lunes, 18 de noviembre de 2013

Juego de lógica: Animales anormales.

1. INTRODUCCIÓN AL CASO:
Sancho es un veterinario aficionado a las novelas negras y en concreto un enamorado a la literatura del autor Conan Doyle. Al igual que su homólogo en medicina, especializado en el hombre, Sancho piensa que si no fuera por el amor que procesa a los animales, habría sido un gran criminalista. Cierto día de un fin de semana, el veterinario recibe la llamada de urgencias de un parque de la capital, con el que no había trabajado hasta el momento. Sancho es un especialista de urgencia que trata de manera exclusiva a grandes mamíferos de los distintos parques y zoológicos de su ciudad. Tras acudir raudo a la llamada de este nuevo cliente, Sancho descubre en los primeros análisis que los animales que han caído enfermos, lo hacen bajo el efecto de una extraña droga, especial para animales. Sancho se siente en la obligación de investigar este suceso, por su afición a la naturaleza y la investigación de campo. Después de dejar en un estado de mejoría a los afectados, se dedica a realizar una serie de pesquisas, a partir de las interrogaciones a los trabajadores y algunos visitantes que se ven implicados en la investigación. Al final del día, el veterinario resuelve una solución que facilita a Jonás, el jefe de personal. Pero, ¿Cómo lo hace? ¿Quién es este individuo que se entretiene con unas bromas tan macabras?

2. PERSONAL QUE INTERVIENE EN EL CASO:
- Jonás: Jefe del personal y encargado del mantenimiento de los animales del parque.
- Santiago: Guía de las zonas didácticas, como el pequeño museo para jóvenes.
- Julia: Fotógrafa especialista de los visitantes al recinto, además de relaciones públicas.
- Rodolfo: Persona encargada de la entrada.
- Sonia: Dependiente de la tienda de recuerdos.
- Toni: Visitante y padre de familia que observó los primeros síntomas de algunos animales.
- Alfonso: Muchacho que merodea por el parque sin pagar su entrada. Es detenido por el encargado de seguridad.
- Juan: Encargado de seguridad.
- Alice: encargada de la alimentación de los animales.

3. COARTADAS:
1. Personal del parque.
- Jonás: Su preocupación por la inestabilidad del parque, denota su mal estar por una situación reciente, respecto a la reducción del personal del parque. Su coartada se sustenta en que permaneció durante toda la mañana, gestionando el parque desde su oficina, ubicada en el mismo centro del parque.
- Santiago: Tras haberse enterado del suceso ha intentado recabar información entre los visitantes, hasta la llegada de Sancho al parque. Las pocas pistas halladas entre los únicos espectadores señalan al trabajo de Alice, la alimentadora. Sin embargo, Santiago rechaza las dudas que oscilan sobre la profesional. Además, proporciona la pista de un visitante llamado Toni que fue testigo de los primeros animales en caer enfermos, las cebras.


- Julia: Al igual que su compañero Santiago, ha realizado algunas averiguaciones respecto al tema. Y del mismo modo que ha ocurrido con Santiago, sus pistan son poco esclarecedoras. Lo que sí sabe a ciencia cierta es que a las una de la tarde, los titis tenían un comportamiento poco común. En su defensa, asegura que estuvo gran parte de la mañana y de la tarde, acompañando a Rodolfo en la entrada para realizar su trabajo con eficacia.
- Rodolfo: El encargado de vigilar la entrada produce un interés particular en Sancho, debido a que es el responsable de distinguir, a posibles visitantes con intenciones sospechosas. Sin embargo, el hombre se muestra extrañado ya que asegura que no ha entrado nadie sospechoso durante el día, poniendo su propio puesto de trabajo en aval de sus palabras. Además de esto, certifica el testimonio de Julia.
- Santiago: Como algunos de sus compañeros anteriores pregunta con interés entre los visitantes sin hallar respuestas claras y concisas. Todos los visitantes que han mencionado algo al respecto, no vieron nada fuera de lo normal previamente. Según sus averiguaciones, los mapaches, frente a la zona de los titis enfermaron a las una y media de la tarde.
- Alice: Su coartada se sustenta en su profesionalidad y muestra a Sancho sin reparos, los alimentos con los que había desempeñado su tarea hasta las dos de la tarde. Lo peculiar de los animales enfermos radica, según sus palabras, en el recorrido del circuito de animales específicos. Aclara además, que los últimos en comer dentro de este circuito, son los mapaches. Esto se debe a la alimentación diurna de dichos animales. A las seis y media de la tarde terminó su trabajo, justo la hora en que se avisó a Sancho.
-Juan: El encargado de seguridad, se siente amenazado bajo el interrogatorio de Sancho, ya que esto significa que no ha desempeñado correctamente su trabajo, según sus palabras. Su preocupación se achaca aún más, debido a los recientes despidos de varios compañeros. Su testimonio se fundamenta en el peculiar hecho de la detención de un joven que intentaba colarse en el recinto, a primera hora de la mañana. El muchacho de nombre Alfonso, aún permanece retenido.
- Sonia: Su coartada gira en torno a su puesto de trabajo. Además, asegura que sobre las doce y media, algunos visitantes ofuscados se marcharon pronto, por la completa inactividad de la mayoría de animales y en especial, en el recinto de los jabalíes verrugosos.
2. Visitantes del parque.
- Toni: Este padre de familia acudió desde primeras hora de la mañana, para enseñar a sus hijos los animales. Sus entradas lo certificaban. Por otro lado también afirmó, que sobre las doce de la mañana vio entrar en el recinto de las cebras a un encargado. Los mamíferos reaccionaron de una forma un tanto extraña, tras su alimentación.
- Alfonso: Según las afirmaciones de su testimonio, el muchacho se había intentado colar por un punto ciego que le reveló un amigo, a las doce menos cuarto de la mañana. Además, aseguró que había entregado a Juan, con el que había pasado todo el día, una gorra que encontró al entrar por ese lugar. Esta prenda tan característica, tenía el logo del parque y formaba parte del vestuario exclusivo, de los empleados del parque.


4. HORARIO DE LOS ACONTECIMIENTOS:
Para una mayor claridad del caso ordenaremos los hechos por la hora en la que acontecieron:
- A las 10:00 - Rodolfo y Juan abren el parque. Jonás llega a su oficina en el centro del parque.
- Sobre las 11:00 - Toni acude al parque junto a su familia.
- A las 11:45 - Juan atrapa a Alfonso que intenta acceder al parque, sin pagar entrada.
- Sobre las 12:00 - Toni afirma que vio a un empleado alimentar a las cebras y a continuación, estas cayeron enfermas.
- Sobre las 12:30 - Los visitantes comentan a Sonia que los jabalíes verrugosos, cerca de la jaula de las cebras, parecen estar enfermos.
- Sobre las 13:00 - Julia descubre que los titis, también han caído enfermos.
- A las 13:30 - Los mapaches, junto a la jaula de los titis, son los últimos en ser alimentados y en enfermar, según los testimonios recogidos por Santiago.
- A las 14:10 - Alice termina de dar de comer a todos los animales diurnos.
- A las 18:30 – Alice termina su jornada y Sancho recibe el aviso urgente.

5. SOLUCIÓN FINAL:
Tras incontables preguntas y haber analizado las pistas y razonamientos de los empleados y testigos, Sancho resuelve que el autor del crimen es un antiguo empleado recientemente despedido. Los motivos para llegar a esta conclusión son los siguientes:
- A pesar de que los hechos apuntan a Alice, la empleada se muestra en todo momento abierta en la investigación y su profesionalidad convencen a Sancho. ¿Qué motivos tendría esta mujer en drogar a aquellos animales que va alimentando, para que las acusaciones apunten de manera directa hacia sí misma?
- A partir de esta premisa el veterinario llega a una serie de conclusiones. El hecho de que Sancho fuera la primera vez que trabaja para este cliente, denota que el parque ya tenía previamente un veterinario en nómina. Entre aquellos despedidos recientes, mencionados por Jonás y Juan, es muy probable que se encuentre este empleado disgustado.
- La prenda de vestir encontrada en el punto ciego y los comentarios inciertos de los visitantes, denotan que el sospechoso pasaba desapercibido entre los espectadores y que su trasiego entre las distintas jaulas, detrás de Alice, no llamaba la atención.
- Por último, el acceso a componentes médicos para animales, certificaban sus cualidades veterinarias y sus ansias por provocar un estallido en el parque, con la intención de recuperar su antiguo empleo.    

lunes, 11 de noviembre de 2013

La última voluntad de un hombre libre. Cap. 2

El investigador pidió una excedencia poco tiempo después. Planificó un viaje en tren al norte y mediante una agencia de viajes, hizo la reserva en un lugar lo más próxima a su destino final, una de las propiedades de Cornelio. Según las pesquisas que había hecho hasta el momento, el sitio no era más que una enorme extensión de tierra pedregosa, abandonada desde hacía décadas. Posiblemente se trataba de una de las primeras adquisiciones del fallecido. Según su información sobre aquel lugar, en su interior había existido una antigua aldea, de no más de cuatro o cinco casas y más de dos siglos de historia. Era más que probable que todo aquello permaneciera en completa ruina, sin electricidad, ni comunicación telefónica. La copiosa vegetación del entorno y su localización entre montañas hacían casi imposible el acceso de vehículos. La única forma de llegar hasta el emplazamiento, era con algún animal de carga. Luego existían según los planos, otro tramo al que únicamente se accedía a pie, de al menos cinco escarpados quilómetros.
Nada más llego el tren a la estación, Luis acudió hasta el hotel donde se hospedaba, dejo las maletas, se dio una ducha y decidió visitar el pueblo colindante al entorno, en busca de posible información sobre las tierras. Las investigaciones que realizo el agente, no concretaron nada que no hubiese leído en algunas páginas web de interés o en los libros que se encontraban en el catastro del ayuntamiento, al que accedió gracias a sus contactos. Los habitantes de la zona mencionaban ciertos rumores sobre ocupas y desconocidos. Sin embargo, el enorme vallado y los carteles de la propiedad privada, habían hecho efectivo el trabajo de ahuyentar a los curiosos, de intentar entrar en el recinto sin permiso. Hasta que al fin, apareció una pista curiosa, justo en un comercio de frutas cercano al hotel.
- Gracias a la orientación de mi escaparate, poseo unas vistas privilegiadas del único buzón de correos del pueblo. -Eran las palabras del dependiente.- Como usted comprenderá en este pueblo, las horas pasan muertas y los que vivimos aquí, nos entretenemos con cualquier cosa.
- Estoy totalmente de acuerdo. –Afirmo Luis con un tono condescendiente, procurando ganarse la confianza de aquel individuo.  
- El caso es que desde hace un tiempo, he podido observar en varias ocasiones a un joven de no más de diecinueve años y rasgos asiáticos, completamente desconocido para los que vivimos en el pueblo. –Continuó el hombre su relato con mayor interés.– El muchacho envía correspondencia una vez al mes de manera puntual. Primero pasa por el estanco de enfrente. –Señalo en la dirección.- Allí compra los sellos necesarios y después de soltar la carta en el buzón, desaparece internándose en ese campo, tomando el sendero que conducía hacia la antigua aldea de pastores, en la montaña.
- Le agradezco mucho su información, ¿me puede poner dos de esas hermosas manzanas y tres plátanos, por favor?
- Por supuesto, señor.
Luis acudió al estanco, donde le confirmaron los hechos. Además descubrió que el precio de los sellos, sumaban la cantidad exacta para un envío nacional ordinario. El agente había venido expresamente a encontrar el denominado “paraíso” y no estaba dispuesto a demorarse ni tan siquiera un segundo. Todo el interés que había suscitado aquella historia de la familia de Cornelio, le habían llevado a indagar por su cuenta en los archivos del banco sobre las cuentas del viejo. Al estar fallecido el cliente, sin un supuesto heredero a la vista, no le había costado encontrar la información necesaria. Cornelio había acumulado y posteriormente perdido, un montón de acciones en los sectores inmobiliarios, en comunicación y aseguradoras y lo que era aún más curioso por el carácter de sus otras inversiones, en investigación y energías renovables.
Tras la breve y fructuosa ruta por el pueblo, Luis volvió de forma perentoria al hotel. Descanso algunas horas y acto seguido, preparo una bolsa ligera con agua, frutas, brújula, una linterna y los planos necesarios para hacer la travesía. Calculo las distancias, teniendo en cuenta la inestabilidad del terreno. Era muy probable que no pudiese alcanzar la aldea, aunque saliese en mitad de la madrugada. Sin embargo y confiando en su buena forma física, partió hacia el mismo lugar por el que se había internado el personaje en el monte, según las indicaciones del dependiente. Siguiendo los supuestos pasos del susodicho, avanzó unos doscientos metros en la misma dirección, cuando se topó con la prevista valla de alambre trenzado. Un cartel oxidado y viejo, advertía en letras desgastadas: PROHIBIDO EL PASO. Y haciendo caso omiso, accedió por un pequeño hueco abierto por liebres y otros animales del campo, que agrandó utilizando unos alicates de su navaja multiusos. Tras varias horas de caminata entre el follaje, comenzó a subir una ligera pendiente en un hermoso entorno natural. Algunas rapaces volaban en la lejanía, cerca de los picos más escarpados de la montaña. Aquella escena le recordó a Luis ciertas similitudes metafóricas de su oficio. Y varias horas después, se detuvo un instante para comer una pieza de fruta, disfrutando de las vistas. El sol se encontraba en su posición más alta. Sin embargo, el clima era más bien húmedo. No había caído en la posibilidad de que nada de lo que Cornelio había descrito fuera real. En tales circunstancias, se vería alcanzado por la noche en un paraje desconocido y frio.
Había confiado ciegamente en las palabras del viejo.
En cuanto retomo una vez más el camino, tuvo que aplicarse con mayor esfuerzo en el ascenso. Comenzaba un tramo de escasa vegetación y piedras al descubierto, entrelazando un sendero por las rocas peladas. Horas después, la tarde había depuesto al sol y la temperatura descendió rápidamente en un par de grados. Por un momento, el agente se hizo a la idea de volver sobre sus pasos y prepararse a conciencia para otra ocasión. Tal vez hacerse con algo de abrigo y un poco más de alimento. Pero si volvía en ese instante, intuía que desistiría en su intento. Además, si un muchacho había logrado hacer el trayecto en varias ocasiones, su estima le impedía abandonar y aún menos, habiendo alcanzado aquella posición tan avanzada. Por otro lado, reconoció que también era probable que el muchacho conociese a la perfección el terreno y hubiese utilizado algún atajo oculto en sus excursiones. Se detuvo para reponer líquidos y observar el mapa, cotejándolo siempre con su brújula. Por sus cábalas, le quedaban varios quilómetros hasta la aldea. Pero se hallaba en una verdadera encrucijada emocional. Las distancias desde su posición hasta el supuesto lugar y los lindes del territorio, eran aproximadamente las mismas. “Doble o nada”, pensó para sí.
Entonces, continuó caminando.
Después de su última batida, observo como el sol se puso en el horizonte y la penumbra venció en toda la zona. El uso de la linterna se volvió necesario, mientras la extenuación y la falta de oxígeno debido a la altitud, hicieron mella en su estima cada vez más abotargada por la posibilidad de no encontrar absolutamente nada en el supuesto “paraíso”. Observo el plano de nuevo, cuando aún quedaba algo más de un quilómetro para alcanzar el punto clave. En ese preciso instante, se percató de que estaba rodeado por una incipiente vegetación, diferente a todo lo que había visto hasta entonces. Los arboles estaban decorados con multitud de pendientes frutícolas que a simple vista parecían manzanos, nogales, limoneros o higueras pero a medida que avanzaba, se hacían más numerosos estos árboles y arbustos alimenticios, muchos repletos de frutos totalmente desconocidos para él. Entonces, comió hasta saciar el hambre de esta manera, tendría una cosa menos de la que preocuparse. Luego, prosiguió el interminable ascenso. Tras diez minutos infatigables, alcanzó el punto exacto de las indicaciones del plano, en una expedición improvisada, desprovista de medios y de cualquier razonamiento posible. Fue entonces, cuando se dio cuenta de que en aquel extremo del mundo, tan solo moraban un cumulo de piedras sin ninguna estructura sólida para guarecerse durante la noche. Evidentemente, ya era demasiado tarde para volver atrás y tan solo pensaba en encontrar un refugio para poder pernoctar en aquel paraje inhóspito.
En seguida, le inundo un intenso frio en todas las partes del cuerpo y su sistema nervioso se volvió insensible al mínimo roce. No podía continuar con aquel entumecimiento por todas las extremidades. Así que se detuvo bajo la copa de un frondoso árbol, esperando escapar de la terrible humedad nocturna. Desde aquel refugio improvisado, pudo observar como aquel maravilloso campo, había quedado oculto en la penumbra. El investigador reconoció que jamás se había visto en una situación tan extrema. Y para mayor preocupación, un incesante viento comenzó a sacudir su única cubierta de ramas. Entonces, comenzó a formarse una fina capa blanca sobre las piedras y los árboles del entorno. Luis sintió que le caía nieve sobre algunas partes del cuerpo descubiertas y su cuerpo al completo, tembló de manera horrible. Estaba claro que había llegado su fin y seria de una manera cínica y absurda, teniendo en cuenta las fechas en las que había osado emprender aquella aventura. A continuación, le invadió la oscuridad, el silencio y no pudo hacer más que dejarse llevar en mitad de una fuerte hipotermia.
- ¡Padre, parece que vuelve a respirar! –De repente, una voz jovial sonó en la lejanía.- Le he aplicado la loción que me has dicho y ha vuelto rápidamente en sí. –Volvió a oírse.
Luis abrió con cuidado sus ojos y le llegó una luz tenue, colorida y que se adaptaba a las formas del entorno, aun nublado y borroso. A medida que su mente recobraba la conciencia, reconoció a cuatro figuras que le observaba con interés. Sus aspectos eran lozanos y estaban ataviados con unas simples túnicas de colores sobrios. El más próximo al camastro donde el investigador descansaba, no tenía más de diecinueve años, e intuyó que posiblemente se trataba del mencionado muchacho de la correspondencia.
- ¿Quién diantres eres? ¿Tal vez un ángel? –Pregunto todavía conmocionado y haciendo evidente el delicado rostro del más joven.- ¿Dónde demonios estoy?
- Mi nombre es Justo. –Hablo de nuevo el chico, luego señaló al resto del grupo de más edad que permanecían en espera.- Estos son mis padres, Leonard, María y Susana.
Luis pudo apreciar que el entorno de aquella habitación era extraño. En apariencia, no existían ventanas por la que se colara la luz natural o puertas que aislaran los distintos espacios diáfanos. Los diseños del posible mobiliario, parecía que se acoplaba a las paredes curvilíneas, sin dibujar ángulos, ni formas planas. Además de esto, su mirada se percató de la presencia de una figura anciana, sentada en segundo plano, en el extremo de la habitación. Entonces, posó la vista fija en ella. Y la mujer le devolvió la mirada.
- Es mi abuela Elena. –Repuso Justo.
Aquel comentario le cercioro de que al fin se encontraba en el paraíso de Cornelio. Luis hizo un esfuerzo y señalo su bolsa intentando alcanzarla. Justo le facilito la mochila. Rebusco en su interior, sacando el diario de Cornelio. Después, se lo ofreció a Leonard.
- Me llamo Luis, soy una especie de agente investigador para algunas empresas. Este texto es de tu padre. –Añadió.- Cornelio murió hace algunas semanas e imaginé que te interesaría esconderlo. A parte de esto, no existe ninguna otra evidencia de este lugar.
- Muchas gracias, Luis. Puedes quedarte el tiempo que sea necesario. –Hablo entonces Leonard, con una voz apacible y pausada.- Por otro lado, espero que se mantenga el secreto de mi padre.
- No te preocupes, he leído varias veces, cada página de ese manuscrito y respeto su voluntad. A continuación, Luis cambió el semblante serio y dejó escapar una ligera sonrisa.
- ¿De cuánto esta Susana? –Pregunto evidenciando la prominente barriga de la chica negra.
- De seis meses. –Contesto la mujer que hasta el momento, había permanecido en completo silencio junto a su compañera asiática.
- ¿Habéis pensado en un nombre para el nuevo miembro de la familia?
- Sí. –Respondió Leonard.- El próximo nacimiento, se llamará Nemo.  

      

lunes, 4 de noviembre de 2013

La última voluntad de un hombre libre. Cap. 1

Para los medios, Cornelio había sido un hombre enigmático. Un individuo excéntrico que mantuvo en vida un halo de misterio, entorno a su persona. Sin embargo, este sentimiento popular no pudo superar a su patrimonio. Las riquezas que amaso durante su época dorada, ascendían en cantidades que se perdían en paraísos fiscales. Su muerte repentina tampoco extraño a ricos, ni pobres que habían oído hablar de la precariedad de su salud. La casa en la que habitó hasta el final de sus días, se había convertido en el único testigo de su transformación en un hombre precario y desgastado. Muy al contrario de lo que pudiera parecer, sus innumerables propiedades eran territorios de un mínimo valor y sin visión de futuro para la construcción, alejando las posibles expectativas del interés comercial para el sector.
Tras la pérdida de su mujer e hijos, las cuentas del hombre fueron saneadas a conciencia pero al mismo tiempo, mermaron debido a su alto tren de vida. Como colofón final, se vio obligado a desaparecer casi en un anonimato austero, escondido en un decrepito piso del centro de la ciudad. La construcción en el casco antiguo, presentaba una fachada abandonada y un interior no menos vetusto. Las escalinatas de la entrada, carcomidas por la mugre, conducían hasta la única propiedad registrada por la aseguradora. La empresa que gestionaba esta toda información, había contratado a Luis, un agente privado al servicio de grandes empresas. El implacable individuo, de ojos vivarachos, supervisaba cualquier objeto de valor en aquella especie de retiro del fallecido, y su interés principal se centraba en cajas fuertes, viejas escrituras o simplemente alguna pieza que tuviera detrás una historia y sobre todo, un valor económico.
Nada más entrar en la vivienda, Luis se cubrió la nariz con una mascarilla de tela, lo que no impidió ocultar los olores nauseabundos que se acentuaban determinadas zonas, debido al cadáver de pequeños roedores o restos de alimentos en descomposición. E inmediatamente, pensó para sí mismo que no iba a ser tarea sencilla eliminar toda aquella basura. El suelo de la mayor parte de la habitación, permanecía cubierto por montones de periódicos de la distinta prensa local y nacional. Era evidente que se habían estado apiñando desde hacía tiempo, dando pie a la formación de enormes pilas de celulosa, de más de un metro de altura. A todo eso, había que añadir una vieja mesa de madera y un antiguo reloj de pie, que suponían las únicas pertenencias de valor en aquella salita. Entonces, comenzó la búsqueda desde allí mismo. Con plena vista de la insalubre estancia, lo primero que llamó su atención fueron las fotografías enmarcadas que cubrían gran parte de la superficie de las paredes, rememorando mejores tiempos para la familia de Cornelio. Se fijó en el colorido de aquellas instantáneas, siendo evidente que el fallecido había disfrutado de una vida agradable, nada desdichada y por el contrario, su actitud pública siempre había sido reticente.
Acto seguido, Luis avanzó unos pocos metros y pasó junto a un montón de papeles que llamaron su atención. Sobre la cumbre de esta pila, descansaban unos viejos diplomas, documentos sin valor para el agente pero que cercioraban la educación privilegiada de la que habían disfrutado, todos los hijos del ricachón. Luis removió un poco las hojas y descubrió certificados cum lauden en ingeniería para Leonard, su primer vástago con su esposa Elena. También encontró grandes méritos para María y Susana en las carreras de física y matemáticas. Ambas chicas de orígenes asiático y africano respectivos y de la misma edad que el hijo, fueron adoptadas posteriormente por el adinerado fallecido. Por último, halló algunos premios en certámenes de literatura y poesía. Al investigador le costó creer con que facilidad se podía truncar una vida, en cuestión de unos pocos segundos.
Tras alzar de nuevo la vista, se paró a revisar los incontables recortes de periódicos que empapelaban los huecos libres de las paredes, centrándose en las noticias de un mismo accidente. Entre aquellos retales, se podía leer con detalle de información, la crónica del fatídico viaje familiar, en una avioneta propiedad del padre, un excelente piloto. Por otro lado, lo más destacado del revuelo que generó aquel siniestro, fue la desaparición de todos los cuerpos de los familiares. De manera macabra, Cornelio había sido el único superviviente del trágico suceso, al igual que un castigo del destino. En los meses posteriores, mientras el hombre se recuperaba en el hospital, las largas e infructuosas investigaciones no pudieron esclarecer nada, dejando el caso en un completo desierto de pruebas. Y tras su salida del centro médico, el cabeza de familia se cercioró en dejar todas sus posesiones a un solo nombre, un tal Nemo, una práctica habitual entre los de su estatus económico, para no hacer pasto de las riquezas acumuladas a los acreedores.
Después de unos minutos, absorto, Luis logró desconectar del inquietante embrujo que supuso, el collage de todas aquellas noticias grises, en contraste con los coloridos recuerdos del sujeto. Acto seguido, prosiguió la búsqueda por el único dormitorio adyacente. Esta habitación mantenía un peculiar orden aparente, comparado con la estancia anterior. El investigador se imaginó que había sido proyectado tal vez, por una manía mental del viejo. Pero el agradable cambio, tras haber superado los horribles obstáculos previos, le indujo a mantenerse durante unos minutos en aquel lugar, descansando sobre todo su pituitaria saturada del hedor. Aquel paréntesis de remanso, le imprimió en su mente la extraña intuición de que el viejo había creado una especie de muralla de papeles y olores fuertes, en torno a su auténtico refugio. Entonces, llegó a la conclusión de que cualquier cosa de valor, probablemente permanecía escondida en ese lugar exacto. Si de algo podía sentirse orgulloso, era de su correcto y minucioso trabajo en estos casos. En ocasiones, admitía en su ámbito más personal que actuaba como una verdadera ave de presa, en nombre de sus clientes. Por ende, en un ritual de su oficio, se enfundo los guantes de trabajo y luego analizo con detenimiento la distribución de los muebles en la estrecha estancia. Retiró algunos cuadros y una vieja cómoda, intentando no remover demasiado las escasas pertenencias. No hubo suerte. Así pues, decidió observar el único sitio en el que no había reparado hasta el momento. Levanto el somier de la cama pero tampoco hallo un resultado fructuoso. Por el contrario, al observar el suelo oculto bajo el colchón, se percató de algo extraño. Una especie de escotilla, de no más de medio metro de superficie, pasaba desapercibida con el mismo enlosado del resto del suelo. Luis sabía que con aquel trabajo, el fallecido se había tomado demasiadas molestias para esconder unas simples bagatelas, ya que no era la primera vez que veía algo parecido. Entonces, accionó un pestillo en un extremo y abrió de golpe la puertezuela. En su interior, se revelo un estrecho habitáculo que escondía un tomo de dimensiones cuartilla, lomo ancho, con una portada cuidada. De este manuscrito, sobresalían algunas hojas a modo de marca páginas. No quiso perder el tiempo con lo que pensó que serían meras curiosidades y anécdotas familiares, algo que de seguro interesaría a la prensa local pero no a la gente para quienes trabajaba. Así que echó un ligero vistazo, acudiendo hasta algunas de las hojas destacadas, leyendo lo siguiente de aquel manuscrito, escrito de puño y letra por el mismo Cornelio:
“Los muchachos han cumplido los 10 años:
Han crecido bastante. Sus habilidades son cada vez más latentes y los tres crecen en consonancia con lo acordado desde un primer momento. La conducta de Leonard, mi único descendiente, es la propia de un joven de su edad y por el contario, reconoce todo lo que se le explica e interpela en su mandato a la perfección.”
Luis se percató en que el tono que el viejo utilizaba para referirse a sus hijos, parecía más el de un hombre que analizaba a un grupo de animales que al de un padre. Movido por la curiosidad latente, paso varias hojas y continúo leyendo con atención:
“Nada aparente turba a las muchachas que crecen felizmente. María y Susana se han desarrollado saludables y son muy educadas. A pesar de su entorno pudiente, he logrado que mantengan poco interés en las cosas que les rodean, alejándolas de las vanidades de esta vida. Sin embargo, les cuesta mantener un poco más, y a diferencia de su hermano, esa doble vida a la que son sometidas. Estoy convencido de que serán unas excelentes madres.”
El texto iba cobrando un cariz extraño. Las palabras sobre sus hijos parecían distantes y siempre guardaban el interés sobre un aparente pacto, mantenido en secreto con su familia. En sus memorias, Cornelio hablaba de una doble vida pero no especificaba nada al respecto. Decidido a seguir profundizando en la lectura tan reveladora, Luis volvió hasta las primeras páginas de aquella especie de diario enfermizo, en busca del origen de ese trato.
“Ha nacido Leonard. Es un día alegre para mí y mi mujer Elena. Me honra poder hablar de un heredero al fin pero jamás podre acostumbrarme a que será un muchacho desdichado, tal y como su padre. Sera muy difícil mantener su vida alejado de los intereses que mueven a esta sociedad, la avaricia, el poder, la violencia. Si al menos pudiese interceder en su futuro familiar, le haría un enorme regalo.”
Luis se percató del inocente interés con que había comenzado el manuscrito Cornelio, alejándose por completo de los sentimientos que embargaban al fallecido, en las páginas posteriores. El repetitivo tic tac del reloj de pie desde la salita, pretendían distraerle de aquellas absorbentes palabras. Si los rumores en torno a la adinerada persona del viejo eran innumerables, el agente pensó que aquel diario no haría más que acrecentar su extravagante fama de hombre anómalo. Impaciente por desenmascarar la verdad sobre dicha familia, se adelantó hasta sus últimos párrafos.
“He abonado todas mis deudas y mis acreedores parecen satisfechos con mi situación actual. Mi transformación en una persona de situación complicada, han convencido a todos en mi entorno, de la precariedad de mi economía. No me queda otro remedio que sacrificarme por el bien del paraíso.”     
Llegado a este punto, el agente supuso que nada había sido lo que aparentaba, en la vida del reciente desaparecido. ¿Era posible que sus últimos días como un miserable vagabundo, hubiesen sido una simple interpretación para alejar todas las miradas acechantes, sobre su figura? ¿A que se refería con el mencionado paraíso? Luis retrocedió algunas páginas más y reanudo por última vez la lectura.
“Algunos meses después del accidente, he podido recibir noticias del paraíso. La situación en aquel lugar es idílica. Tal vez algún día pueda pisar ese trozo de libertad en este mundo saturado de excesos. Mientras tanto, esta será mi última voluntad.”    
Aquellas palabras, confirmaban todas sus sospechas. El manuscrito solo podía significar una cosa, el viejo había perdido la cabeza o verdaderamente había preparado de manera premeditada, una gran farsa para dejar un legado distinto a sus descendientes. Luis sabía que no debía comunicarle a nadie lo que había descubierto, puesto que primero tenía que asegurar la existencia de lo que Cornelio denominaba como, “el paraíso”, y que por ende, aquel escrito no era producto de una mente febril y atormentada por las pérdidas de sus seres más queridos. Durante unos segundos, permaneció en pie, quedo, intentado meterse en la mente del personaje, algo que ponía en práctica muy a menudo en su trabajo. Entonces, volvió a escuchar el insistente ruido del reloj, una enorme antigualla entre la basura. Eso le dio una idea. De inmediato, acudió hasta la puerta acristalada del aparatoso medidor de tiempo. Un péndulo enorme marcaba el paso de los segundos con una exactitud casi hipnótica. Cogió el pomo y abrió la puerta. Luego, detuvo el péndulo que quedó suspendido en el centro, sin realizar más movimientos. Al palpar la circunferencia de metal bruñido, descubrió que detrás se escondía adherida una hoja plegada en varios dobleces. La despego y la extendió con cierto nerviosismo en sus manos, revelando un plano del lugar exacto donde parecía encontrarse el susodicho paraíso, unas tierras al norte del país. A su entender, el viejo siempre había mantenido una remota posibilidad de llegar, hasta el verdadero retiro descrito en sus palabras.