. Para ello, Putnam se ayudó de una secuencia finita de
elementos que definen el significado de cada término del lenguaje en su teoría
del significado. Sin embargo, en este proceso de una categorización o búsqueda
de la esencia de la realidad y motivado por algunos resultados en la lógica de
su mentor Quine, ambos filósofos naturalistas llegan a una misma conclusión, dos
posturas contrapuestas: un internismo semántico (realismo interno) o externismo
semántico (realismo metafísico). Putnam llega a la conclusión de que a pesar de
la independencia de la realidad causística sobre la mente, la estructura del
mundo debe ser impuesta por la mente humana y sus esquemas conceptuales.
Siguiendo esta marcada línea cada vez más alejada del externismo semántico
inicial, Putnam abandona su posición esencialista, y finalmente se decanta por
una idea más pragmática en un solipsismo moderno heredado de la idea previa del
escepticismo fundamentalista, con su referencia más próxima en el escepticismo
absoluto del método causístico. De esta forma rescata el término de solipsismo
como tal, con la que el filósofo lanza una crítica a la postura psicológica
naturalista de Quine.
A la vista de este resume comparativo, se demuestra
que la relación que surge de la proyección áurea en geometría, no es más que un
planteamiento revisado de todas las posturas que se aúnan desde la ontología y
la epistemología clásica hasta el momento.
PERSPECTIVA METODOLÓGICA EN LA FILOSOFÍA MODERNA:
A tenor de los más recientes descubrimientos surgen
nuevos dilemas con la búsqueda de una teoría unificadora en la filosofía
científica más puramente positivista. Sobre todo tras los hallazgos de la
relatividad general de Albert Einstein, la mecánica cuántica de Planck la
formulación de la teoría del caos, o el posible determinismo científico que
encierra el universo en la formalización de la teoría del Big Bang, con Stephen
Hawking a la cabeza. En este mismo sentido, la filosofía naturalista, también ha
afrontado nuevas dicotomías que se encauzan hacia posturas más extremas del
evolucionismo y más concretamente, a la selección naturalizadora como principio
que rige nuestra realidad más directa, a partir de la síntesis del ADN o de los
últimos hallazgos en neurociencia. A esta oleada de hallazgos científicos, tanto
puramente físicos (positivistas) como biológicos (naturalistas), hay que sumar
los avances tecnológicos que a su vez, facilitan nuevos descubrimientos. En una
vertiente más neodarwinistas (realismo evolutivo), en las nuevas corrientes de la
filosofía naturalista destacan autores como Richard Dawkins, Jay Gould o Matt
Riddley, que defienden una suerte de pensamiento más globalizado o conciliador,
motivado por las teorías del altruismo recíproco o los simulacros sociales en
antropobiológía. Todo esto encauzado en una nueva corriente que lo impregna
todo con su tautología causística en forma de selección natural. Desde estas
nuevas perspectivas científico-objetivas, se establecen ideas cada vez más
pragmáticas que dan inclusive, paso a recientes ramas del saber, como por
ejemplo: la física teórica y las probabilidades matemáticas en el positivismo
pragmático; o la etología, la sociobiología, la psicología evolutiva en el
naturalismo pragmático.
Sin embargo, aún podemos encontrar posturas más
ortodoxas en la filosofía actual, con la escuela de esencialistas belgas y autores
como Jaque Derrida. Estos defensores de una ontología moderna que se enfrenta a
pesar de todo, a las ideas de una filosofía cada vez más científica, mantienen una
postura crítica, desde una trinchera puramente literaria, ante las estrategias
o simulacros que plantean las nuevas teorías científicas. Todo ello,
continuando con el legado del esencialismo heideggeriano más profético y una
condición extremista en su discurso. En este sentido, esta nueva ontología
ortodoxa se conoce como el pensamiento kínico, es decir, la filosofía del
cinismo (idealismo moderno).
Finalmente, es necesario mencionar que el principio de
causa (matemático) que impera en el diagrama final de la proyectividad lógica,
explicado más adelante, adapta sin problemas los planteamientos más modernos
tanto en las vertientes científicas como las más filosóficas de la actualidad, sobre
todo con la concepción de un tiempo causítico en una función matemático-relativa
y extendido a la concepción más puramente metafísica. En este sentido, se hace
importante la creación de un vector tiempo virtual y prolongado sobre el que
convergen (o resultan) la proyectividad humana y que señala de forma análoga
hacia un principio fundamental en la entropía de la realidad, dando cabida
tanto a los principios de la realidad cuántica (causística) como a los de la
realidad evolutiva (selección natural). Es decir, una tautología o principio de
causa que evidencia un camino ideconstruible del tiempo más
metafísico-aristotélico. Este trabajo de conjugar un entorno cognoscitivo bajo
un mismo proceso que no es necesariamente producto de uno solo de sus
elementos, permite una vez más, aceptar como buen planteamiento cualquier
proceso metodológico moderno que se adapte a las exigencias del proceso más
básico del hombre en su relación directa con su entorno inmediato.
