En
pos de un esclarecimiento concluyente, anduvimos el bachiller y yo el camino
hasta la casa antes mencionada y no sin antes, dar cuenta de nuestro hallazgo a
su viuda plañidera, quien rápidamente preparó nicho y mortaja. Por mi parte,
reparé de súbito en que la niña superviviente no parecía guardar relación de
edad, con aquella que tan ejemplarmente sirviéranos en los propósitos rituales.
A lo cual, sostuve con vehemencia.
-
Le ruego, señora viuda, acepte mi más sentido pésame, ahora con el cuerpo de su
marido presente. Y a tenor de los acontecimientos, como usted comprenderá,
debiéramos hablar con su hija, a poder ser a solas. –La madre vacilante escuchó
mis peticiones no por ello menos alicaída, así pues, proseguí.- Demos
resolución, de este modo, a ciertas injurias que se ciernen en los habitantes
de este pueblo. Por todo esto, esperábamos no ser impertinentes en demasía, a
bien de todos.
Pues
tal y como observara, la viuda sometía a la joven con la mirada. Por ende,
debía alejarla de su cachorro. En otro tercio, no dudaba en que aquellas
personas de justo cumplimiento ante la ley, tampoco querrían desavenir a la más
alta autoridad allí presente. Así pues, la dueña de la casa echó un último vistazo,
con ojos que atravesaban como dagas, provocando con ello un ligero
estremecimiento en la hija. Esta quedó hundida en la silla en la que apenas
descansaba. Y luego de haber desalojado la estancia, inicié el dialogo con la
joven.
-
Si vos lo requerís, señorita, no tenéis más que demandarlo para que el bachiller
Juan abandone igualmente la estancia.
Y
una vez dicho el comentario, hízole este mella en la atención de mi ayudante que levantó raudo sus ojos de los apuntes con los que daba
cuenta, negro sobre blanco, de todo lo que acontecía. Por contra, la niña queda
y muda por temor a posibles represalias, aún permanecía cautiva en su memoria
de aquellos ojos maternos.
-
Ahora bien, señorita, debéis hablar sin temor, pues yo os aseguro que en lo
tocante a su narración, esta no lo oirá nadie en el pueblo. Y sea esto
prometido bajo palabra de honor, como caballero que soy, en defensor de justas
leyes.
Fuera
entonces, cuando en un acto que parecíame que más tuviera que ver con mi
autoproclamación de justo en leyes, que la chiquilla se dejó llevar sobre un
hilo de voz, pronunciando sus primeras palabras entorpecidas por balbuceos.
-
Si les he de decir la verdad, sepan vuestras mercedes, que antes de suceder la
desgracia, mi padre llevóme a aquel lugar para enseñarme a ser mujer… En su buen
juicio, todas las niñas del pueblo deben pasar por la piedra, convirtiéndose
así en mujeres de provecho. -La joven cariacontecida comenzó a sollozar, a la
vez que escondía su avergonzado semblante entre los huesudos hombros.- Mas
también comprendan vos, que no soy bruja como dicen algunos, por no desear facer como las demás, y esto les juro sobre el calor del cuerpo que aún guarda
mi difunto padre… –Entonces, de sus ojos brotaron unos surcos que recorrieron
su adusto rostro, limpiándolo del hollín acumulado por unas ascuas
permanentemente encendidas.
-
En ello, no debéis echar más cuentas, señorita. -Sostuve de manera incierta.-
Pues, en esto puedo asegurar, que toda esa algarabía hayan sido resuelta.
A
lo cual, acabáramos de esclarecer la segunda de las partes en mis deducciones.
Y por supuesto, no pensaba traicionar en lo prometido a la muchacha, aunque más
bien, eso sirviera de poco ante la inminente llegada del representante del
consejo de inquisición, quien controlaba soberanamente aquel feo asunto. Es por
ende, que una vez resuelto el misterio, nada nos retenía en aquel paraje
remoto, por lo que decidimos abandonarlo con premura al romper el alba. Luego
esa misma madrugada y sin reparos, tomamos un carruaje a la salida del pueblo,
pues debíamos dar parte en Madrid, a quienes precisaban de nuestras
conclusiones.
A
todo esto, que haciendo el camino de vuelta pude percibir cierto atisbo de
perturbación, que se cernía en mi susceptible ayudante. Algo que de seguro no le
dejaría pegar ojo en un tiempo sino saciaba, al menos en parte, su ansiosa
curiosidad. Así que ya de regreso y con sendas miradas enfrentadas, se lanzó a
preguntarme.
-
Maestro, ahora que todo enigma supuesto parece tener su correspondiente
respuesta, deseaba hacerle una simple cuestión. ¿Cómo es que resolvió hablar
con la joven nada mas encontrar el cuerpo de su padre?
-
No andáis vos errado al preguntar con desconcierto. Mas dicha respuesta no queda
oculta tras el pútrido cadáver. -Respondí con la certeza de quien señala con luminaria
en las profundas tinieblas de la incomprensión.- Mas permítame contestarle,
ayudante mío, con lo que le devuelva algo de su color a su tez macilenta, con
celeridad. ¿Cree usted que una joven virginal pudiera ser un requisito
indispensable, para un ritual que atemoriza a tan apartado pueblo?
-
A fe que no lo creo, señor. –Dijo a esto el bachiller.- Mas sin duda alguna
puedo creer que todo eso indúceme tan sólo a pensar sobre conjeturas de dudosa
premisas, pues descansan en base que no fraguan en pruebas certeras.
Entonces,
recordé su presteza en retórica motivo por el cual, hiciérame de su compañía en
mi compleja empresa. A lo que contesté.
-
Y por eso mismo resolví, en hablar al instante con la chiquilla, pues como vos
bien decís, solo pudiera ponerle un punto y final a tanto misterio, después de
contemplar la situación de la hija del muerto. A la sazón, que ahora me vienen
a la memoria las palabras del sabio San Agustín sobre la primacía del ver
frente a los demás sentidos, en el placer de los ojos: “Ad oculos enim proprie videre pertinet. Utimur
autem hoc verbo etiam in ceteris sensibus cum eos ad cognoscendum intendimus.”
-
“El ver es cosa que pertenece propiamente
a los ojos, Pero también usamos esta palabra, “ver”, con referencia a los demás
sentidos, cuando recurrimos a ellos para conocer.” –Contestó a esto.
-
He de suponer que vos conocéis las Confessionis
de dicho santo. –Aprobé.
-
Más bien, la lengua mater de dichas palabras me es familiar.
-
Ya veo pues. -Respondí y a continuación admití.- Podría decirse que aquella
horrible agitación nocturna, ordenase en mi cabeza todas las ideas que antes
bailaban sin concierto. A la postre, lo que ocurre en ese pueblo aislado no es
algo excluso, empero al menos, en este caso podemos defender que de forma
alguna, cierta justicia haya sido impartida.
-
¿Y no percibe, maestro, que a todo esto, dicha justicia sea divina?
-
A fe que acierto en que jardines pretendéis meteros con vuestras elucubradoras
cuestiones empero duda razonable. Como yo mismo no puedo confirmar que en este
sentido hubiera intervención divina, sí sostendré en mi alegato que todo ha
acontecido de forma tan poética, que dicho entuerto atragantáseme como duda en
mis firmes principios. Mas con todo, joven bachiller, dicho revuelo se fragua simple
y llanamente en el miedo y la ignorancia a lo desconocido.
